Viajé a Santiago de Cuba, junto a mi esposa, al llegar a una institución respetada que dirige un buen amigo, éste último me dijo, el evento no es aquí, entonces tomó el teléfono y habló: Ellos son de municipios, ¿qué hago entonces?. Mi amigo lo había dicho inconscientemente, pues estaba reproduciendo una categoría cultural excluyente que el discurso coral reproduce sin ton ni son, sin percatarse de los sentidos peyorativos que contiene.
Ser de provincias tiene sus ventajas y es obvio mencionarlas. Ser de municipios es sentir simbólicamente una frontera, que los instalados en la capitales provinciales dicen una y otra vez sin percatarse, que, todos somos Cuba y lo que vale es el talento, la obra del ser humano, no importa si es de La Habana, Santiago o Holguín.
El policía, de la película Conducta, dice al padre y la hija orientales, en una confesión alumbradora: Yo soy de Contramaestre, en abierta alusión a su cartas legales. Lo único que justifica su permanencia en La Habana es el trabajo que hace, de lo contrario sería uno como ellos. En otras palabras, reproduce el trauma de la territorialidad excluyente como una forma de decirle, yo soy igual que ustedes, no puedo hacer nada.
Lo mismo sucedió a un escritor cercano, que en un programa de la televisión nacional, al presentarlo, lo identificaron como el autor de municipios fulano de tal, ante lo que replicó, de Contramaestre, yo soy de Contramaestre. Lo dijo con la dignidad cultural que implica sentir, pensar y hacer desde un lugar, que otros cómodamente se complacen en ignorar desde sus sillas destinales. Hay otros ejemplos que podrían hacer bien larga esta página, pero prefiero que usted los piense y comparta aquí. Ayudarán a entender una complejidad que nos toca de cerca.
Las fronteras simbólicas, en términos culturales, condicionan discursos corales, repetidos una y otra vez hasta convertirse en normales para los que lo construyen y anormales para las víctimas, que sienten la marginación escondida bajo esas frases acuñadas, que uno de los Lineamientos del VI Congreso del Partido llamó a erradicar de nuestras prácticas cotidianas.
La Revolución digital ha llegado a Cuba, gracias a sus bondades esas fronteras comienzan a ser borradas, pues en fracciones de segundos, al conectarnos, somos ciudadanos globales y la provincia es relegada, entonces todos somos iguales culturalmente hablando. Desde afuera nos leen como una imagen insular integrada, con sus matices, lógico, pero no interesa lo geográfico particular, interesa lo que se dice y su alcance.
¿Por qué no aspirar a borrar esas categorías excluyentes del discurso coral en Cuba? Creo que es posible, pues si el ser humano hace una obra edificadora desde la Sierra Maestra, por citar un ejemplo, lo correcto es que los medios lo presenten como el cubano fulano de tal, que ha llegado desde tal lugar con un aporte valioso. No hacerlo desde la forma poco constructiva que deja al sujeto identitario de municipios anulado cuando le dicen: es un creador de municipios. Lo digno es enaltecerlo, sin acudir a la variable geográfica.
Yo me pregunto entonces: ¿Ayudará Internet en Cuba a borrar esas fronteras simbólicas marginantes? Ya arriesgué mi criterio aquí, ahora espero el suyo.
Idalberto Aguilar Macias: Dos cosas. Una, falsa superioridad, se vive cierto orgullo mortal porque se resida en la capital provincial o del país y lo segundo, hay mucho miedo en algunos de reconocer que en los suburbios también hay talento y que pueden fácilmente hacerle competencia, entonces al percibirlo tratan de ubicarte en un segundo plano.
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