Mostrando entradas con la etiqueta Cruce de Anacahuita. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cruce de Anacahuita. Mostrar todas las entradas

miércoles, 6 de octubre de 2021

EL MITO DE ERNESTO ROSALES ‘NETICO ‘EN CONTRAMAESTRE*

Por Arnoldo Fernández Verdecia. 

Siempre he buscado libros de memorias por la carga emotiva, confesional e histórica que portan. No olvido las del líder británico Wiston Churchil, las del escritor  Stefan Sweig, o las del general Máximo Gómez. Nunca imaginé que tuviera una original entre mis manos,  inédita por cierto, la del capitán del Ejército Rebelde Ernesto Rosales Matos, el “viejo” como le decían sus compañeros de lucha, considerado “el hombre de más testículos por estos lares durante la guerra de liberación”. Atrapado por la curiosidad ojeé sus páginas. La leí de un tirón. Fue agradable encontrarme con un texto fundacional para la literatura de campaña en Contramaestre, que no logro saber por qué no se ha publicado en nuestras editoriales nacionales o territoriales. ¿Qué valores literarios e históricos tiene la misma?

Tiene el mérito de presentarnos sucesos trascendentales de la lucha guerrillera en Cuba desde la visión personal de Ernesto Rosales Matos. También ilustra las contradicciones que matizaron diferentes  momentos de la lucha guerrillera en el oriente de Cuba, en las que Rosales Matos aparece como protagonista principal junto a figuras de la talla de Juan Almeida Bosque, Raúl Castro y el comandante en jefe Fidel Castro.

Debe significarse su estilo desenfadado a la hora de narrar hechos que lo relacionan con la guerra de liberación nacional entre 1956-1959: “…me inicié en la lucha clandestina, llevando a cabo diversas acciones nocturnas como regar grampas en la Carretera Central, sabotear el fluido eléctrico y quemar cañaverales”, escribe el autor. Uno de esos momentos confesionales asoma cuando escribe: “asalariados al del terrateniente Fico Fernández, administrador principal del Central América en Contramaestre, intentaron comprarme. Los fiquistas quisieron comprarme  ofreciéndome diez mil pesos  para que me pusiera al lado de su amo. Ante mi negativa se sintieron indignados y llegaron a insultarme y amenazarme, pero yo, al igual que mis seguidores, continuamos nuestra línea sin cambio alguno”.

Comandante Lavastida visita a Ernesto Rosales

Hay momentos en que se presenta como un guerrero con un alto sentido del honor: “…vino a Baire un comandante llamado Lavastida, que era Jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM). Al llegar este militarote  con un grupo de matones de uniforme  cogió presos a un grupo de conocidos ortodoxos, entre ellos  a Raúl López que era barbero. Al llegar al cuartel, con el grupo de detenidos, estaba allí el juez de Baire, García Esquerro, que le dijo a Lavastida. Falta el Delegado de esta gente, su nombre es Ernesto Rosales Matos.

“Enseguida vino con un grupo de uniforme en uno o dos jeeps y al llegar a mi casa  me encontraron  en ropa de trabajo, sucio y sudado, exclamando, al verme: ¡Usted es Ernesto Rosales! Y le contesté: ¡Si señor! Está detenido, me dijo.  ¿Usted es ortodoxo? Y le respondí. ¡Si señor! ¿Es que ser ortodoxo es un delito? Así se prolongó el intercambio de palabras, hasta que él, al poco rato, me dijo finalmente: Está libre, no hay problema”.

Otro aspecto que debe destacarse es el amor por Cuba en Ernesto Rosales, expresado en el cumplimiento de las numerosas tareas que se le asignaron entre 1959-1988, entre las que sobresalen: Jefe Militar de la región de Varadero; custodia y seguridad del comandante Fidel Castro, Jefe del Escuadrón 41 de Matanzas, búsqueda de los restos del desaparecido comandante Camilo Cienfuegos, sanear y supervisar el cuerpo de policías de Cárdenas, ascensión al Pico Turquino al frente de 30 oficiales seleccionados, jefe de una compañía en la Farola, Guantánamo, en la lucha contra infiltrados procedentes de la Base Naval, preparación de las primeras Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), Jefe de Batallón en Camagüey, perteneció a la Brigada de Desmonte que creó el Plan de Arroz  entre Bayamo y las Tunas. En 1969 participa en el fomento del Plan de Cítricos Baire-Contramaestre.

