lunes, 29 de agosto de 2011

Una concepción malograda del mito comunista: El hombre que amaba los perros


El hombre que amaba a los perros propone una reflexión desprejuiciada en torno a la “perversión de la gran utopía del siglo XX, ese proceso en que muchos invirtieron sus esperanzas y tantos hemos perdido sueños, años y hasta sangre y vida”. (Leonardo Padura)
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Nota: Este ensayo ha sido reescrito a partir de las sugerencias de varios amigos....


Muchos textos se han escrito sobre el destino socialista; algunos, cargados de apologías, los otros, condimentados con una esclerótica argumentación sin matices. Una reciente novela, del cubano Leonardo Padura, en torno al fracaso del socialismo en la Unión Soviética, y su impacto en la credibilidad sistémica del mismo, ha suscitado fidelidades y disidencias en varias latitudes. El hombre que amaba los perros es su título. Por su valor universal y creativo gana en 2010 y 2011 múltiples premios: mejor libro extranjero en Francia; mejor novela de investigación histórica en Italia y recientemente el Roger Caillois y el Carbet. La crítica literaria, en Cuba, la reconoció entre los siete mejores libros publicados en 2010.

Gracias a las bondades de Ediciones Unión, 4 mil ejemplares(1) , del citado texto, están en manos del cubano. Ya nuestros lectores pueden comprender por qué Padura dijo en su presentación habanera: “Es una reflexión sobre por qué fracasó esa utopía, pero también por qué es necesaria la utopía. Este es un libro profundamente cubano, escrito en Mantilla, como todos mis libros, mirando por la ventana ver pasar los camellos, el negro que vende las lechugas […] y también sintiendo el ritmo de la vida cubana".(2)

En torno a las fidelidades y disidencias con El hombre que amaba los perros indaguemos profundamente, pues se trata de una obra plena de oficio, y sobre todas las cosas, escrita desde una militancia ardiente con la utopía de un mundo mejor como alternativa a los problemas del hombre en la era digital.

La crítica a esta significativa pieza de la novelística cubana se divide en varios conjuntos: unos la llaman apasionante; otros la consideran extremadamente larga, por momentos tediosa; algunos, muy bien documentada; la mayoría coincide en precisar que integra tres novelas y que el Réquiem no es necesario. Ciertos “amigos” se empeñan en leerla como si fuera un retrato de la malograda utopía socialista en la Unión Soviética(3) , y establecen paralelos con algunos personajes de la política en Cuba. Ilustremos cada uno de estos argumentos y expresemos nuestras consideraciones sobre El hombre que amaba a los perros.

La mayoría de las críticas reconoce la labor investigativa y de estilo(4) presente en la novela; por eso coincidimos con Antonio José Ponte cuando señala que El hombre que amaba los perros se encuentra “…entre las mejores (novelas) escritas por un cubano en los últimos tiempos…”(5)

Otro de los aspectos coincidentes en los críticos es el relacionado con la mezcla de tres novelas en una(6) , cuando en realidad, según ellos, tienen vida autónoma; aunque el amor por los perros, la reflexión sobre la utopía socialista y el miedo, sean elementos centrales que le dan unidad. Este criterio lo compartimos en parte, pues se trata de una novela de experimentación, que logra estructurar tres historias, y no es fallido el hecho de integrarlas sobre ejes esenciales como los perros, el miedo y la reflexión sobre el socialismo errático de la Unión Soviética.

Un criterio que no merece ser tenido en cuenta es el que señala el Réquiem como innecesario(7) , pues para algunos críticos, el desenlace de la historia de Iván Cárdenas, momento en el que se integran las tres historias, basta por sí solo para concluir la novela. Creemos que el Réquiem obedece a una de las coordenadas que caracteriza de principio a fin la novela: el miedo, proceso que determina la aparición del personaje de Dany, ya presentado en capítulos anteriores y con una evolución dramática, en algunos momentos, similar a Iván.

Ciertamente, y en ello coincidimos también con los críticos, es una novela apasionante(8) en toda su integridad; sobre todo si la leemos desde la vida de Iván Cárdenas en Cuba socialista, pues revela una subjetividad lacerada por circunstancias, donde la individualidad no interesa tanto como las grandes metas sociales; y la verdad de un hombre es intrascendente para los grandes decisores: “Mi trabajo consistía (dice Iván Cárdenas(9) en recibir llamadas y recados de aquellos personajes para que velara por sus intereses, a los cuales ellos siempre llamaban, por supuesto, los intereses del país y del pueblo. Y mi única alternativa fue aceptar aquellas condiciones y, cínica y obedientemente, ordenar a los dos autómatas subnormales y alcohólicos que trabajaban como redactores que escribieran de planes sobrecumplidos, compromisos aceptados con entusiasmo revolucionario, metas superadas con combatividad patriótica, cifras increíbles y sacrificios heroicamente asumidos, para darle forma retórica a una realidad inexistente, hecha casi siempre de palabras y consignas, y muy pocas veces de plátanos, boniatos, y calabazas concretas”. (Padura, L: 78)

Algunos autores señalan que se trata de una novela extremadamente larga(10) , y por momentos, tediosa. En ello pudieran incidir varios elementos, entre los que nos atreveríamos a mencionar el desconocimiento del proceso histórico narrado, que incluye, por supuesto, la poca información referente a Trosky que se ha publicado, sobre todo en Cuba, y Latinoamérica, donde siempre fue presentado por la historiografía como un renegado del socialismo.

