Verde fue sorprendido una noche ayudando a los ladrones a agarrar los chivos del Palmar. |
Por Luis Enrique Jerez (Especial para Caracol de agua)
El Perro verde por los días ladraba, al sentir algún ruido, pero era un perro demasiado cariñoso para tomarse en serio el rol de verdugo por las noches cuando todos dormían en El Palmar. Perro verde en verdad se entretenía buscando perras a siete leguas de distancias a la redonda, sin prestar mucho empeño en cuidar a chivos, ovejos y cerdos.
El Perro verde por los días ladraba, al sentir algún ruido, pero era un perro demasiado cariñoso para tomarse en serio el rol de verdugo por las noches cuando todos dormían en El Palmar. Perro verde en verdad se entretenía buscando perras a siete leguas de distancias a la redonda, sin prestar mucho empeño en cuidar a chivos, ovejos y cerdos.
Así en los últimos
años de su vida, Perro verde no se tomó
en serio su misión de cuidador nocturno
y prefirió dársela de Galán Perruno, así fue que conquistó el amor de “Laica”,
“La Perra azul”
y hasta la bella “Princesa de Pozos Grises”, por la que se buscó de enemigos a los
Perros Sultán y al Gran Perro Mudo, con ellos combatió muchas veces ganando y
perdiendo batallas.
Pero Verde fue
sorprendido una noche ayudando a los ladrones a agarrar los chivos del Palmar,
obedecía al pie de la letra las órdenes que le daban, “agarra al chivo negro el
más grande y tráemelo” y así lo hacía, tal vez esperanzado en merecer como regalo un mondongo nuevo. Perro
verde era enfermo a los mondongos de cerdos y panzas de chivos, pero no imaginó que aquella noche “los ladrones” querían más,
y decidieron comérselo a él también, para no tener que compartir más las
vísceras.
Tres días después
apareció en un farallón cercano al palmar, la cabeza y el cuero a los cuales se
les dio sepultura con todos los honores de perro viejo y hasta se perdonaron
sus vicios, porque en definitiva no somos perfectos y los perros favoritos
también cometen errores.
Todavía en el
Palmar se recuerda la leyenda
del Perro verde y sus dos caras, pero se reconoce que nunca les faltaron los
sentimientos de su casta perruna.
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