viernes, 1 de octubre de 2021

SER MARTIANO ES UNA ACTITUD ANTE LA VIDA

 


Por Arnoldo Fernández Verdecia.

Leer a Martí no es un ejercicio de goce solamente, es un hecho emancipador que nos permite comprender la realidad, interpretarla e incluso transformarla. 

Asumir el modo martiano de vivir es incorporar con sentidos cívicos las ideas de su obra y dotarla de connotaciones simbólicas en los nuevos contextos. 

Si las preguntas que como cubanos nos hacemos tienen respuestas aún, en el pensamiento de José Martí, es porque conserva total vigencia. 

Leer la obra de Martí despojados de su posible futuridad es cabildear en las ruinas de un monasterio y dejarla morir, porque no tiene nada que decir a la sociedad y sus dilemas actuales. 

Quedarse en el Martí del siglo XIX y encerrarlo en el contexto histórico que hizo posible la trascendencia de sus escritos, es condenarlo a vivir en el pasado y no acudir a él para inspirarnos, cuestionarnos, incluso para potenciar alumbramientos, pactos, esencias. 

El individuo que reclama para sí una visión de Martí acomodada a sus creencias religiosas, a su trabajo como asalariado de alguna hegemonía,  es un antimartiano en potencia que argumentará siempre en contra de todos aquellos que crean en nuevos nacimientos del ser ético. 

Martí siempre ha estado en todos los alumbramientos del siglo XX y el XXI. Los cubanos han leído su obra y seleccionan lo que ayuda a construir caminos, saltar obstáculos y tender puentes. 

Es muy cómodo satanizar al otro que hace del contenido martiano una ascensión a las cumbres de sus mejores ideas, aunque sea desde lo profano, porque allí, en el magma de la nación, en lo subterráneo, hay un pueblo que no lo ha leído en toda su dimensión, pero que conoce de su profundo cauce libertario y ha aprendido a utilizar su poder de convocatoria para liberarse cuando ha sido necesario.

Siempre he respetado el conocimiento y sus formas de apropiación, pero cuando alguien desde una referencialidad dogmática, descalifica y cuestiona, entonces salto como un león a defender la libertad del ser martiano y sus modos de asumirla en cualquier tiempo. 

Moriré paladeando la libertad martiana en la que creo, esa que dio sentido a mi vida y a la cual me debo, la que me enseñó que ningún hombre, por muchos privilegios y títulos que tenga, puede echarse sobre otro, azuzando odios de clase, apetitos de poder y  componendas ideológicas mezquinas, para disfrutar las mieles de algún poder. 

Para mí, la opción de Dos Ríos es la más sana, porque es más digno luchar y morir por la libertad y sus modos de alcanzarla, que vivir a los pies de una oscuridad que te niega cuando pretendes encender un poco de luz. Prefiero la mano del amigo que me cuestiona con sinceridad, a la del funcionario público repartiendo elogios desde una tribuna. 

Ser martiano no es una consigna, es una actitud ante la vida. 


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