Otro elemento que pudiera tenerse en cuenta, es la visión parcializada de la historia del estalinismo que predominó durante muchos años, tanto en Cuba como en el mundo. Y por último, la ausencia de información histórica creíble para evaluar con justicia el recorrido errante de la utopía socialista en la Unión Soviética hasta diciembre de 1991.

A todos los que acusan la novela por la densidad histórica que tiene, señala Padura, en su Nota muy agradecida: “… me atuve con toda la fidelidad posible (recuérdese que se trata de una novela, a pesar de la agobiante presencia de la Historia en cada una de sus páginas) a los episodios y la cronología de la vida de León Trotski en los años en que fue deportado, acosado y finalmente asesinado, y traté de rescatar lo que conocemos con toda certeza (en realidad muy poco) de la vida o de las vidas de Ramón Mercader a partir de la verificable y de lo histórica y contextualmente posible”. (Padura, L: 543)

Sin embargo, algo sobre lo que ningún crítico se ha detenido, es lo relacionado con el valor de la amistad y las experiencias afines en la vida de los cubanos residentes en la isla. Por eso Dany representa estos dos elementos como base de su existencia, también errática como la de Iván; y es depositario de la historia que corre el riesgo de perderse entre los escombros de una casa derrumbada sobre “…un hombre bueno contra el que el destino, la vida y la historia se habían confabulado hasta destrozarlo.(Reflexiona Dany)(11) Su mundo, agrietado al fin, se había deshecho y lo había devorado de aquella manera absurda y terrible. Lo peor era saber que de alguna forma -de muchas formas-, la desaparición de Iván era también la de mi mundo y la del mundo de tanta gente que compartió nuestro espacio y nuestro tiempo”. (Padura, L: 539) Tal vez por eso el cierre es altamente matizado por una autorreflexión de Dany: “…esta caja de cartón, llena de mierda, de odio y de toneladas de frustración y de mucho miedo, se irán con él: al cielo o a la podredumbre materialista de la muerte. Quizás a un planeta donde todavía importen las verdades. O a una estrella donde tal vez no haya razones para sufrir temores y hasta podamos alegrarnos por sentir compasión. A una galaxia donde quizás Iván sepa qué hacer con una cruz roída por el mar y con esta historia, que no es su historia pero en realidad lo es, y que también es la mía y la de tantísimas gentes que no pedimos estar en ella: se irán tal vez al sitio utópico donde mi amigo sepa, sin la menor duda, qué coño hacer con la verdad, la confianza y la compasión”. (Padura, L: 542)

Preguntas y respuestas desde Cuba y el mundo a “El hombre que amaba a los perros”

El hombre que amaba a los perros es una novela desconcertante de principio a fin para el lector cubano y universal. Tres historias trascurren en varios tiempos narrativos que en su desarrollo convergen: una, la del joven Iván, graduado de periodismo en Cuba, anulado por el “Quinquenio Gris”, la Crisis de los Balseros, y enajenado en sus más prístinas esencias por el Período Especial. Una segunda, la de León Trotski, y las intrigas tejidas por Stalin en torno a su imagen como “renegado del socialismo” y “espía alemán”, conjuntamente con la planificación y ejecución del asesinato. Y una tercera, la de Ramón Mercader, el catalán escogido por la inteligencia soviética para ejecutar el crimen de León Trotski en México.

Cada una de las historias ofrece el panorama desolador que arrastró a su paso el proceso de construcción del socialismo en la Unión Soviética. Muestran también la naturaleza interna de lo que significó la República, en España, atada en sus orígenes a los dictados de Stalin, que controló su parto histórico y guillotinó el sueño emancipador de la misma.

En lo individual, desnuda la historia del periodista cubano Iván Cárdenas Maturell, historia que sirve al autor para mostrar las desviaciones ocurridas en la isla, en torno a la milagrosa utopía de imaginar una sociedad equitativa que nunca llegó a ser real y perdió sus sentidos mesiánicos.

El hombre que amaba a los perros sugiere, al lector contemporáneo, varias preguntas, a las que los propios personajes, de la novela, responden:

¿Sin aprender y ejercitar el miedo, como lo hizo Stalin en su momento histórico, es posible empujar a un país hacia el socialismo como alternativa?

Kotov (agente soviético): “Stalin lo pervirtió todo y obligó a la gente a luchar y a morir por él, por sus necesidades, su odio, su megalomanía. ¿Qué socialismo, qué igualdad?” (Padura, L: 502)

Iván: “… la fábula futurista e imaginativa de Orwell en 1984 terminó convirtiéndose en una novela descarnadamente realista. Y nosotros sin saber nada… ¿O es que no queríamos saber nada?”. (Padura L: 463)

Trotski: “La Unión Soviética legaría al futuro su fracaso y el miedo de muchas generaciones a la búsqueda de un sueño de igualdad que, en la vida real, se había convertido en la pesadilla de la mayoría”. (Padura, L: 184).

¿En algún momento la deformación estalinista del sueño socialista, será corregida y encausada por los hombres de cara al futuro?