En 1972 es nombrado Jefe del Sector Campesino en el Plan de Cítricos, responsable de la atención de los asuntos legales relacionados con la tierra en el Plan de Cítricos, auxiliar del departamento jurídico del Plan de Cítricos, y finalmente, Presidente de la  Comisión Municipal que integra en sus filas  a combatientes del Ejército Rebelde y la lucha clandestina.

Ernesto Rosales murió en la década de 1990 con la certeza que mientras tuviera fuerzas, trabajaría incansablemente para ser útil. Animado por esa divisa se mantuvo en pie hasta la hora final en la casita humilde en la que nació y a la que volvió en los días finales de su fecunda existencia. Sus Memorias están a la espera de que editoriales piadosas se interesen por su contenido y la publiquen definitivamente para el bien de nuestra historia nacional y local.

*Reseña de la Autobiografía de Ernesto Rosales, publicada originalmente el 13 de noviembre de 2017. 

jueves, 15 de noviembre de 2018

Pan con mantequilla



Las barras de mantequilla “con la vaca afuera”, uno podía comprarlas  en cualquier comercio.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

He comido hoy dos panes con mantequilla, acompañados por un jugo de papaya y me han sabido a gloria. Pan con mantequilla, una delicia... En mis tiempos de secundaria básica  costaba 15 centavos. Recuerdo venía en la tarde de Cruce de Anacahuita a la Pepito Tey a dar clases, unos cuatro kilómetros de distancia; al terminar, mi primo Wilfredo y yo salíamos a toda carrera camino al “Baturro”, donde podíamos cómpralos por cantidad. Día por día en casa me daban dos pesos,  de ellos cogía 40 centavos para la guagua y  el resto a mis ahorros, aunque a decir verdad, los invertía en  panes con mantequilla y refrescos  gaseados de 10 centavos o un yogur de veinte. Comía cuatro o cinco todos los días,  era la manera más rebelde de pelearme con la leche de vaca en casa y las viandas con chicharrones o bisteces de puerco o res. Comer pan con mantequilla era como ir al cosmos y regresar victorioso. Mamá sabía de mis locuras con el camarada pan con mantequilla, me advertía sobre la grasa, la obesidad,  las espinillas, pero yo era más flaco que un güín y los sermones de la vieja no me convencían.  Las barras de mantequilla “con la vaca afuera”, uno podía comprarlas  en cualquier comercio; las había por montones;  a mucha gente no le agradaban, porque había tanta carne, mariscos, de todo, así que comerla con pan  era pertenecer a la última cola de lo social;  pero en mis pensamientos no había entrado todavía “El capital”;  mi felicidad mayor era jugar bolas, a los soldaditos y arrastrar mis  carros de juguete. Con toda honestidad era una vida muy sana, aunque mamá me advirtiera siempre contra los males del pan con mantequilla;  pero un día las vacas desaparecieron de los establos, de las envolturas brillantes; la leche era algo impensable  y por décadas perdimos la pista de aquella mantequilla; años después la vimos en nuevas tiendas con otro vestido, a precios exorbitantes, casi 50 pesos;  juré no comerla más, me peleé con ella, porque mis bolsillos no cubrían esa demanda;  su camarada el pan tenía el apellido “especial” y unos números altos, 3:50, 7:00, 10.  Ya ni siquiera el “Baturro existía”, en su lugar, un restaurante con nombre geográfico. Decir pan con mantequilla es recordar un tiempo que no volverá; unas vacas envueltas en papeles luminosos, pastando en un viejo establo de los 80.

domingo, 11 de noviembre de 2018

La vuelta turística que no regalé a mi madre



Mi madre y yo  cuando la luz bendecía nuestras vidas.
Por Arnoldo Fernández Vedecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

