El día que pueda Joseph Fouché cava un hoyo y te hace mártir de sus vanidades. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Hace un tiempo mi amigo el poeta
Reynaldo García Blanco me hacía llegar, como mismo lo hizo a tantos otros, un
texto titulado “Graduarse de buena persona”;
usaba una metáfora universitaria para visualizar, desde una carrera moral,
el camino a la decencia. Lo conservé entre mis textos preferidos y de vez en
cuando lo compartía, vía correo electrónico, con personas interesadas en el
ejercicio del bien como fin supremo de la virtud. Hace unos días alguien, con
insistencia, hablaba una y otra vez de este texto, decía que me lo hacía llegar
y no sabía porque razón nunca lo conseguía.
Recordé mis palabras para él: “Tengo ese texto; Rey me lo mandó vía
correo hace cuatro años. Formaba parte de un cadena de mensajes. Se publicó en mi blog Caracol de agua el 5 de octubre de 2013”. Al
retirarme a la soledad de los días, cavilé intensamente y algo me hizo conectar
“Graduarse de buena persona”, con uno de mi autoría: “Tengo cerrada la lengua”.
Allí escribí con profundidad sobre los
falsos amigos, esos que uno cree indispensables y de pronto se convence de otra
cosa, porque una y otra vez se conocen
por sus acciones. Toda la vida los consideramos hermanos y de pronto te convences que tienen el don de la
ubicuidad, están en todos lados y hablan en cualquier tribuna. Como diría Sweig
en El mundo de ayer: “(…) todos los puentes
entre nuestro hoy, nuestro ayer y nuestro anteayer han sido destruidos”.
Los puentes hemos querido hacerlos; intentos de crearlos de hormigón no han
faltado, pero la realidad es que:
“Vivimos individualmente tan aislados como siglos atrás, cuando aún no
se había inventado el vapor, el
ferrocarril ni el correo”. Con Internet hoy esa sensación de soledad es mayor;
aunque algunos se empeñen en creer que estamos más conectados, puede que tengan
razón; pero en la universidad donde se
estudia esa carrera llamada “buena persona”, no hay muchos quijotes en la
matrícula y sí muchos zombis que se despiertan en la noche sin ojos y memoria, para hacer leña lo que antes fueron puentes. Desconfía
siempre del que regala adjetivos. Al calificarte, me dice al oído el duque de
Otranto, Joseph Fouché, piensa lo contrario de ti; no lo pierdas de vista nunca; el día que pueda cava un hoyo y allí te hace
mártir de sus vanidades. Una vez más recordé mi lectura de Sweig: “Pero
cualquier sombra es, en última
instancia, sin embargo, hija también de
la luz. Y sólo el que ha experimentado
sucesos claros y oscuros, la guerra y la paz, el ascenso y el descenso,
sólo ese ha vivido en verdad”.
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