Trotski: “¿Se podría abrigar la esperanza de que algún día la humanidad llegara a saber cuántos cientos de miles de personas habían sido ejecutadas por los secuaces de Stalin? ¿A cuántos comunistas verdaderos quitaron del medio? Él estaba convencido de que unas y otras eran cifras de vértigo, a las que se debían sumar millones de campesinos muertos de hambre en Ucrania y otras regiones por la catástrofe de la colectivización, y los millones que habían perecido en los desplazamientos de pueblos enteros ordenados por el antiguo comisario de las nacionalidades… Con toda seguridad se trata, (…), de la mayor masacre de la historia en tiempos de paz, y lo peor es que nunca sabremos las verdaderas y terribles proporciones que alcanzó el genocidio, pues para muchos de esos condenados no hubo sumario, juicio, acta de condena. La mayoría había muerto en calabozos, en trenes asfixiantes, congelados en los campos siberianos o fusilados al borde de los ríos y precipicios para que sus cadáveres fuesen arrastrados por las aguas o cubiertos por aludes de tierra y nieve…” (Padura, L: 341).

¿Es posible retomar un socialismo que no esté regido por una minoría burocrática que por la fuerza, la coacción, y la supresión proteja sus intereses contra el descontento mayoritario de un país?

Kotov (agente soviético): “…empezar el negocio sin engañar a nadie, sin joder a otro porque piense distinto a ti, sin que se busquen pretextos para callarte la boca y sin decirte, además, que cuando te cogen el culo lo hacen por tu bien y por el bien de la humanidad, y que ni siquiera tienes derecho a protestar o a decir que te duele, pues no se le deben dar argumentos al enemigo y todas esas justificaciones. Sin chantajes… (Padura, L: 517)

¿Stalin no pervertiría hasta sus entrañas el sueño socialista y la utopía del socialismo?

Trotski: “El terror había generado el efecto de estimular la envidia y la venganza, creando una atmósfera de histeria colectiva y, peor aún, de indiferencia ante el destino de los demás”. (Padura, L: 330)

Vieja amiga de Trotski: “Es terrible comprobar que un sistema nacido para rescatar la dignidad humana haya recurrido a la recompensa, la glorificación, el estímulo de la delación, y que se apoye en todo lo humanamente vil (…) Siento que hemos llegado al fin de la justicia en la Tierra, al límite de la indignidad humana. Que han perecido demasiadas personas en nombre de la que, nos prometieron, sería una sociedad mejor”. (Padura, L: 331)

Iván: “…una trama sórdida, destinada a deglutirlo (todo) hasta la última célula”. (Padura, L: 533)

¿Qué recuerdo conserva la humanidad del experimento más generoso soñado por el hombre?

Iván: “Las promesas que nos habían alimentado en nuestra juventud y nos llenaron de fe, romanticismo participativo y espíritu de sacrificio, se hicieron agua y sal mientras no asediaban la pobreza, el cansancio, la confusión, las decepciones, los fracasos, las fugas y los desgarramientos. No exagero si digo que hemos atravesado casi todas las etapas posibles de la pobreza.” (Padura, L: 460)

Ramón Mercader: “La monotonía de una arquitectura apresurada, empeñada en demostrar que a una persona le bastaban unos pocos metros cuadrados de techo para vivir socialistamente...” (Padura, L: 513-514)

Iván: “El sueño estrictamente teórico y tan atractivo de la igualdad posible se había trocado en la mayor pesadilla de la historia, cuando se aplicó a la realidad, entendida con razón (más en este caso), como el único criterio de la verdad”. (Padura, L: 389)

¿Soñar un mundo mejor?
El hombre que amaba a los perros pasa a la memoria de la nación cubana y universal como una obra honesta, pues dialoga en condición de iguales con las personas que creyeron la Utopía Socialista iniciada en 1917, que definitivamente feneció en 1991 por una concepción malograda del mito comunista.

Las complejidades implícitas en el proceso de construcción del gran mito utópico son narradas por Iván Cárdenas Maturel, un cubano que siempre tuvo la ilusión de un mundo diferente, y nunca le alcanzó el tiempo, ni los problemas materiales y espirituales para conquistarlo. Tal vez por eso Padura, en una de sus entrevistas, señala: “…los seres humanos tienen derecho a soñar con esa utopía, un mundo mejor. No quiere decir que el hombre haya perdido el derecho de soñar con esa utopía, un mundo mejor; por el contrario, el mundo de hoy necesita, como el de 1917, de una utopía social porque está en crisis en todas sus manifestaciones como la ecología, la economía, la política y, para colmo, entrando en una era diferente, de la industrial a la digital” (12). El hombre que amaba a los perros propone una reflexión desprejuiciada en torno a la “perversión de la gran utopía del siglo XX, ese proceso en que muchos invirtieron sus esperanzas y tantos hemos perdido sueños, años y hasta sangre y vida”. (Padura, L: 543)

Notas y referencias bibliográficas
(1) Albert Gilbert: El hombre que amaba los perros ya tiene lectores en Cuba, en http://labrujula.elperiodico.com/slideshow/el-hombre-que-amaba-a-los-perros-ya-tiene-lectores-en-cuba/