Crecí en el campo de la Cuba más oriental, entre Maibío y la Carretera Central: Cruce de Anacahuita. Mis primeras escuelas las recuerdo con mucho cariño, sus nombres, José Martí y Domingo Portela. A ellas iba cada mañana; en la tarde, correrías por el campo a cazar palomas,  o sencillamente pescar en la presa de mi primo René. Era una vida muy sencilla, donde el reino afectivo tenía un nombre esencial: Enma Ramos Ríos, mi vieja. De niño le prometí un regalo si me hacía profesional: “una vuelta turística a Cuba”.  El costo no llegaba a 300 pesos cubanos por persona. Lo creía posible, pues mis primeros salarios la cubrirían con creces. Me veía ya de historiador en el futuro ganando ese dinero. Mamá sólo había ido  a Santiago y Bayamo;  nunca había visto el mar siquiera. Así que nada mejor que “una vuelta turística a Cuba”, ver sus maravillas, las que todo ser humano debía admirar antes de morirse; no por gusto un viejo refrán decía: “conozca a Cuba primero, al extranjero después”;  pero el tiempo, ese miserable asesino, pasó por nuestras vidas  y un día despertamos con las noticias de una “Opción cero”, de  un “Período especial en tiempos de paz” y la vida cambió radicalmente. Todo se hizo demasiado real,  recuerdo me gradué con “título de oro” y la muda de ropa y los zapatos usados en aquel ritual de estudiante a profesional me costaron  el alma. Mamá no fue al “Teatro Heredia”, no pude alquilar un carro; no merecía viajar sobre un camión de Cruce de Anacahuita a Santiago, unos 80 kilómetros. Había llegado el momento de la “vuelta a Cuba”, pero mis salarios de los primeros 10 meses de trabajo fueron de 198 pesos cubanos, cuando un dólar costaba 125 en moneda nacional. Con tristeza puse mi cabeza sobre las piernas de la vieja, aguanté el sollozo e invoqué al cielo: “-¿Por qué Dios mío?” Madre pasó sus manos cansadas sobre mi cabello y dijo: “-no importa hijo, Dios sabe porqué hace las cosas”. Un 21 de noviembre de 2011, mi madre partió a un viaje sin regreso; eran casi las cuatro de la madrugada, hacía un frío terrible, besé sus mejillas y lloré hasta hoy mismo. Nunca pude cumplir el sueño prometido de llevarla a conocer Cuba.

viernes, 22 de junio de 2018

Mi primo Sebastián



Mi última foto de mi primo Seba junto a su amada de la vida entera: "Ñaña".

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

Nadie como él sabía secretos de historia,  de lugares donde leyenda y fantasía se unían. Era obligatorio ir a su encuentro; disfrutar sus conversaciones sobre el oficial español de los tiempos de la colonia, enterrado en un sitio que sólo él sabía; me confesó que allí había cuantiosas riquezas; pero también, -casi en un susurro-  me habló del aparecido que salía en el pozo de los abuelos de Anni  en Baire y la botija que anda por allí todavía oculta y que sólo Sebita, su hijo mayor, puede encontrar. Era así, fabulador por excelencia. El tiempo se detenía cuando la elocuencia abría los ojos en su lengua.

Siempre lleno de detalles, el chicharrón recién frito, el trozo de yuca hervida en la mano, o una lasca de jamón para un “probao”, como acostumbraba decir. Era tan generoso, que muchos no llegaron a valorarlo en su profundo altruismo.   

De niño todos teníamos un Seba, porque inventó viajes a las playas más hermosas de Holguín, como Gibara, Guardalavaca; el camionero ideal, -decíamos-, buen chofer y sabía interpretar el espíritu de la gente y los niños que íbamos a bordo.

El Día de las Madres buscaba al maestro Villa, a Walter y la madrugada era un trío  asomado a cada casa. Lágrimas negras, Son de la loma, Cuidadito compay gallo, el Chan chan y todas esas delicias de la vieja Trova santiaguera, nos hacían cantar a coro y nadie permanecía en la cama. De hogar a hogar, se sumaban muchos y cuando llegábamos a la casa del tío Felo, éramos un montón de gente, rones alegres, puercos asados, patos convertidos en fricasé, o un Seba vestido de comadre, diciendo oraciones a las señoras respetadas del barrio. Nunca olvidaré sus labios pintados, aquel vestido de tía Ana metido en su cuerpo y los  tacones de Idania (Ñaña), su amor de la vida entera, que no lo dejaban caminar de tan altos.

