Nunca la maltraté. Comía lo mejor de la casa. Era mi perrihija como dicen los apasionados de los canes.
En años muy duros la cargaba en brazos y pedaleaba kilómetros para ir a cuidar semanas enteras a mi madre. La vieja sentía infinita ternura al verme con ella a cuestas.
Mi querida madrecilla murió y Cuqui siguió a mi lado, yo no la veía envejecer porque mis ojos se resistían a creerlo. Muchos amigos me decían lo contrario, incluso preveían un desenlace por su avanzada edad.
Un 22 de enero de 2021 se puso malita y la fui perdiendo poco a poco, su corazoncillo no podía más; recuerdo midieron sus latidos; se hizo todo por salvarla; pero Mamá, como yo le decía, se fue apagando hasta morir en mis brazos la madrugada del 24 de enero de ese mismo año. Con su muerte se fue una parte del niño que acompañó mi pasos por el tiempo.
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