martes, 24 de junio de 2014

Huesos para mi pueblo




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu


Contramaestre, Cuba. Cruzo los brazos y aprecio la escena del mostrador. Confrontaciones de diferentes tipos suceden  a uno y otro lado. Huesos e hígado de res están en venta. Mujeres maldicen, hombres rechonchos ponen cara de tipos duros.

Detrás del mostrador, destapan una y otra vez la nevera, extraen las piezas mejor dotadas. Ante ojos enrojecidos por la injusticia reparten a diestra y siniestra, como si fuera de ellos aquella mercancía.

De la parte de los compradores, las palabras crecen, maldicen,  amenazan. Una señora lleva tres horas y  lo único que ha comprado son unos huesos desnudos; las vísceras desaparecen. Un viejecillo carga un par de muñones igualitos a un coco abierto.

Los vendedores del mercado hacen como el zorro, entran y huyen con las mejores cargas. Sus colegas del área de los cárnicos no los pueden parar; en la semana, también necesitan de ellos. “Siempre es lo mismo, dice un hombre. ¿Por qué suceden cosas así?”. “Hoy se espera visita de las alturas, sería bueno decirle estas cosas”, precisa otro. “Lo peor es que en la Feria aparecen muchas cosas, para engañar a ese “ilustre visitante”; si recorres la ciudad hoy, encontrarás de todo”,  señala un joven. “Hablamos de formar valores y qué ejemplo más burdo le están dando a la población con acciones como estas”,   apunta una vieja maestra.

Bajo los brazos y echo a caminar; atrás, la cola, palabras heridas, mañanas dilapidadas. Pienso en los necesarios cambios de mi país e imagino lo difícil que será conseguirlos. Me pongo en el lugar del Presidente e intento ver con sus ojos las cosas, entonces comprendo la milagrosa utopía de querer poner cada cosa en su justo lugar.

1 comentario:

  1. Luisa Rimblas: ha sido asi por mucho tiempo, solo que ahora se atreven a hablar, es triste

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