(2) Martha Santos: Un libro escrito mirando por la ventana, en www.diariodecuba.com/.../3170-un-libro-escrito-mirando-por-la-ventana

(3) El hombre que amaba a los perros es visto por la crítica como la historia destructiva de una utopía, la metáfora de la invención totalitaria del socialismo y la reconstrucción literaria de uno de los crímenes más reveladores del mundo moderno. Wilfredo Cancio, en http://aquevedo.wordpress.com/tag/revolucion-cubana/

(4) Sobre esta fortaleza de la novela coinciden Javier Goñi: El grito de Trotski, en http://www.elpais.com/articulo/semana/grito/Trotski/elpepuculbab/20090905elpbabese_7/Tes ; Ernesto ( ): El hombre que amaba los perros, en http://ernesto51.wordpress.com/2009/10/26/el-hombre-que-amaba-a-los-perros-leonardo-padura/ ; Ramón Peña: El hombre que amaba a los perros: en http://www.analitica.com/va/arte/oya/6997227.asp ; Rosario Camargo: El hombre que amaba a los perros, en http://istmo.mx/2010/07/el-hombre-que-amaba-a-los-perros/ ; Victor Claudin, El hombre que amaba a los perros, compleja y espléndida novela sobre la muerte de Trotski, del escritor cubano Leonardo Padura, en http://www.periodistas-es.org/libros-y-publicaciones/el-hombre-que-amaba-a-los-perros-compleja-y-esplendida-novela-sobre-la-muerte-de-trotski-del-escritor-cubano-leonardo-padura ; Ricardo Senabre, en su comentario al libro, El hombre que amaba a los perros, señala: Como en el Quijote, la narración viene a ser un tejido, una suma de testimonios, perspectivas y fuentes diversas, y hasta se juega con la noticia en el mismo libro de la obra que el autor está componiendo. En http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/26142/El_hombre_que_amaba_a_los_perros ; Wilfredo Cancio Isla señala que se trata de una “Obra de indagación histórica y de contemporánea vitalidad…”, en http://aquevedo.wordpress.com/tag/revolucion-cubana/, El escritor cubano Reinaldo González dijo, en la presentación de El hombre que amaba a los perros, en Cuba: "Este libro es una suma de alfilerazos para la conciencia y la inteligencia revolucionarias. Bienvenido a Cuba este libro, donde va a tener lectores muy ávidos e inteligentes. Se trata de un texto sobre pérdidas, sobre fracasados, es un libro triste, para muchos va a ser melancólico y es un libro con una vastísima documentación ensayística e historiográfica". "Mi generación —agregó— llegó a la revolución con muchísimas lagunas y esas lagunas continuaron ampliándose por el silencio. Esto que ahora Raúl Castro ha llamado secretismo. La idea errónea, un poco perversa, de ocultar la información, de no permitir que se la busque, choca con una realidad inevitable y es que la gente va a tener la información, que el mundo va a saber verdades o versiones de verdades, y ahí se mueve Padura, en un terreno donde lo ficcional imprime lo suyo". Raúl Roa Kourí dijo en la presentación del libro en Cuba: "Los hechos que narra Padura, por más dolorosos que sean, por más cercanos que resulten sus reflejos en nuestra sociedad, que efectivamente durante demasiado tiempo se inspiró y a veces calcó el históricamente ineficaz modelo soviético, sobre todo en el aspecto económico, en ciertas políticas intolerantes, que entre otros conllevaron la homofobia, el llamado quinquenio gris y engendros como la UMAP, amén del pernicioso dominio de una burocracia inepta y conservadora, que sigue pesando sobre todas las cosas como un lastre inservible, no me mueven a la desilusión, ni a la renuncia de la utopía, que inauguramos en Cuba el primero de enero de 1959".(Los fragmentos de Reinaldo González y Raúl Roa fueron tomados del texto de Martha Santos, Un libro escrito mirando por la ventana, en www.diariodecuba.com/.../3170-un-libro-escrito-mirando-por-la-ventana)

(5) Antonio José Ponte: El libro del Miedo o El hombre que amaba a los perros, en http://www.gacetadecuba.com/disisdencias/?p=105

(6) Javier Goñi en su texto El grito de Trotski, publicado en http://www.elpais.com/articulo/semana/grito/Trotski/elpepuculbab/20090905elpbabese_7/Tes , señala que: “El único pero, pues, aunque estructural, que cabría hacer es éste, que nos da seiscientas páginas, donde caben tres novelas, y el total se resiente algo. En cambio, la ambición se le reconoce.” Otro autor como Javier Fernández de Castro plantea en el texto El hombre que amaba a los perros, publicado en http://www.elboomeran.com/blog-post/189/7819/javier-fernandez-de-castro/el-hombre-que-amaba-a-los-perros/, que desde el punto de vista histórico, “no es una etapa fácil de contar y encima Leonardo Padura ha elegido una técnica narrativa no menos compleja. De entrada hay un narrador en primera persona al que no hay que confundir con el firmante del libro pues se llama Iván Cárdenas y es un veterinario al cargo de una clínica de ínfima categoría”. Para David García Collin, en su texto El hombre que amaba a los perros, publicado en http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/26142/El_hombre_que_amaba_a_los_perros: “Las tres historias se enlazan tanto por su trágico final como por el amor por los perros que une a los tres personajes. Con una tención dramática excepcional se relata la exterminación por la brutal noria stalinista de los arquitectos de la revolución rusa, los compañeros de Lenin, de la familia de Trotsky, sus colaboradores, millones de seres humanos condenados a la muerte y al destierro siberiano; la traición hecha por el stalinismo de la revolución española, y la brutal despersonificación, fanatismo y enajenación que pervirtió al sueño revolucionario. El autor se propone reflexionar “la perversión de la gran utopía del siglo XX” y su relación con los acontecimientos en Cuba”. Sin embargo, Pepe Gutiérrez Álvarez matiza los criterios anteriores cuando señala: “…Leonardo Padura la asume escogiendo una técnica narrativa de una complejidad casi barroca, y sin embargo, el libro se desliza por nuestro imaginario atormentado por toda esta historia como si navegara”.

