Allí prendía la antorcha del club nombrado por ellos mismos: “Yugo y estrella”. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia.
Tomamos
un camión de pasajeros y nos fuimos hasta el preuniversitario Comandante Manuel
Fajardo en el poblado de Baire,
perteneciente al municipio Contramaestre, ubicado geográficamente en el
oriente cubano. Previamente habíamos hecho un trabajo de selección de probables
estudiantes para motivarlos a ingresar a la Sociedad Cultural
José Martí. El profesor de Historia de Cuba Antonio Domínguez hizo todo el
trabajo con los muchachos y muchachas; las condiciones ideales surgieron. Llegamos
un 25 de septiembre, Nos esperaban en la puerta de entrada al centro
estudiantil. Había una alegría no disimulada. Nos recibió un montón de jóvenes
con miradas escrutadoras. Debíamos hablarle sobre la Sociedad Cultural
José Martí, la importancia de pertenecer a la misma, derechos y deberes que
tendrían luego de afiliarse. El profesor Antonio puso el pie forzado:
“Pertenecer a esta organización es un privilegio. No todos pueden hacerlo.
Estudiar a Martí, hacerlo nuestro paradigma en la vida cotidiana, es un reto.
Ustedes los jóvenes son el futuro, y en el viaje hacia el mismo, nada mejor que
ser acompañado por el Maestro”. No podíamos caer en el pecado de hablar como si
fuéramos a hacer un crecimiento para una militancia de jóvenes comunistas, miembros
de los Comités de Defensa de la
Revolución, o la Federación de Mujeres Cubanas; teníamos que dar razones sin caer en los
lugares comunes de esas prestigiosas “organizaciones de la sociedad”. ¿Qué
decir entonces a aquellos chicos y chicas? No podíamos comunicarles una jerga poco
creíble, ni hablar como politiqueros de oficio. Formar cubanos dignos, útiles a
la Patria, era
el mensaje principal. Lo otro, ¿cómo decirlo? Entonces propusimos la
elaboración de una agenda turística con los principales valores de la
naturaleza, la historia y la cultura de Baire. Armaron la misma y surgieron
lugares y sitios que muchos no habían visitado en su corta vida. Luego hablamos
de conformar una agenda turística regional, y en primer lugar colocaron la Ruta
Funeraria de José Martí, Barrio Remanganagua y el Pico
Turquino. El entusiasmo era tanto, que no podían estarse quietos, ¿cuándo
empezamos? dijeron a coro. Primero había que elegir a un coordinador del club,
su tesorero y el responsable de llevar el proyecto de vida para hacer cumplir
las agendas pactadas. Manos levantadas, propuestas, votaciones y las funciones
mencionadas ya tenían a sus líderes actuantes. Dijimos que de ellos dependería
todo, lógico, con el apoyo del Consejo Municipal de la Sociedad Cultural y la Junta Provincial; ahora tenían que empezar y no quedarse en la
intención y el embullo criollo tan
caracterizador de los cubanos. Hicimos fotos para documentar los momentos de la
solicitud de afiliación a la Sociedad
Cultural y finalmente nos tomamos una colectiva. Luego
entregaron todo el trabajo realizado durante varios años con la obra martiana,
prueba evidente de la madurez del paso que estaban dando en sus vidas. Más de cinco gigas con materiales
audiovisuales ya formaban parte del patrimonio de la Sociedad Cultural
en Contramaestre. El paso decisivo ya estaba dado. Nos abrazamos largo y allí
prendía la antorcha del club nombrado por ellos mismos: “Yugo y estrella”. Iniciaban
el camino de la ascensión hacia la virtud, veremos cuántos llegan, cuántos
quedan; pero el paso más importante, ya
lo habían dado y sumaron más de veinte los que espontáneamente decidieron
apostar por esta organización, con dos décadas de existencia, en la mayor isla
del Caribe.
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