PEDRO ANTONIO GARCÍA (cultura@bohemia.co.cu)
Para no caer en trampas metafísicas, miremos La Edad de Oro del modo que nos propone el pequeño príncipe del asteroide B-612: “Lo esencial es invisible para los ojos (…)”. En la primera página del número inicial, se consigna: “Para los niños es este periódico, y para las niñas también”. Ellas nacen para madres, apunta más adelante, y “deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo”. Partidario del libre albedrío de la mujer, en una época donde la familia aún la concertaba el esposo, hace decir a la princesa de Meñique: “Hija de rey o hija de campesino, la mujer debe casarse con quien sea de su gusto”.
Es cierto, como apunta Arnoldo Fernández Verdecia en un interesante ensayo sobre La Edad de Oro, que en la visión martiana de la mujer, ella debe aprender desde niña la feminidad, jugar a las muñecas, contar cuentos bonitos para las visitas, estar bellas y aseadas. Ser madre y ama de casa, su rol fundamental.
Así, razona Fernández Verdecia, cuando Martí nos propone elegir entre Pilar y Masicas (la esposa de Loppi en El camarón encantado), quien ejemplifica a la mujer negativa, lo que diferencia a ambas “son los atributos morales, en esencia los roles siguen siendo los mismos”.
Aun así, llamo la atención de que Martí no nos propone como antípoda de Masicas a Nené, quien gusta de jugar a ser mamá, ir de tiendas, hacer dulces; ni a Piedad, tan interesada en estar bella y en el aseo suyo y de su muñeca Leonor, sino a Pilar, la trasgresora. ¿No debíamos meditar un poco más al respecto?
El propósito de Martí, con La Edad de Oro, era escribir para los niños de su tiempo, una época en que se extendía la niñez hasta una edad que hoy consideraríamos como bien entrada la adolescencia. Si hoy esta revista resulta un paradigma para la literatura infantil; si sus relatos sobre la historia (latino)americana tienen plena vigencia para la escuela de nuestros días y aún conmocionan a los jóvenes; si a pesar de sus prejuicios decimonónicos, muchos consideran que, en lo esencial y como punto de partida, el modelo de educación para mujeres que propone es una alternativa para el actual milenio; si los niños y niñas de cualquier edad siguen considerando un viejo amigo al Hombre de La Edad de Oro; tendremos que convenir sobre la genialidad indiscutible de este ser extraordinario, el más universal de todos los cubanos, a quien denominamos Apóstol, Héroe Nacional o, simplemente, El Maestro.
Fuentes: Fragmento de un artículo publicado en la revista Bohemia, 17 de julio de 2009, consultado en la dirección electrónica http://www.bohemia.cubasi.cu/2009/07/20/cultura/marti-edad-de-oro.html
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