(7) Antonio José Ponte es el único en pecar de ligero al señalar en su texto El libro del Miedo o “El hombre que amaba a los perros” de Leonardo Padura”, publicado en http://www.gacetadecuba.com/disisdencias/?p=105 , que “…es innecesario que para enterarnos del final de Iván, aplastado por el derrumbe de su mísero cuarto, se introduzca una cuarta voz, la de su amigo Dany, justo para hacer el “Réquiem”.

(8) Sobre este aspecto coinciden varios autores: Javier Fernández de Castro señala: “Padura es un narrador de largo aliento y sabe situar al lector en el tiempo, el espacio y la perspectiva de quien habla en cada momento, y la historia que narra es de por sí lo bastante apasionante como para que no decaiga el interés”. En El hombre que amaba a los perros, en http://www.elboomeran.com/blog-post/189/7819/javier-fernandez-de-castro/el-hombre-que-amaba-a-los-perros/ , Ricardo Senabre, en su comentario al libro, El hombre que amaba a los perros, señala: Conseguir estos efectos es sólo posible cuando se posee un lenguaje variado y preciso y un dominio de registros idiomáticos y de recursos como el estilo indirecto libre (léase la narración del alegato de Trotski ante la Comisión Dewey, p. 60), todo lo cual permite al autor abordar con naturalidad la transición continua desde los datos exteriores a los indicios psicológicos de estados de ánimo, desde la realidad histórica conocida a la creación novelesca libérrima. Novela excelente, rica en propuestas y sugerencias acerca de la condición humana y de nuestro mundo que van más allá de la pura historia narrada. Publicado en
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/26142/El_hombre_que_amaba_a_los_perros , Ramón Peña también reconoce que se trata de una cautivante novela histórica. En http://www.analitica.com/va/arte/oya/6997227.asp

(9) El subrayado es nuestro.

(10) Arnaldo Díaz Borges evidencia con su criterio sus debilidades históricas al leer la novela cuando precisa: “Como en toda novela en la que aparecen nombres rusos y diminutivos y seudónimos en este empedrado idioma, no escapamos de la confusión al nombrar algunos personajes de la trama que entreteje a Mercader y a Trotski. Si a lo anterior le sumamos la densidad de la historia del disidente y los a veces aburridos detalles de su exilio, encontramos pasajes de muy difícil acceso que el lector puede saltar a gusto sin que se altere, para nada, el mensaje de la lectura”.En http://www.otrolunes.com/hemeroteca-ol/numero-14/php/librario/librario-n14-a05-p01-2010.php, por su parte Javier Goñi señala que: “El único pero, pues, aunque estructural, que cabría hacer es éste, que nos da seiscientas páginas, donde caben tres novelas, y el total se resiente algo. En cambio, la ambición se le reconoce”.En http://www.elpais.com/articulo/semana/grito/Trotski/elpepuculbab/20090905elpbabese_7/Tes , David García Colín Carrillo precisa algunos datos históricos, con los cuales coincidimos: “...ésta obra tiene el inconveniente de tomar casi todos los datos concernientes a la vida de Trotsky de manos de Isaac Deutcher” – el autor lo confiesa por medio de Iván que se pone a leer la trilogía de Deutcher-; la trilogía de Deutcher (El Profeta Armado, El Profeta Desarmado, El profeta Desterrado) es una obra ambivalente que al mismo tiempo ha acercado a las ideas de Trotsky a muchos de sus lectores (tan sólo hay que recordar a la desaparecida camarada cubana Celia Hart), también reproduce muchas distorsiones (Deutcher pensaba que la burocracia stalinista se reformaría a sí misma). Así el autor reproduce las ideas incorrectas de Deutcher acerca del papel de Trotsky en Cronstand, despacha como un fracaso el intento de Trotsky por formar la IV internacional (el hecho de que la IV agrupara a un pequeño grupo de camaradas es para Padura una evidencia de su fracaso sin considerar que su valor está en las ideas y la bandera limpia que legaría a futuras generaciones) y tiende a plantear el antagonismo entre Stalin y Trotsky como una pugna de personalidades y no de fuerzas históricas de clases y castas”. En http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/26142/El_hombre_que_amaba_a_los_perros

(11) El subrayado es nuestro.

