Fernández nos lleva en sus palabras a los días del Apóstol allí y al movimiento cívico surgido para construirle un obelisco digno. |
Por
Eduard Encina
Arnoldo Fernández lleva años haciendo trabajo de campo en Remanganaguas, primer lugar de Cuba donde fue enterrado José Martí. Escucharlo hablar sobre el simbolismo de ese suelo patrio, es clave para todos aquellos empeñados en hacer de la identidad, un proceso vivo, más allá de eslóganes y retóricas hueras. Fernández nos lleva en sus palabras a los días del Apóstol allí y al movimiento cívico surgido para construirle un obelisco digno y perpetuarlo como bien patrimonial de ese barrio de la isla.
Arnoldo Fernández lleva años haciendo trabajo de campo en Remanganaguas, primer lugar de Cuba donde fue enterrado José Martí. Escucharlo hablar sobre el simbolismo de ese suelo patrio, es clave para todos aquellos empeñados en hacer de la identidad, un proceso vivo, más allá de eslóganes y retóricas hueras. Fernández nos lleva en sus palabras a los días del Apóstol allí y al movimiento cívico surgido para construirle un obelisco digno y perpetuarlo como bien patrimonial de ese barrio de la isla.
Eduard Encina Ramírez (E.E.R) ¿Por qué
tu obsesión con el símbolo “Remanganaguas”?
Arnoldo Fernández Verdecia. (A.F.V) Remanganaguas es el “Héroe” en la puerta del destino;
la posibilidad de ponerle flores el Día de los Padres, como lo hacen año tras
año las familias que tienen a sus seres queridos enterrados en el campo santo
de allí. Es el mito continuamente
recreado en la palabra de la gente que vio la llegada del cadáver de José Martí
el 20 de mayo de 1895 a
las nueve de la mañana y de alguna manera lo acompañó hasta la sepultura a las
tres de la tarde. Remanganaguas es tierra santa porque el Apóstol fue bañado
con ella por unas setenta y dos horas. Pero además, es el único lugar de Cuba
que tuvo el privilegio de velar sus restos mortales, luego de la exhumación el
23 de mayo, en el fuerte del barrio durante dos noches y tres amaneceres. Al
partir su cuerpo a Palma Soriano, sobre el lomo de un burro, queda su corazón
allí, para recordarle a los cubanos la necesidad de volver a sentirlo, a darle
luz, mucha luz, en medio de la oscuridad tremenda que se avecinaba y aún hoy
cobija el lugar.
E.E.R. ¿Crees que a los cubanos le
interesa dialogar con sus muertos?
A.F.V. Somos un pueblo eminentemente occidental, en términos culturales, por
eso creemos en unos ritos funerarios que marcan el paso de la vida a la muerte.
Hay lutos llevados por un tiempo, flores, recuerdos, todo lo que ayude a
preservar la memoria del ser que amamos y no está físicamente. Nos queda siempre
el culto a sus restos como fetiche para sabernos partes de una conexión que
algún día nos servirá de impulso para visualizarnos en esa otra forma de vida.
José Martí era panteísta, por eso hizo de la muerte su mejor compañera y
cabalgó hacia ella, para entrar en el terreno del ritual, la memoria. Cuba no
puede olvidarlo, porque de alguna manera siempre creyó que resucitaría, tal vez
por eso muchos lo llamaron el Mesías.
E.E.R. ¿Qué referencias deja Remanganaguas
a los cubanos?
A.F.V. Hay un movimiento cívico importante surgido en Remanganaguas para darle
un obelisco digno al Apóstol, el mismo fue
liderado por el comandante mambí Manuel Benítez, -décadas del 20 al 40
del siglo XX-, y apoyado por la
Asociación de Reporters y el
Partido ABC en Palma Soriano y su máximo guía Mariano Esteva y Lora, -por
cierto alcalde entre 1940-1944 y delegado a la Asamblea Constituyente
del 40-. Esteva y Lora invitó al principal dirigente de la citada organización
política, Jorge Mañach, en mayo de 1941, a recorrer juntos el camino mortuorio de
Martí. Analizados de conjunto, son hechos que ayudan a cristalizar lo que ya
venía gestándose de llamar definitivamente al lugar “Barrio José Martí” y concluir
el obelisco en 1942. Tener bien claro el simbolismo de Remanganaguas ayuda a
los cubanos a comprender mejor por qué el líder del Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxo), Eduardo Chibás, también tomó la Ruta Funeraria como destino e
hizo de Remanganaguas un lugar sagrado en la proyección nacionalista de su
organización.
Remanganagua
sin la s como finalmente la cultura popular terminó llamando al barrio con el
paso del tiempo, es una asignatura pendiente en el conocimiento histórico de
nuestros jóvenes, incluso de los más adultos, quizás por eso no han aprendido a
darle el valor que merece. Aún están a tiempo de conectarla con el presente
como referencia necesaria y fortalecer sus sentimientos identitarios, a partir
de esa fusión dulcísima de amores y esperanzas llamada Patria.
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