Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu
Mi amigo escritor acude a la Fiesta del Libro en la ciudad donde vive -Oriente-, espera encontrar obras promocionadas en medios nacionales de prensa, sin embargo; casi todo se reduce a textos de cocina e infantiles y otros de muy larga data en los estantes de las librerías. La única novedad, los libros más pequeños del mundo, al menos la gente se ilusiona con ellos, a pesar de lo caro.
Para colmo de los colmos, en el programa literario están incluidas figuras emergentes sin una obra reconocida. Él no aparece en el programa porque alguien olvida ponerlo. Año tras año espera el reconocimiento de sus colegas, el homenaje que otros reparten para ellos mismos; tardó en comprender que todo se vuelve una especie de Chambelona contemporánea, una vez yo, otra vez yo, alguna nota para hacer la diferencia, pero siempre el ego a flor de piel, las vanidades multiplicándose como un inmenso pulpo.
Mi amigo descubre que alguien se encarga de ignorar sus publicaciones en el Santiago literario, sólo aparecen registradas obras de una sola editorial, el resto, silenciadas. Una persona, con el don de la ubicuidad, encargada de catalogar las obras de su pueblo, olvida actualizar su ficha biobibliográfica. El autor del monumental libro está eximido de culpa, la misma es responsabilidad absoluta de la fuente que suministra la información, todavía anónima, pero tarde o temprano la verdad se impone, -al menos sabrá quién es-.
En el programa literario fijan una hora para comenzar, pero la gente tiene que esperar hasta casi entrada las 11.00 am. La dispersión es enorme, todo empieza a organizarse el mismo día. La música arrolla sobre el parque de la ciudad, no deja oír el homenaje a la escritora invitada. Nadie se da cuenta. Los kioscos exhiben dinosaurios. Muy pocas personas compran.
Mi amigo recuerda la invisibilidad construida en torno a su obra escrita, no puede olvidar el sello, la medalla y el reconocimiento público negado en momentos de madurez de su carrera autoral; no olvida tampoco el último libro escrito, que alguien presenta y no menciona su nombre; en fin, tantas miserias, -piensa-, que es mejor apartarse y renunciar a escenarios fallidos, donde se intenta cumplir una meta, sin tener conciencia de las limitaciones para alcanzarla.
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