El culto a la belleza es algo que se enseña desde la niñez,
no puede apreciarse lo que no se conoce, lo que no se aprende a amar. El
socialismo real fue acusado muchas veces en el banquillo de la historia, por
descuidar el amor a lo bello, por dejar
que la chapucería y el mal gusto ganaran siempre.
La Revolución Cubana y su gran heroína Celia Sánchez cuidaron
con extremo celo, la preservación de todo el Patrimonio de la Nación cubana;
cada construcción, documento, huella,
debían testimoniar el paso del hombre por la belleza.
Antes lo había hecho en la República un hombre como Emilio
Bacardí, responsable principal del culto a la belleza de formas y contenidos de
la ciudad de Santiago de Cuba. Benefactor
de obras que ayudaron a forjar la cultura como energía espiritual que despertó
la conciencia de los seres humanos, para divisar el bien desde el conocimiento
de lo bello.
Eusebio Leal, Historiador de La Habana, lo ha dicho muchas
veces: “Hay una necesidad de transmitir a todas las generaciones ese culto a la
belleza. Para ello el diseño debe entrar en el universo del hogar y estar
presente en los cubiertos, la loza, el vestuario.
“Lo bello siempre es una relación misteriosa entre nosotros y
lo que admiramos, pero no cabe duda de que eso también es fruto de una
educación y de la interacción con una serie de señales que nos van marcando
pautas”.
Contramaestre ha tenido intelectuales que han luchado a brazo
partido por educar a las personas en el
culto a la belleza, sobresalen nombres como Gerardo Morín, Orlando Concepción,
Eduard Encina; lamentablemente no fueron
escuchados como merecían y hoy no estamos dejando a las futuras generaciones,
obras que testimonien nuestro paso por
lo bello.
Preocupa el limitado conocimiento de la belleza de los que
deciden políticas de conservación, preservación o protección del patrimonio
inmueble de este municipio. Si no despertamos a tiempo de esa modorra,
dejaremos el futuro sin raíces para reconocer lo bello, que nos hizo
identificarnos en la geografía como cubanos de Contramaestre.
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