(12) Andrea Rodríguez / AP: Padura dice que se necesita soñar un mundo mejor, en http://www.elnuevoherald.com/2011/03/02/895741/alejandro-rios-de-hombres-y-perros.html#ixzz1Qem9YhDa

Bibliografía
PADURA, LEONARDO (2010): El hombre que amaba a los perros, Ediciones Unión, La Habana.

miércoles, 24 de agosto de 2011

"Phil Anselmo" más allá de su raza

"Canté dos canciones. Provoqué un slam gigantesco. Mis voces guturales (agudas, medias y graves) estremecían el escenario. Muchos gritos y aplausos fueron la respuesta del público. Creo que estuve entre lo mejor de la noche del sábado".

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Javier Montes Miclín
es un joven cantante de rock que trasciende las barreras de su raza y gana adeptos en Contramaestre. Decir su nombre de pila no significa mucho para los adictos al género, pero si dices "Phil Anselmo", ya todos saben de quien se trata. Con este amante del rock y cantante de voz gutural fuerte e imagen carimástica conversa hoy Caracol de Agua.

¿Qué significó para Phil Anselmo la cuarta edición del Festival Rockevolucion?

"Más que un impacto social, un impacto sobre mi vida como artista. Rompí con los prejuicios de la marginalidad de mi raza. Yo soy un negro rockero".

¿Qué piensas de esta cuarta edición del Rockevolución?
"El Festival se dio en Contramaestre y persistirá. Todo estuvo bien durante los tres días del evento. Tocaron Tragedy, luego los abuelos de Agonizer; pero todo comenzó a cambiar cuando empezó Metastasys con el intro Hard Core muy energizante. Tocaron siete canciones y la gente descargó mucho".

¿Al entrar a escenario, durante el Rockevolucion, qué experimentaste como artista?
"Gritaban mi apodo Phil Anselmo. Canté dos canciones. Provoqué un slam gigantesco. Mis voces guturales (agudas, medias y graves) estremecían el escenario. Muchos gritos y aplausos fueron la respuesta del público. Creo que estuve entre lo mejor de la noche del sábado".

¿Tienes en mente algo nuevo, proyectos, canciones, alguna banda?
"Ahora me aceptaron para un proyecto más serio en la región oriental de Cuba; pero busco algo más ambicioso, una banda extranjera. Si alguien está interesado, aquí estoy".

A Phil Anselmo o Miclín le deseamos suerte en sus empeños de alcanzar nuevos sueños como músico y cantante de rock. Sirvan las páginas de Caracol de Agua de prólogo a lo que será una estrella en el futuro del género.

martes, 9 de agosto de 2011

El socialismo de estado en la visión del cubano José Martí

“...Herbert Spencer quiere enseñar como se va, por excesiva protección a los pobres, a un estado socialista que sería a poco un estado corrompido y luego un estado tiránico. Le seguiremos de cerca en su raciocinio, acá extractando, allá supliendo lo que apunta; acullá, sin decirlo, arguyéndolo”.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

La sociedad cubana vive un momento de lucidez extraordinaria, al plantearse la necesidad de actualizar su modelo económico y no perder las conquistas fundamentales logradas por el socialismo. ¿Qué socialismo pudiera replicarse? Y muchas respuestas vendrían a colación, pero en una, todos estaríamos de acuerdo: justicia y equidad sin diferencias sociales y de género.

En la actual situación histórica que vive Cuba, la visión del cubano José Martí sobre el socialismo de estado adquiere una permanente vigencia, por lo que propongo una nueva lectura de La futura esclavitud en la hora actual de Cuba.

¿Un simple reseña de un texto de Spencer?
El trabajo reseñado por José Martí es “La esclavitud futura”, que forma parte de un conjunto de ensayos publicados por Spencer (1820-1903), bajo el nombre “El individuo contra el Estado” publicados en la conocida revista Contemporary Review de febrero, abril, mayo, junio y julio de 1884.

En ese mismo año Martí lo lee y decide reseñarlo en uno de sus trabajos periodísticos con el título: “La futura esclavitud”. Un año antes, el 14 de marzo de 1883 había fallecido en Londres, un contemporáneo de Spencer, el fundador del socialismo científico: Carlos Marx. En 1871 había fracasado el experimento socialista francés la “Comuna de París”.

Pero no se trata de una mera descripción de los aspectos formales y de contenido del ensayo, sino una interrogación a las ideas de Spencer, respondidas por Martí a partir del conocimiento que tiene de las sociedades precolombinas con un sistema similar, aunque menos complejo y más atrasado en el orden evolutivo, por supuesto.

Considero también que Martí había leído a Marx, por eso al reseñar su muerte, señala: “Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo de prisa, y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestión natural y laboriosa”. Más adelante precisa Martí: “…no fue sólo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien. El veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha”.

Para realizar valoraciones como las presentadas aquí, Martí tenía que haber leído algunos trabajos de Carlos Marx. No olvidemos que escribían para los mismos periódicos, aunque esto último es una conjetura, aventurada desde la interpretación del contenido de las fuentes. Por tanto, a la hora de reseñar críticamente a Spencer, Martí está consciente de los peligros de ambos socialismos: el descrito por Spencer y el imaginado por Marx y ya experimentado en la Comuna de París. No es una reseña convencional, la de Martí, es ante todo una alerta a las naciones americanas, sobre la necesidad de no importar moldes europeos y proyectar sociedades nacidas de lo autóctono. El socialismo de Marx, José Martí no lo veía con mucha simpatía, aunque reconoce: “Karl Marx es llamado el héroe más noble y el pensador más poderoso del mundo del trabajo”.