Seba soñó ver la casa donde el nació convertida en monumento nacional, porque cinco noches, durante la toma del BANFAIC, Fidel Castro durmió en la cama de sus padres y comió allí. Nunca entendió la posición del historiador de Contramaestre, que no se atrevió a reconocer los valores patrimoniales del lugar donde él había nacido. En sus últimos minutos me alertó sobre el destino que darían al Aserrío histórico, lo que pretendían hacer la gente de la Forestal. “No puedes permitir eso Nolito”, eran sus palabras. Él me nombró historiador del Barrio. Lo consideré siempre un consejero muy especial.

Dolía mucho verlo, consumiéndose en aquella enfermedad terrible, comiendo su estómago, reduciendo su hambre enorme, pero tan aferrado a la vida, los nietos, su Ñaña amada; Nacho, Sebita; con unas ganas inmensas de abrir los ojos cada día y apreciar el amanecer.

Cruce de Anacahuita nunca olvidará a  Sebastián Rosales Fernández (Seba), -mi primo-, pues seguirá siendo el que compartía el único televisor del barrio en los 70 del siglo XX para ver las aventuras; el que nos llevó a conocer las playas hermosas de Cuba y el que nos enseñó a amar la historia del lugar donde nacimos. La muerte lo llevó a su reino sin haberle permitido cumplir uno de sus grandes sueños: visitar Estados Unidos y tomarse una foto ante la Estatua de la Libertad.

viernes, 4 de agosto de 2017

Llegando a comer frituras de maíz



Mi viejo de 102 años comiendo frituras de maíz.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com  

El rumor del pino en el Cruce me llega. La guagua hace silencio y  piso tierra. No soy Cristóbal Colón en un tiempo futuro, sencillamente me llamo Arnoldo Fernández y estoy llegando al pueblito donde nací, que por obra y gracia de la Carretera Central  de Cuba, se llama “Cruce de Anacahuita”. De aquí soy yo, nunca lo he negado, ni lo haré. Mi gente sigue por estos lares; casi todos somos familia. Nosotros Fernández, los de la guardarraya a la izquierda, Domínguez, los de la derecha, Mora, al fondo Beltrández y por el frente, los Aguirre. Curiosamente nos bautizamos con nombres de la fauna. Desde pequeño supe que era “carpintero”, los Domínguez (codornices), los Beltrández (cabeza de vaca), los Mora (monos) y los Aguirre (pitirres). Un sol radiante y espeso cae sobe mi cuerpo. Gracias a Dios cubro mi cabeza con un sombrero. Los adoquines del tiempo de Machado ante mí, inmóviles, resisten el tiempo, a pesar de sus más de 80 años. El camino real a la vista. Desciendo, cual niño tras sus olores y colores amados; profundo hormigueo en el estómago. Tomo fotos del viejo Bar, hoy, un Paladar que ha enfrentado a las familias, porque sus dueños lo han convertido en un antro de bebidas y goces espirituosos, donde no hay paz, ni siquiera en la noche. Antes allí hubo honor, ahora se ven hombres orinando a toda hora sobre cercas y postes de las casas vecinas, no importan niñas, mujeres; el pum pum cultural es lo que vale y llenarse los bolsillos. En el lugar se dan cita, en las noches, curiosos personajes del ámbito local, desde dirigentes, hasta funcionarios públicos, van montados en sus caballos de gasolina. Los dueños, mejor, la dueña, se siente la Sisi emperatriz de Cruce de Anacahuita; lo que no puede, no lo puede nadie. La tienda de mi tío Liro a la derecha, hoy la del pueblo. El nombre es una ironía, “La Ratonera”, cuando este último pueblito está a unos dos kilómetros de aquí. Sigo hacia el arroyo y las sucias aguas estancadas me hablan de pasados aguaceros y de la sequía que una vez más amenaza. Alzo la vista y el camino se yergue. Por aquí se va para Maibío, la Graciana y la Pelúa, se llega incluso a Maffo. A unos trescientos metros, la casa de padre viejo espera; hasta sus límites llego y disfruto el verde de los campos de maíz, los árboles de mangos imponentes, los mamoncillos exuberantemente paridos. Aprecio los cachorros de Negrita, tan amada por mi tío, el más joven, ángel guardián de las noches del viejo. Muelo maíz en un viejo molino de la Revolución industrial, por obra y gracia del espíritu santo, todavía funciona;  hablamos de hallacas, frituras, harina, pero termina venciendo la fritura. Al mediodía, almuerzo, un montón de frituras, mojadas con café fuerte; goce grande, divino. Da gusto ver al padrazo comer, a pesar de sus 102 años de vida;  es un duende escapado al tiempo. El 20 de abril de 1915 lo trajo a este mundo, pero él sigue ahí, desafiando el siglo XXI. Llevo regalos;  me abraza con ojos de niño bueno, al oído susurro un nombre de flor y me regala entonces una sonrisa pícara. Enseguida calza los zapatos nuevos, el pulóver, las medias. Los demás presentitos los puse en su armario.  Cuando pasan la una de la tarde, me despido, salgo a ese camino tantas veces recorrido en mi vida  y el polvo que deja un tractor, me arranca estornudos. El sol quema profundo, a pesar del sombrero, la camisa. El Cruce a la vista, los carros que pasan a Contramaestre y Baire. Llego a la parada y abordo un camión. Todo va quedando atrás. Recuerdo haber sentido en la brisa de los árboles del patio del viejo, el espíritu de mamá; se lo dije;  una sonrisa fue el premio a mi capacidad de ver donde otros no pueden. El pueblo donde vivo me recibe en la más absurda de las soledades. Si el río estuviera sano, bañaba mi cuerpo en sus aguas para huirle a este calor terrible, pero no tengo río y el mar me queda a unos 200 kilómetros. Llego a casa y me quedo en calzoncillos, qué otra cosa puedo hacer;  el vecino asoma por la ventana y ofrece un prú helado. La tarde empieza a perderse y mis dedos corren sobre este teclado para contarles mi viaje al lugar  más bello del mundo, al menos para mí, Cruce de Anacahuita. Compay, comay, yo soy guajiro y a mucha honra, qué caray….Venga ese prú ahora; brindo con todos los que me leen aquí; contigo amor, seguro te encantará leerme. 
Quiero invitarlos ahora, a apreciar estas fotos de ese mundo, para mí idílico, mágico. Gracias por seguir aquí. 
Mi viejo.
Con mi viejo.
Los nuevos zapatos del viejo.
Los cachorros de Negrita.
Sentado a la sombra del mamoncillo exhuberantemente parido.
La casa donde nací.
Mi  tío preparando el maíz  para molerlo.
Mi viejo dándose el festín de las frituras de maíz. 
Ese es el camino que tantas veces he recorrido en mi vida.

