Mi madre y yo cuando la luz bendecía nuestras vidas. |
Por
Arnoldo Fernández Vedecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Crecí
en el campo de la Cuba
más oriental, entre Maibío y la Carretera
Central: Cruce de Anacahuita. Mis primeras escuelas las
recuerdo con mucho cariño, sus nombres, José Martí y Domingo Portela. A ellas
iba cada mañana; en la tarde, correrías por el campo a cazar palomas, o sencillamente pescar en la presa de mi
primo René. Era una vida muy sencilla, donde el reino afectivo tenía un nombre
esencial: Enma Ramos Ríos, mi vieja. De niño le prometí un regalo si me hacía profesional:
“una vuelta turística a Cuba”. El costo no llegaba
a 300 pesos cubanos por persona. Lo creía posible, pues mis primeros salarios
la cubrirían con creces. Me veía ya de historiador en el futuro ganando ese
dinero. Mamá sólo había ido a Santiago y
Bayamo; nunca había visto el mar
siquiera. Así que nada mejor que “una vuelta turística a Cuba”, ver sus maravillas, las
que todo ser humano debía admirar antes de morirse; no por gusto un viejo
refrán decía: “conozca a Cuba primero, al extranjero después”; pero el tiempo, ese miserable asesino, pasó
por nuestras vidas y un día despertamos
con las noticias de una “Opción cero”, de
un “Período especial en tiempos de paz” y la vida cambió radicalmente.
Todo se hizo demasiado real, recuerdo me
gradué con “título de oro” y la muda de ropa y los zapatos usados en aquel
ritual de estudiante a profesional me costaron
el alma. Mamá no fue al “Teatro Heredia”, no pude alquilar un carro; no merecía
viajar sobre un camión de Cruce de Anacahuita a Santiago, unos 80 kilómetros. Había
llegado el momento de la “vuelta a Cuba”, pero mis salarios de los primeros 10
meses de trabajo fueron de 198 pesos cubanos, cuando un dólar costaba 125 en
moneda nacional. Con tristeza puse mi cabeza sobre las piernas de la vieja, aguanté
el sollozo e invoqué al cielo: “-¿Por qué Dios mío?” Madre pasó sus manos
cansadas sobre mi cabello y dijo: “-no importa hijo, Dios sabe porqué hace las
cosas”. Un 21 de noviembre de 2011,
mi madre partió a un viaje sin regreso; eran casi las
cuatro de la madrugada, hacía un frío terrible, besé sus mejillas y lloré hasta
hoy mismo. Nunca pude cumplir el sueño prometido de llevarla a conocer Cuba.
que duro que real que bien contado que tremendo
ResponderEliminarMientras leía sentí un sabor amargo en la boca; tal vez por solidaridad o porque sencillamente soy uno más de esos cubanos resignados a padecer hasta que a Dios le de la gana. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchísimas historias existen, así de nostálgicas, duras y difíciles en nuestra, siempre en crisis, pequeñita tierra insular. A este pedacito antillano en medio del Caribe le ha tocado lidiar con etapas crudas, dolorosas. Tus memorias son parte de esa historia colega. Triste pero real, así de simple y ya inevitable. Pero le diste el orgullo de verte crecer profesionalmente desde ése tu pequeñito espacio natal. Reconforta entonces tus recuerdos con ése regocijo. A veces la vida se nos va de nuestras manos y para suplirlo sólo tenemos nuestros afectos, sentimientos y voluntad de amar y seguir amando, a pesar de todo.
ResponderEliminarAmigo, tuve también ese sueño, que acariciamos mi grupo de la Universidad en pleno, fuimos un grupo excepcional cohesionado, unido y queriamos hacer le viaje juntos, pero llegó el periodo especial apenas nos graduamos y aunque pudimos reunirnos el primer año, y 20 años después, nunca logramos el sueño, a mi madre le prometí llevarla a Trinidad, pude hacerlo hace poco gracias a la misión que como sabes me costó dos años de distancias y añoranzas. Te entiendo y mucho, se lo que uno siente cuando cree que tiene deudas con alguien tan amado, pero te repito le diste lo que quiso de ti, por lo que lucho, le diste el mayor regalo, ser un hombre integro, decente, que la acompañó hasta el último de sus días en la tierra, que apretó su mano y cerró sus ojos, estoy segura que ese fue su mayor premio, muchos hijos complacen a sus padres en asusntos materiales pero no estan.. y eso querido si es duro... te abrazo como siempre
ResponderEliminarAristides Vega: Tuve esa posibilidad, amigo y te puedo asegurar que conocer Santiago, Bayamo, ir por segunda o tercera vez a Varadero, y hospedarme el Hotel Nacional en una habitación que quedaba frente al malecón habanero, son recuerdos que aún hoy disfruto.
ResponderEliminarVictor Hugo Perez Gallo: Mi hermano. Este post tuyo ha sido de lo mejor que he leído en mucho tiempo. Triste, esa es la palabra. Muchas gracias por escribirlo.
ResponderEliminarNora LR Calzadilla: Triste, muy triste, tu mami -EPD su alma- no pudo ver el mar cubano, pero tengo la certeza de que vivió colmada de amor, tu amor de hijo, no hay riqueza mayor que lo supere.
ResponderEliminarRosa Maria Dominguez: Arnoldo, la vida toma vueltas que no controlamos; le cumpliste como hijo y le diste horas de dicha y orgullo, lo demás no importa. Ya ella ha visto el mar! Siéntete tranquilo
ResponderEliminarMilagros Vega: Hay mi amigo . Has tocado un punto para escribir un periódico que prefiero no escribir . Me duele cuando leo cosas como estas , mucho más ahora que veo que muchos cubanos “”” revolucionarios o fidelistas “” como quieras llamarlos tienen privilegios capitalistas y pueden viajar a donde quieran , le dan visa y tienen dinero por solo ser o aparentar ser defensores de la Revolución (la famosa doble moral y tienen la osadía de criticar y cuestionar el capitalismo actuando y viviendo mejor que cualquier millonario en el Capitalismo) mientras que otros no tienen ese privilegio porque son auténticos . Sobre tu mamy le diste amor y es lo que cuenta porque ella supo siempre lo que había en tu corazón para ella ,no te quepa la menor duda de que hizo ese viaje contigo en su imaginación y no hay lugar más bello que nuestra imaginación , créeme que te hace feliz , es donde único existe la verdadera felicidad porque en la vida real no existe , nadie es totalmente feliz . Recuérdala con ese mismo amor hasta tu último día y ella viajará siempre contigo . Un abrazo .
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