¿Cómo caracteriza Martí a H Spencer?
En cuanto al pensamiento y estilo de Spencer al escribir, Martí lo hace a través de una caracterización elocuente: “cerrada lógica”, “lenguaje nítido”, “brillantez, trascendencia y peso”, “cota de maya impenetrable, “robusto caballero”, “hoja de Toledo noble y recia”, “generoso fuego”, “estilo de cureña de artillería”, “Habla, como otros en cuadros, en lecciones; tanto, que a veces peca de pontífice”.

Objetivo de la reseña martiana
El objetivo que se propone José Martí al escribir la reseña es que: “...Herbert Spencer quiere enseñar como se va, por excesiva protección a los pobres, a un estado socialista que sería a poco un estado corrompido y luego un estado tiránico. Le seguiremos de cerca en su raciocinio, acá extractando, allá supliendo lo que apunta; acullá, sin decirlo, arguyéndolo”.

Criterios de José Martí para rebatir los planteamientos de Spencer
Llama al socialismo: “…nobilísima tendencia”: “nacida de todos los pensadores generosos que ven como el justo descontento de las clases llanas les lleva a desear mejoras radicales y violentas, y no hallan más modo natural de curar el daño de raíz que quitar motivo al descontento…”

La forma de extirpar el mal de raíz: “…esto ha de hacerse de manera que no se trueque el alivio de los pobres en fomento de los holgazanes: y a esto sí hay que encaminar las leyes que tratan del alivio, y no a dejar a la gente humilde con todas sus razones de revuelta”.

A la tendencia de que el estado controle el ferrocarril, Martí le opone: “… tambalea, porque las empresas de ferrocarriles son pocas y muy contadas, que por sí mismas elaboran los materiales que usan”. “…y como si esa otra tentativa de dar los ferrocarriles al Estado no tuviera, con varios inconvenientes, altos fines moralizadores; tales como el de ir dando de baja los juegos corruptores de la bolsa, y no fuese alimentada en diversos países, a un mismo tiempo, entre gentes que no andan por cierto en tabernas ni tugurios”.

Contra la visión de las élites en cuanto al desarrollo civilizado Martí señala: “…como si el loabilísimo y sensato deseo de dar a los pobres casa limpia, que sanea a la par el cuerpo y la mente, no hubiera nacido en las rangos mismos de la gente culta, sin la idea indigna de cortejar voluntades populares…”

Al referirse al papel tutelar del estado, Martí está de acuerdo con Spencer: “Y es verdad que si llegare la benevolencia a tal punto que los páuperos no necesitasen trabajar para vivir -a lo cual jamás podrán llegar,- se iría debilitando la acción individual, y gravando la condición de los tenedores de alguna riqueza, sin bastar por eso a acallar las necesidades y apetitos de los que no la tienen”.

Sobre las formas de atacar el problema de la pobreza Martí señala: “…pero esto viene de que se quieren legislar las formas del mal, y curarlo en sus manifestaciones; cuando en lo que hay que curarlo es en su base, la cual está en el enlodamiento, agusanamiento y podredumbre en que viven las gentes bajas de las grandes poblaciones, y de cuya miseria -con costo que no alejaría por cierto del mercado a constructores de casas de más rico estilo, y sin los riesgos que Spencer exagera- pueden sin duda ayudar mucho a sacar las casas limpias, artísticas, luminosas y aireadas que con razón se trata de dar a los trabajadores, por cuanto el espíritu humano tiene tendencia natural a la bondad y a la cultura, y en presencia de lo alto, se alza, y en la de lo limpio, se limpia. A más que, con dar casas baratas a los pobres, tratase sólo de darles habitaciones buenas por el mismo precio que hoy pagan por infectas casucas”.

Sobre esa tendencia hacia un socialismo de estado que intuye Spencer en el futuro, Martí reconoce: “… el edificio venidero, de veras tenebroso, y semejante al de los peruanos antes de la conquista y al de la Galia cuando la decadencia de Roma, en cuyas épocas todo lo recibía el ciudadano del Estado, en compensación del trabajo que para el Estado hacía el ciudadano”.

Sobre el funcionarismo que generaría este socialismo de estado como tendencia futura, Martí señala: “Henry George anda predicando la justicia de que la tierra pase a ser propiedad de la nación; y la Federación Democrática anhela la formación de 'ejércitos industriales y agrícolas conducidos por el Estado.' Gravando con más cargas, para atender a las nuevas demandas, las tierras de poco rendimiento, vendrá a ser nulo el de éstas, y a tener menos frutos la nación, a quien en definitiva todo viene de la tierra, y a necesitarse que el Estado organice el cultivo forzoso. Semejantes empresas aumentarían de terrible manera la cantidad de empleados públicos, ya excesiva. Con cada nueva función, vendría una casta nueva de funcionarios. Ya en Inglaterra, como en casi todas partes, se gusta demasiado de ocupar puestos públicos, tenidos como más distinguidos que cualesquiera otros, y en los cuales se logra remuneración amplia y cierta por un trabajo relativamente escaso; con lo cual claro está que el nervio nacional se pierde. ¡Mal va un pueblo de gente oficinista!”

