Por Arnoldo Fernández Verdecia
Lo dejé de ver hace 46 años, por eso fue mucha la alegría que sentí al encontrarlo retando al tiempo, a la naturaleza.
El árbol de Anacahuita lo vieron mis bisabuelos, mis abuelos y mis padres.
Hoy sigue allí, muy cerca de la escuela donde aprendí a leer y a escribir.
Ojalá y las familias de Maibío lo cuiden, para que las personas del futuro puedan verlo y amarlo como nosotros.
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