Verde conoce a todas las personas de la casa y conserva su buen humor hasta con los extraños. |
Por Luis Enrique Jerez (Especial para Caracol de agua)
Todas las tardes
corre el perro los límites del palmar, aquí en Contramaestre, Cuba; su nombre
es Verdugo, pero le dicen “verde”, a pesar de tener su pelo
negruzco.
Verde conoce a
todas las personas de la casa y conserva su buen humor hasta con los extraños.
Si es de día mueve rítmicamente el rabo y a los que más aprecia marca con sus
pezuñas enfangadas en manifestación de alegría, sin embargo, de noche se torna
desconfiado y ladra no sólo a la luna, sino hasta los aviones que pasan.
Verde gusta en las
noches del silencio, revisa hasta el último arbusto, conoce a todos los
animales del palmar por el olor.
Una mañana
comprobaba si los ladrones nos habían querido dejar una yuca sin sacar, porque
ese tipo de gente suele recoger las cosechas antes que quienes la siembran,
cuando escuché unos ladridos, en tono insistente, fuera del límite del palmar,
en la finca de un vecino.
Se lo voy a decir
bajito porque me da mucha pena: esa finca está llena de matojo y son muy
dichosos, porque nunca le han robado ningún marabú, pero si se pasan los
animales de la finca “El Palmar”, jamás encuentran el camino de regreso. Lo que
ocurrió es que seis cerditos traviesos,
se habían fugado del corral y si no llega a ser por Verde que los trajo
casi a la fuerza, jamás volvemos a ver a
Machito Casabe, Lape, La
Fenómena, Mosita, Chupa Fiao y Machita Torda, todos ellos
queridos puerquitos del Palmar.
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