De concretarse la tendencia hacia un socialismo de estado que cree avizorar Spencer, Martí evalúa lo que sucederá con el ejercicio del poder: “Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que plugiese al Estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquéllos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen aprovechar de los abusos y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana. 'De mala humanidad -dice Spencer- no pueden hacerse buenas instituciones.' La miseria pública será, pues, con semejante socialismo, a que todo parece tender en Inglaterra, palpable y grande. El funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada y trabajadora. Lamentable será, y general, la servidumbre”.

Sin embargo Martí deja abierta la posibilidad del cambio revolucionario cuando crítica a Spencer al no “…señalar con igual energía… los modos naturales de equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra con guineas”.

Martí cierra la reseña con un final salomónico: “Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra."

Ultílogo
Esta lectura de la reseña del ensayo de H. Spencer “La esclavitud futura”, que José Martí redactara bajo el sugerente título “La futura esclavitud”, nos colocó ante la disyuntiva de encontrar el pensamiento del Apóstol, sobre una cuestión tan interesante como el socialismo de estado, que en aquella época, según la descripción de Spencer, se movía como destino hacia ese proyecto de sociedad.

En ningún momento Spencer lo asume como modelo de desarrollo, más bien lo que hace es describir los elementos negativos que están ocurriendo en Inglaterra que apuntan hacia eso y que deben evitarse.

Al leer la reseña crítica que hace José Martí, muchas veces lo que hace es recrear pasajes del ensayo original del autor, pero otras, como las demostradas en este ensayo, se compromete al emitir su criterio sobre las cuestiones señaladas. Su lectura crítica y juiciosa desde hoy le da una contemporaneidad extraordinaria a este texto del Héroe Nacional de Cuba.


jueves, 4 de agosto de 2011

Un loco cuerdo

En la segunda operación escuché la simpatía que experimenta el cubano de a pie al referirse a hombres sabios: “Es un loco cuerdo”. Esa imagen me visitó el 1 de julio de 2011, con un cigarrillo en los labios, aludiendo constantemente al delirante café. Su alias: “Castilla”.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Siempre he escuchado al cubano de a pie decir: “Desconfía del que utiliza frases hechas y hace malabares con el lenguaje”. Esa representación me visitó en mi primera operación, cuando un hombre grueso y bajito habló de literatura clínica; periodizaciones sobre enfermedades; escondido en sus espejuelos y unas canillas que pintaban su cabello desgranado.

En la segunda operación escuché la simpatía que experimenta el cubano de a pie al referirse a hombres sabios: “Es un loco cuerdo”. Esa imagen me visitó el 1 de julio de 2011, con un cigarrillo en los labios, aludiendo constantemente al delirante café, tan agradable al paladar de los isleños. Su alias: “Castilla”. De este “loco cuerdo” de cuyo nombre siempre voy a acordarme, Dr. Ángel Castilla Mustelier, especialista en Urología, voy a presentaros una breve semblanza.

En 1992 lo conocí sin proponérmelo, pues el médico que seguía mi tratamiento salió al extranjero y él ocupó su lugar. Me observó detenidamente y una sarta de palabras del lenguaje popular acudió a nuestra conversación. Esa tarde me fui convencido de sus destrezas, y cinco días después estaba en un salón de operaciones sometido a una compleja intervención, liderada por él. Años después supe, por su propia boca, que en aquella memorable ocasión, al menos para mí, era un simple estudiante de medicina.

Por esas raras casualidades del destino lo encontré en el hospital del municipio donde resido, Contramaestre; no recuerdo exactamente el año, pero de lo que sí estoy seguro es que fue a finales de la década de 1990. Lo habían ubicado a cumplir su servicio social. Con el tiempo formó familia y decidió fijarse para siempre al territorio, aunque su natal San Luís y la muy urbana y popular Santiago de Cuba, florecían en su lenguaje vernáculo con algunos toques del hampa afrocubana.

Su práctica en los servicios de urología ha ganado reconocimiento en el pueblo, que alude siempre a su imagen como “una cuchilla segura”. A esa fama la acompaña un discurso criollo, cargado de alusiones jocosas, palabras obscenas, en fin, un cubanazo que diserta sobre procedimientos quirúrgicos presentes en la literatura clínica, y que ha olvidado la estadística de las operaciones realizadas. “A mí nunca se me ha muerto un paciente en el salón”. Frase pronunciada con orgullo de “caballero negro”; que acumula amistades, admiradores y gente sencilla que lo veneran hasta el delirio con frutas, animales de corral, viandas y cenas en familia; o como este reportero, con una crónica para inmortalizarlo en las páginas de Caracol de Agua.

Tras treinta días de recuperación, luego de la segunda práctica operatoria a la que fui sometido, no he podido borrar la imagen del mediquillo grueso y bajito, de largas pausas en el discurso, y figuras retóricas alusivas a la Urología; escondido en sus espejuelos bifocales. No he podido borrarlo, porque gracias a las habilidades profesionales de un “loco cuerdo”, como el Dr. Ángel Castilla Mustelier, uno comprende que la aristocracia del mediquillo rollizo está predestinada a herir los órganos vitales y a respetar la víscera cancerosa.


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