lunes, 3 de marzo de 2014
Baile sobre patines o hielo, eso es la película Conducta
Por José R. Cruz (Doctor en Ciencias. EE.UU)
Arnoldo he visto la película, una vez en La Habana, y otra, ayer en mi casa de Miami. Leí tus comentarios y los de tu público. Sin tus amigos tus palabras lucían incompletas y hasta cortantes; con ellos y ellas que se suman, por tu invitación y forma de darles e incitarles a “su” palabra, resulta un diálogo enriquecedor. No quiero ser el monito de brazo largo que “salvó” a su amigo el pez de la crecida de un arroyo agarrándolo con su brazo largo de las aguas enfurecidas… Y luego no entendiendo que el pez siempre r e s i n t i ó la ayuda. Ahí va.
Arnoldo, la diferencia de edad no me parece el centro. Es más, la que se va, que no se fue aun, CARMELA, como que representa todo lo bueno que los maestros cubanos han dado a sus muchachos y muchachas. Esa maestra, como dice la ley anglosajona se cree in loco parentises decir, en lugar de los padres. Ella representa lo más educado del país, y la que nadie puede parar cuando arremete en favor del joven, la joven de turno; ya sea del problemático, como de la niña brillante y súper pobre y en medio de una vida difícil. Vida que para la niña ocurría, sin quejas, y que ella toreaba con elegancia y belleza. Nunca una niña hermosa y extraordinaria vivió más pobre, más limpia, más pegada a su papa, y sin mamá que se le conozca. Salió así, ¡puf! como las mariposas de colores en los jardines guajiros de alrededor de las casitas de yagua y guano y tablas de palma. Me hizo recordar mi caso en Sierra de Cubitas.
Esa maestra y esos dos niños, él líder y tronco de hombre, y la niña superdotada (¡qué bien le queda ese epíteto a esa niña!) en un baile sobre patines o hielo, eso es la película Conducta. Los que menos se quejan de la vida son esos tres, que buscan comerse el mundo y en su equipo, si no los avasallan terminarán comiéndoselo. Claro nadie se come al mundo solo. El ABC de la vida necesita una maestra o maestro y niños, niñas que sigan siendo niños, niñas y que reciban y acepten el contacto. La maestra o el maestro, se encargan de todo y los niños crecen y se desarrollan autóctonos y parece que nadie influyó en ellos, tan fino es el trabajo de Carmela. Todo el mundo, que era alguien en ese mundo, tenía algo que ver con Carmela. Y Carmela seguía su vida. Como si nadie tuviera que ver con ella y su vida de creadora de personalidades, especialista en poner horcones de niqui cuando el bohío se veía amenazado por los vientos huracanados, muy comunes en aquellas tierras de Carmela.
Nunca lo político y lo social pueden abarcar lo personal a satisfacción. Los maestros no se han formado y preparado para cambiar lo social y lo político de a mucho cada vez, ni de a muchos sujetos por sesión tampoco. Solo al tiempo se percibe el cambio producido por el maestro y la maestra en las escuelas. Cuando los verdaderos estudiantes salen de las aulas y arremeten con los cambios necesarios en lo político y lo social, lo cultural y lo patriótico: los más inteligentes de entre nosotros dirán “esos nuevos políticos, sociólogos, agentes de la cultura nacional y hombres que aman la patria de verdad, lo hicieron porque aquellos y aquellas maestras los educaron, los formaron, les sacaron las espuelas, los enseñaron a formar Patria porque creyeron en ellos”. Y de las Carmelas y los Carmelos no lograrán sacar, todos estos periodistas y gentes de la “media”, mucho más que un apurado: Si yo lo tuve en clase. Que equivale a mucho más entrenamiento y mucho más visión y mucho más refinamiento por centímetro cuadrado en todos los rincones y ramas que tienen que ver con la personalidad que los que atribuían antiguamente a Salamanca, modernamente a Harvard y siempre a nuestra Universidad de la Habana. El Maestro, la Maestra Carmela, tiene esa fuerza callada y transformadora que tan pocos tienen la visión de ver, reconocer y agradecer. Cuba tiene los mejores maestros. Por ahí andan los mejores jóvenes. Es hora de fijarnos en ellos y ellas y darles nuestro apoyo.
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