Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
En medio de un camino
polvoriento, detrás del barrio de Arroyo Blanco, está “La Aduana”; muy pocos cubanos saben que aquí, en un modesto sitio, preservado por familias mambisas, descansó el cadáver de
José Martí, pasado el mediodía del 25 de mayo de 1895. Uno se asombra ante la
humildad de las cosas: un busto frío, escasas flores, lechosa descuidada sobre
cemento. Dicen los más viejos, esos taitas de la memoria, que la palma real y
la verdadera guásima ya no están, los ciclones las borraron de allí. Una cerca muy humilde
preserva el espacio. Un tal Roberto Partagás fue el primero en hacer un cartel para identificar el sitio;
sólo los bisabuelos lo recuerdan y algunos nietos preocupados. Por gestión de
este hombre, junto a descendientes de familias
mambisas, se fija el “Descanso
del Muerto” en la memoria histórica. El 25 de mayo de 1895 el sol estaba
picante sobre la 1:30 pm. La exploración avisa al teniente coronel Michelena,
que en Arroyo Blanco lo espera Quintín Banderas. El oficial español maniobra y
al bajar la cañada, tuerce hacia Tamarindo y se pierde en la espesura del
monte. El rumor de las aguas escucha el paso del “Héroe Nacional de Cuba”; "Loma de los Manantiales" sabe
del valor de aquel hombre que muchos llaman Apóstol, Maestro. Por esas ironías del destino, “La Aduana” vivió orgullosa de esa huella, pero
inexplicablemente es un sitio preterido en la geografía de Palma Soriano; allí
el único transporte seguro son 14 volantas que cobran 5 $ en moneda nacional
por llevar y traer de regreso a la gente desde Arroyo Blanco. En la mente de la
mayoría, el viejo anhelo de la “Ruta Martiana”, la “Gran Vía” soñada por los campesinos de la
zona durante la República,
esa que muy pocos recorren hoy, por miedo a fajarse con un camino inhóspito,
donde los canarreos campean y las autoridades de transporte amenazan que si los
vecinos no lo arreglan, los dos viajes de la guagua nunca más se producirán. El
agua potable escasea por estos lares; cuesta muy cara tenerla en casa. Es una de las grandes preocupaciones de la
gente. La Aduana
es la tierra de los aguacateros, uno mira a todos lados y los ve florecidos, lo
mismo en campos ordenados, que sobre racimos de montañas. El tiempo del aguacate es la bendición de la
naturaleza. Todo es posible cuando llega. Desde allí salen cantidades enormes
hacia el occidente de Cuba, sobre estómagos de guaguas Astros, o en los de
rastras de carga que recorren la isla. Sobre una volanta, un combatiente de la Guerra de Angola, me
muestra la cicatriz en la garganta de un tiro que casi roba su vida; pero vive
orgulloso de su linaje, es descendiente de un teniente coronel del Ejército Libertador;
pero la pensión no le alcanza para cubrir las necesidades y día por día, cuando
las cosas andan bien, regresa a casa con 130 $
o 160 $, unos cinco o seis dólares. “Sueño un día conversar con Expósito, decirle
las cosas de aquí. Es un gran líder; hombre de probada virtud. Estoy
convencido de que las cosas cambiarán”,
me dice. “Fui delegado por muchos años. Como andan los tiempos, temo que la
huella de José Martí desaparezca y un día nadie recuerde que aquí descansó el
Apóstol”. En su volanta, la Carretera
Central ya es cercana. Aprieto la mano derecha de aquel
guerrero olvidado y parto a Contramaestre. Ya son cerca de las dos de la tarde.
La Aduana
siempre será para mí, tierra de aguacateros, volantas, pero también la que
arropó a José Martí bajo una guásima y una palma real.
Fidel Castro, el mayor tirano y dictador que hemos tenido la desdicha de vivir los cubanos en nuestra triste existencia dijo en su alegato "La historia me absolverá", en el juicio por el asalto armado al Cuartel Moncada:
ResponderEliminar“Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la Patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”
Es cierto, en ese momento y en los inicios revolucionarios Martí fue usado como bandera, sus ilustres y patrióticos pensamientos fueron guía y engaño para los que creyeron en las banderas enarboladas por la guerrilla liberadora, después, cuando el pueblo descubrió el trampa, cuando el pueblo hambriento supo de la mentira, Martí era un peligro, muchas de las mejores ideas de Martí hablaban en contra de los dictadores, de los gobiernos que explotaban a su pueblo.
Esa es la razón por la cual Martí ha tratado ser olvidado, llevado a un segundo lugar, inclusive, ponerlo detrás del Che Guevara, ese médico Argentino encargado de las mazmorras de La Cabaña donde tantos cubanos fueron asesinados por los mal llamados tribunales revolucionario.
A la tiranía no le importa hablar de Martí, menos la ruta funeraria o sus verdaderos pensamientos, para ellos es más importante la figura del Che, así quieren que sean los hijos de Cuba, asesinos de una ideología fracasada que solo ha servido para instaurar la más larga y sangrienta dictadura militar del continente.
No se asusten, si muy pronto, la figura del tirano saurio que hoy sus cenizas, dicen, descansa dentro de una piedra muy cerca de Martí, en Santa Ifigenia, lo nombran el más grande de los cubanos y padre de nuestra nación, Dios no lo permita.