martes, 11 de abril de 2017

“A nadie importa huella de Fidel Castro en Cruce de Anacahuita”


Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

Hoy llegué a mi barrio natal y mis ojos recorrieron lo que una vez fue un venturoso Aserrío donde trabajó toda mi familia hasta jubilarse; actualmente una vieja ruina, declarada así por la Empresa Forestal Provincial de Santiago de Cuba, incluso hasta indicó que debe ser demolido por Materias Primas. La tristeza hizo presa de mis pensamientos. ¿Cómo era posible que estuvieran sucediendo cosas así en un barrio con tanta Historia?  

Cerré los ojos y recordé a mis abuelos trabajando allí, a mis padres, a mis tíos, a mis primos, a mis hermanos; me vi cargando aserrín para enfrentar  los fangales de primavera que se hacían en nuestro humilde hogar de guano y tabla de palma;  me vi cargando costaneras destinadas a corrales de puercos, conejos, gallinas, patos; me vi incluso cargando tirigüillas secas para prender el fogón de mamá en medio de aquellos temporales que no cesaban en semanas. 

Allí estaban las viejas maquinarias a la vista, parecían objetos museables, eran la huella de viejas generaciones que dejaron testimonio de lo que antes fue un sitio esencial en el aserrado de maderas preciosas en el oriente cubano. 

Recorrí  cada espacio, tomé fotos y creía estar viendo al Aserrío en plena faena; al viejo Lapey, Efrén, Valdo, Guancho, Irra, Che, Santos, Puca, Xiomara, Purrucho, Valoy, Manuel, Sebita, Nacho, Mingolo, Chanto; los vi desayunar en el descanso de la mañana, los vi almorzar, los vi cerrar la tarde e irse al juego de dominó.  

