Por Arnoldo Fernández Verdecia.
Una vieja amiga —mejor dicho, alguien a quien creía amiga— me ha comentado con insistencia que «Internet no es para publicar los problemas del pueblo, dado que allí nunca encuentran la solución». La razón es que «ese mundo es totalmente ajeno a la gestión de dirigentes políticos, administrativos y funcionarios públicos». Según ella, «existe el mundo real y en ese ágora es donde debe ventilarse ese tipo de cuestiones».
Recordé uno de mis viejos textos de 2016, Internet en Cuba y la metáfora del pavo real, publicado en mi blog Caracol de agua. En él desarrollé varios argumentos encaminados a demostrar la necesidad de convertir las redes sociales en el nuevo escenario de la democracia y la gestión administrativa, además de la construcción de consensos, sobre todo teniendo en cuenta la migración generacional hacia ese entorno. Señalé la crisis de la narrativa de los medios tradicionales cubanos, anquilosados en la 1.0, convencidos con terquedad de que ellos eran únicamente el mensajero.
Tal vez los funcionarios ideológicos que orientaban la política de contenidos de los medios tradicionales, no tenían percepción de cómo se producía el consumo de información, o sencillamente la ignoraban, porque no querían cruzar el límite de la 2.0, incluso la 3.0, y aceptar que la democratización de mensajes en el entorno digital era un hecho que los superaba.
La mayoría de los jóvenes cubanos, nacidos a finales de la década del ochenta del siglo XX y en el principio del XXI, no consumían ni consumen los informativos de los medios tradicionales. Sin embargo, los directivos siguen empeñados aún en repetir el viejo esquema de la 1.0 y hacen como el avestruz: desconocen que hay otros consumos informativos, sobre todo en los medios digitales alternativos, que compiten con los tradicionales de contenidos distribuidos en todas sus plataformas.
En aquel viejo texto señalé la metáfora del pavo real, a partir de la descripción del lenguaje de los directivos, enfocados en la orientación de políticas encaminadas a generar prácticas centradas en la narración de una Cuba hermosa, idílica, sin matices ni problemas. Esas nociones con el tiempo han hecho crisis, porque en el entorno virtual, tan demonizado por algunos como reconocido por otros, se han venido dirimiendo algunos de los principales problemas del Estado y sus ciudadanos.
Tímidamente hay avances. Por ejemplo, sobresale el hecho de citar en los informativos tradicionales los twitts del Presidente de la República y de los miembros de su gabinete, pero aún no encuentran visibilidad las preguntas e inquietudes de las audiencias que los siguen y anhelan interactuar con ellos en esa red social.
En estos momentos, la mentalidad que impera en Twitter por parte de directivos y funcionarios, se enmarca en la 1.0: ellos creen ser el mensaje (o sea, que lo que publican es «la verdad», la única que deben consumir las audiencias). No han comprendido que habitar Twitter o cualquier otra red social trasciende esa visión y los coloca en una relación de carácter horizontal. Tampoco han entendido que deben interactuar con las audiencias en ese nuevo foro. Lo mismo sucede con el resto de la estructura administrativa y política del Estado, en la provincia y el municipio.
—I—
Con insistencia se han generado narrativas desde los medios tradicionales, para apuntalar lo que llaman «dictadura del algoritmo». Sin embargo, ignoran que el ser humano puede —«desde lógicas inteligentes», como dijera Alfredo Guevara— utilizar las redes sociales para generar contenidos y habitarlas con lucidez y sentidos precisos. Lo que nosotros seamos capaces de producir, en materia de contenidos y formas, puede imponer a esa «dictadura del algoritmo», los consumos que necesitamos.
Ignorar ese entorno donde la democratización del mensaje es un hecho, es ir contra la corriente y negar los tiempos. Para posicionarse en ese escenario es preciso trascender la mera propaganda, el consignismo reiterativo, y generar mensajes proclives al intercambio, sin creer que la verdad está de un solo lado. Hay que darle al sujeto el beneficio de la duda y permitirle que escoja su mensaje, según sus creencias, su cultura, sus principios, su yo.
Heretizar las redes sociales y reducirlas a fosa donde se vierten los excrementos del Estado y sus malos ciudadanos, no es una práctica inteligente, nunca lo será. Es un hecho demostrado que vivimos una revolución tecnológica, como sucedió en otros tiempos con las tres revoluciones industriales y los cambios generados por estas.
Tengo la certeza de que no se ha conseguido educar a las generaciones en el consumo digital ético, más allá de la propaganda ideológica y el mero adoctrinamiento político. Urge entonces enseñar el consumo desde prácticas objetivas, donde los alumnos aprendan las herramientas y el elemento cualitativo no se soslaye.
Urge enseñar el consumo de redes sociales desde prácticas objetivas. |
Un nativo digital pudiera preguntar hoy: ¿Tenemos directivos 2.0 y 3.0 en el ejercicio del gobierno y la política?
Yo le respondería: No, porque lejos de dialogar con la diferencia, la crítica honesta o lo que Fernando González Rey llamó «subjetividad personalizada», la élite de los poderes a todos los niveles, lo que hace es cuestionar, criminalizar o descalificar a los sujetos proclives a mostrarse auténticamente desde sus perfiles en Facebook, Twitter, YouTobe… Hay un viejo refrán que dice que uno escucha la crítica y la toma dependiendo de quien venga. Entonces no deben meterse en un mismo saco a todos los que expresan su yo coherentemente en las redes sociales. Según González Rey:
"Ser yo, significa ser diferente, o sea, no puedo ser yo, siendo idéntico a los que me rodean. (…) Debemos aprender a comunicarnos en las diferencias, debemos aprender a identificar las contradicciones en que vivimos y debemos aprender que es legítimo interpretar, por vías diferentes, muchas de las cosas que nos afectan, y esta es la verdadera condición social de la individualidad".[1]
Espero que mi vieja amiga pueda leer esto, entonces tal vez comprenda que «la individualidad es permanentemente social, porque se afirma en un proceso que es social, en el diálogo, en el respeto al otro y en el espacio en que se convive con el otro».[2] De ahí se desprende una conclusión medular para la subjetividad individual, según Thomas Browne: «El que censura a los demás, indirectamente se alaba a sí mismo».[3] Las redes sociales son hoy el quinto poder, expresión legítima de una nueva forma de democracia, negarlo es autocensurarse o ser víctimas de la censura del que cree tener la única verdad, ese que prefiere la comodidad de alabarse a sí mismo.
***
[1] González Rey, Fernando (1996). Un análisis psicológico de los valores: su lugar en el mundo subjetivo. La formación de valores en las nuevas generaciones. Editorial Ciencias Sociales, La Habana (p. 49).
[2] González Rey, Fernando. Obra citada, (p. 50)
[3] Thomas Browne. Aforismos, pensamientos, citas y frases célebres. Consultado el 20 de octubre de 2021.
Tomado de La Joven Cuba
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