Las barras de mantequilla “con la vaca afuera”, uno podía comprarlas en cualquier comercio. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
He comido hoy dos panes con
mantequilla, acompañados por un jugo de papaya y me han sabido a gloria. Pan
con mantequilla, una delicia... En mis tiempos de secundaria básica costaba 15 centavos. Recuerdo venía en la tarde de Cruce
de Anacahuita a la Pepito Tey
a dar clases, unos cuatro kilómetros de distancia; al terminar, mi
primo Wilfredo y yo salíamos a toda carrera camino al “Baturro”, donde podíamos
cómpralos por cantidad. Día por día en casa me daban dos pesos, de ellos cogía 40 centavos para la guagua
y el resto a mis ahorros, aunque a decir
verdad, los invertía en panes con
mantequilla y refrescos gaseados de 10
centavos o un yogur de veinte. Comía cuatro o cinco todos los días, era la manera más rebelde de pelearme con la
leche de vaca en casa y las viandas con chicharrones o bisteces de puerco o res.
Comer pan con mantequilla era como ir al cosmos y regresar victorioso. Mamá
sabía de mis locuras con el camarada pan con mantequilla, me advertía sobre la
grasa, la obesidad, las espinillas, pero
yo era más flaco que un güín y los sermones de la vieja no me convencían. Las barras de mantequilla “con la vaca afuera”,
uno podía comprarlas en cualquier
comercio; las había por montones; a
mucha gente no le agradaban, porque había tanta carne, mariscos, de todo, así
que comerla con pan era pertenecer a la
última cola de lo social; pero en mis
pensamientos no había entrado todavía “El capital”; mi felicidad mayor era jugar bolas, a los
soldaditos y arrastrar mis carros de
juguete. Con toda honestidad era una vida muy sana, aunque mamá me advirtiera
siempre contra los males del pan con mantequilla; pero un día las vacas desaparecieron de los
establos, de las envolturas brillantes; la leche era algo impensable y por décadas perdimos la pista de aquella
mantequilla; años después la vimos en nuevas tiendas con otro vestido, a
precios exorbitantes, casi 50 pesos; juré
no comerla más, me peleé con ella, porque mis bolsillos no cubrían esa demanda; su camarada el pan tenía el apellido
“especial” y unos números altos, 3:50, 7:00, 10. Ya ni siquiera el “Baturro existía”, en su
lugar, un restaurante con nombre geográfico. Decir pan con mantequilla es recordar
un tiempo que no volverá; unas vacas envueltas en papeles luminosos, pastando en
un viejo establo de los 80.
Por el TRIPLE BLOQUEO:
ResponderEliminar- El de EE.UU.;
- El de la traición de la Europa del Este;
- Y el de los burócratas que han usurpado el poder al pueblo, prohibiéndolo toda iniciativa emprendedora.