Cuando volví a la realidad, el viejo Chemo me decía: “Nolito, el Aserrío de Fidel Castro lo quieren demoler para convertirlo en una CARBONERA; ya un pincho de la provincia vino, y sin bajarse del carro decretó su muerte”. No podía creerlo, era un delirio, una locura, aquel Aserrío tan familiar; nuestra principal industria en Cruce de Anacahuita, con un fin tan negro. Pedí argumentos y Chemo los puso todos sobre la mesa: 

“A nadie le importa la huella de Fidel Castro en Cruce de Anacahuita. Con estos bueyes no hay quien pueda arar la tierra;  porque quieren borrarlo todo. Mi padre trabajó aquí. El conoció a Fidel, conversó con él una de las cinco noches que durmió en casa de Hildo Rosales Pau. 

“El Aserrío era de Hildo; la Revolución lo intervino en 1959 y lo puso en manos obreras;  incluso lo registró con el nombre de un mártir de la lucha insurreccional, Rafael López. No es posible entonces, dijo -rascándose la cabeza- que alguien de un plumazo, desde un carro,  haciéndose el cheche, decida el fin de un sitio sagrado de la historia de nuestro barrio”; así terminó Chemo su clarinada patriótica. 

Lo abracé y  salí al camino. No podía dejar de pensar en Hildo, las cosas que dijo siempre: “Cuando la gente pierde la huella de sus ancestros, está en peligro de extraviarse en el futuro”. Una carbonera allí, donde el aire es sano, donde las casas crecieron alrededor del Aserrío, donde los árboles de mango campean, donde todavía se yerguen algunos cedros, donde está la vieja tienda de Liro, el aljibe de Toña;  Dios mío, me pellizqué hasta provocarme dolor, no era posible una pesadilla así en el país que me enseñó a respetar la huella de Fidel Castro… 

A la vista, la Carretera Central. Todo fue quedando atrás y me vi envejecer y morir, sin que nadie me recordara, ni pusiera sobre mi tumba, un ramo de flores y una bandera. 

Galería de fotos del Aserrío Rafael López actualmente

 

martes, 16 de agosto de 2016

FIDEL CASTRO EN CONTRAMAESTRE

 
 -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Fidel Castro visitó la casa de Aquilino Fernández por primera vez el 10 de octubre de 1939. Estuvo tres días, en los que se dedicó a jugar con René en el patio y realizar visitas al río Contramaestre, del que le impresionaron varios lugares a los que volvió una y otra vez: la poza del Diablo, el Chorrerón, el Encanto y la de Pitillán. Leer más 



 -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
De aquel cuarto ya envejecido por el paso del tiempo, tía Ana me condujo hasta el muro del amplio corredor, al que Fidel Castro subió para hablarles a las personas que acudieron a visitarlo la penúltima noche: “Recuerdo que eran como las siete de la noche y pasó un avión del Ejército, Fidel mandó a apagar las luces, horas después como a las once, once y pico, arrancó de nuevo a conversar, luego partió hacia Baire”. Leer más
 -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
En un momento de la conversación, luego de tomar café, le dije que tenía un hermano de dos años que le pusimos Fidel, por si acaso a él le pasaba algo, quedara el otro y pudiera hacer la Revolución. Fidel se puso muy serio y me dio la mano, luego me dijo que le gustaría conocer al otro Fidel, entonces mamá le dijo que tenía Tosferina, no lo habían traído porque el  sereno le hacía daño. Fidel  me abrazó y dijo que cuidara de mi hermano, porque quizás hiciera falta algún día. Leer más
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Allí se erguían imponentes naves de café. En aquel escenario Fidel Castro comandó una de las grandes batallas contra la tiranía de Fulgencio Batista. Mis ojos se detuvieron ante la huella de los disparos en las paredes, la tarja que recuerda el nombre de los caídos. Leer más
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Muy pocas personas saben que la ropa usada por Fidel Castro en la Sierra Maestra y con la que entró vestido a La Habana, como parte de la Caravana de la Victoria, fue cosida por Osmán Pantoja Jiménez, un hombre de Maffo,  principal impulsor de “Creaciones Pantoja” en Contramaestre, una sastrería de fama nacional. Leer más 


 ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ 
El primer desayuno de Fidel Castro en Baire libre
En conversaciones con este reportero, Teo narró entusiasmado el gusto de Castro por la comida criolla: “A Fidel le gustaban mucho los tostones con huevo frito y el café con leche. Celia Sánchez  probaba antes cada alimento que ingería el Comandante”. Leer más



 

