Dicen
las mujeres hermosas que los escritores son unos tipos muy raros, pues viven
una especie de ensoñación de la que no pueden liberarse; en otras palabras,
nunca han sido felices. En apoyo de esta
convicción femenina, acude alguien como Pascal, según él, los seres
felices no escriben, porque no tienen vocación para hacerlo.
La
felicidad y los placeres de la vida no son campo fértil para la poesía. El joven de Baire, Onel Pérez
Izaguirre (Onelito), es un raro, envuelto en un cuerpo menudo, miradas
extraviadas; parece en verdad un resucitado del reino de los versos; alguien que ha tomado la palabra como cincel
y con ella ha salido a la sociedad a labrarse un destino.
Sus
inquietudes lo han convertido en alguien atento al dolor, quizás movido por la
frase emblemática de Schopenhauer de considerar la existencia humana regida por
este axioma. Su poema mayor es todo un himno; parte de un título minimalista,
“Fosa común”, donde con una brevedad asombrosa, pero estremecedora, asoma un
mundo terrible, que bien puede ser el de cualquier persona que experimenta el
desarraigo familiar; o sencillamente un
reino simbólico, donde la felicidad no tiene espacio.
Una
vez escribí sobre Onelito; lo llamé el poeta de los suburbios, atrapado en una
triangulación maldita de carácter laberíntico, que va de una fosa vertiendo a
la calle, una cloaca tupida, a un campo
de borrachos llamado Barrio de los chinos, Canta Rana, El canal, o
sencillamente, el Barrio de las heces.
De
ese mundo precario, duro, surgieron los versos de Onelito, ahí nació “Fosa
común”, cuaderno de poemas que
recientemente acaba de ganar el Premio Primavera en Ciego de Ávila y constituye
un reconocimiento a la obra de este joven bardo, que estoy convencido será
nuestro Reinaldo Arenas del futuro y ocupará un lugar prominente en el reino
lírico oriental y cubano.
Con
la lectura del poema “Fosa común”, cerramos nuestra ventana de hoy, en Caracol
de agua, a Onel Pérez Izaguirre, el
poeta de los suburbios en Baire:
Fosa común
Crecí sin padre,
Crecí sin padre,
como un perro al que le sale
sangre de la boca.
Nadie siente ese dolor,
Nadie siente ese dolor,
sino el poeta cuando preguntan
si existe el padre.
Les digo que no,
Les digo que no,
la poesía no abandona.
Es la culpa quien regresa
Es la culpa quien regresa
y descarga los sesos de mi padre
en la basura.
Me detengo.
Embarrarse las manos
Me detengo.
Embarrarse las manos
no sirve de nada.
¡¡¡DIOS MÍO!!!
ResponderEliminarQue realidad dolorosa... ¿Dónde está la protección a la familia, la base de la sociedad?
Hay que cuidar ese talento, y apoyarlo.
No podemos permitir que la burocracia buRRocratizada lo aplaste.
¡¡¡TREMENDA DENUNCIA!!!
La demostración del divorcio entre las palabras y los hechos.
Rosa Maria Dominguez: Arnoldo Fernandez, lee Terrazo de Abelardo Díaz Alfaro; Trabajador Social de profesión, visitaba los campos y de ahí salen los cuentos más hermosos que puedas leer. La sensibilidad y la realidad, no hay mejor mezcla para excelente prosa.
ResponderEliminarFrancisco Tamayo: De esos lugares son los talentos autenticos y verdaderos. Felicitaciones
ResponderEliminarCoral Salazar Aleman: Alguien dijo que los grandes hombres son sencillos me atrevo a afirmar que Arnoldo Fernández lo es porque sin el más leve asomo de superioridad tiene la capacidad de reconocer el trabajo de un escritor joven.Suerte Arnoldo y Suerte Onelito
ResponderEliminarRoberto Javier Quevedo Mosquera: Felicidades amigo; muy valiente.
ResponderEliminar