Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Día
9. Enero. 2018. Amanecimos esperando una guagua para irnos a la Asamblea X Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba
(Upec), en Santiago. Al abordarla, un chofer con muchos años al timón nos
recibió; debíamos sentarnos en la parte izquierda, porque aquello estaba en
suspensión. Salimos a la Carretera central y colegas del vecino Tercer Frente y nosotros, entablamos
una sabrosa conversación sobre el Carlos Manuel de Céspedes y el José Martí que
debemos defender por razones de patria chica; símbolos mayores. Luego entró en
las palabras el “Sonero improvisador de oriente”, el más grande de toda la isla
y alguien contó una novela sobre un triángulo amoroso en las laderas de Filé.
Muchos quedamos boquiabiertos. Si aquel reportero no habla, quizás nunca
hubiéramos conocido algo así. Pensamos en el periodismo de Lino Betancourt,
entusiasta defensor de esas historias. Todo
el viaje hasta Santiago, metidos en conversaciones picantes, lúcidas. Al llegar, té y al teatro; “si lo
hubiera imaginado”, fue la frase de un colega con el estómago apremiado de un
desayunillo; así que brindamos con café y la Asamblea nos supo a bien.
Al regreso, la misma guagua, el mismo chofer, pero ya no en suspensión la parte
izquierda; nos regamos por los asientos
y bajo el gris de la tarde y asomos de
llovizna invernal, empezaron a sonar Los Latinos, con Ricardito a la cabeza; La Monumental, su voz
líder, Arturo Clenton; parecía que habíamos regresado en el tiempo; buen gusto
en la selección, todo muy cubano y las conversaciones sobre aquellas
agrupaciones llenando plazas bailables,
condimentaron las palabras. Muchos aprendieron, otros sencillamente nos
dedicamos a oír al chofer, su fascinación por una música que se había ido
definitivamente, y que algunos en la guagua consideraban olvidada, o mejor,
“chea”(atrasada), porque no estaba a la altura de los "Osmani García", Jacob
Forever o sabe Dios cuánto tipo llegado al mercado, con mucho dinero en el bolsillo y audiencias
enloquecidas por letras y diseños rítmicos, que obligan a la locura del cuerpo,
sin importar los pensamientos profundos. Tomé varias fotos del chofer, medio
molesto no sabía mis razones; al bajarme, apreté su mano, incluso lo felicité,
como mismo lo hicieron otros. No todos los días uno se monta en una guagua conducida por David Torres Caturra, de la Base de Fletes de Santiago, servicio
especial, Buscar B-114123, con más de treinta años de oficio y una cultura
musical amplia, que privilegia lo cubano y resiste la embestida de la
pseudocultura, cuando manda el más regio de los mercados alucinantes. Hombres
como David, merecen señalarse, quizás son los pequeños héroes, vencedores en su
guagua, de esos Goliat que andan
montados en fantasmagóricos reguetones.
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