 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Los fidelistas apasionados de toda la vida
Creo que todo cubano viva donde viva alguna vez tuvo la pasión por Fidel Castro; la mía comenzó en la niñez  pues en mi casa se hablaba de su presencia en Cruce de Anacahuita durante cinco noches durante la toma de Maffo; desde esa etapa soñé con la posibilidad de abrazarlo o tenerlo cerca. Leer más





 ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
 El Mate y Carlos Manuel de Céspedes 
“Céspedes vivió días duros y azarosos en estas montañas de la Sierra Maestra.  Céspedes cruzó muchas veces este río Contramaestre; y, por último, Céspedes murió en San Lorenzo, donde precisamente se encuentran las fuentes de este río.  Y como justo homenaje a aquel patriota que inició las luchas por nuestra independencia y a los que con él lucharon y lo secundaron en aquella tarea, nada más justo que ponerle ese nombre a esta obra. Leer más

 ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
 El río de Céspedes, Martí y Fidel Castro, está muriendo
Al mediodía del 10, el almuerzo se sirvió con un menú a gusto de la dueña de la casa, Enma Bárzaga, esposa de Aquilino. Ese día Fidel tomó agua del Contramaestre y muy pronto  se compenetró con Aida, la cuarta en orden cronológico  de los cinco hijos de Aquilino y Enma. Conversaron mucho en el patio de la casa, luego se fueron al “Contramaestre”, donde bañaron sus cuerpos toda la tarde.  Leer más

El otro Fidel de Contramaestre



Fidel Castro en los días finales de la guerra. (Foto tomada del archivo de Ana Fernández)

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Contramaestre vivía los últimos días de diciembre de 1958. El líder guerrillero Fidel Castro estaba enfrascado en la toma del Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba y del histórico poblado de Baire. A cuatro kilómetros de este último  está ubicado el barrio Cruce de Anacahuita;  en una de las casas de allí Fidel durmió cinco noches. Un chico de nueve años tuvo la posibilidad de conocerlo y accedió a narrarnos ese momento,  su nombre, Juan Luis Fernández Ramos (Guancho). 
Juan Luis Fernández  en el corredor de la Tía Ana.
A Guancho lo conocen todos en Cruce de Anacahuita,  tiene hoy más de sesenta años. Fue fundador del Ejército Juvenil del Trabajo y obrero del Aserrío de Anacahuita hasta que se jubiló. Tiene dos hijas graduadas de medicina y es una persona agradecida por haber conseguido algo así. “En tiempos de la República con qué iba a pagarlo”, me dijo.

Hasta su casa llegó este reportero y conversó con él sobre un suceso que marcó su vida, aunque desde su lógica de hombre de campo, fue algo muy sencillo para ser registrado por los anales de la historia. Guancho conoció en persona a Fidel Castro. Estuvo una noche en la cocina de Tía Ana, apreciando las destrezas del cocinero Roblán.

Cuenta Guancho que sus padres, Enma y Sulpicio lo acompañaron esa memorable noche; “pero allí estaban además todos los hermanos de papá. Fidel era muy alto. En un momento de la conversación, luego de tomar café, le dije que tenía un hermano de dos años que le pusimos Fidel, por si acaso a él le pasaba algo, quedara el otro y pudiera hacer la Revolución. Fidel se puso muy serio y me dio la mano, luego me dijo que le gustaría conocer al otro Fidel, entonces mamá le dijo que tenía Tosferina, no lo habían traído porque el  sereno le hacía daño. Fidel  me abrazó y dijo que cuidara de mi hermano, porque quizás hiciera falta algún día.

“Mi hermano se graduó de Cultura Física. Hoy  es profesor  de varias escuelas primarias rurales en el  Consejo Popular Bungo La Venta.  Gracias a Dios no le pasó nada al otro, jajaja…..”,  con aquella sonrisa a flor de labios daba por terminada su conversación.

De hombres humildes como Guancho está tejida el alma de la Patria. Su casa está a unos docientos metros de la de Tía Ana;  allí morirá un día con la certeza de que es un cubano de los buenos.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Aviso a los lectores de Caracol de agua

Este blog admite juicios diferentes, discrepancias, pero no insultos y ofensas personales, ni comentarios anónimos. Revise su comentario antes de ponerlo, comparta su identidad y debatiremos eternamente sobre lo que usted desee. Los comentarios son propiedad de quien los envió. No somos responsables éticos por su contenido.