Por Arnoldo Fernández Verdecia.
¡Cuánto surrealismo! Unos hablan de igualdad, de no olvidar a nadie, pero los suyos pasean la vieja Europa, visten ropas carísimas, se bañan en vino espumoso junto a sus cofrades, e iluminan sus noches con meteoritos.
¡Cuánto surrealismo! El plato fuerte de los humildes de la tierra es picadillo congelado, mientras el de los suyos, mariscos exóticos, peces increíbles, jugosas carnes de ternera y lo imposible de imaginar en la mesa de los humildes.
¡Cuánto surrealismo! Ellos parecen sanchos y los humildes, quijotes sobre rocinantes.
*Obra de Silvia Rodríguez
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