Siempre va conmigo, aunque su cuerpo ya no esté.
Hombre de sólidos valores, justo.
De los 74 años que consiguió vivir, más de 60 los dedicó a trabajar, desde vendedor ambulante de huevos, dependiente de tienda, cantinero, hasta maestro, profesor, funcionario público...
Para mí viejo servir a los otros era un honor. Nunca lo vi gritarle a nadie, ni engañar a los más humildes. Mi viejo creía que ser correcto era el camino más seguro del ser humano.
Nunca recibió nada material por su sacrificio. No pudo viajar a ningún país. Lo único que trajo a casa, al jubilarse, fue un fae con toda su historia laboral y varias cajitas con las medallas que recibió.
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