Por Eduard Encina. (Editor del blog Cimarronzuelo oriental)
Increíble noticia: “Fidel Castro ha muerto”, justo
cuando la serie necesita relevistas como él. A stadium lleno, con gradas
unánimes o en contra, el pitcher Fidel observa los corredores, toma las señas, y
decide el lanzamiento que lo llevará a la victoria.
Velocidad en la bola, dominio de la llamada
zona de duda, conocimiento del bateador; una calma perturbadora para sacarlo de
concentración. Pocos políticos como él, a stadium lleno, dejan al adversario con el bate
al hombro, sin más alternativa que emprenderla con el árbitro.
Muchos especularon sobre qué sucedería
cuando llegara este momento. Fidel Castro ganó su último juego. Todos corren a conservar
las fotos, sacar sus estadísticas. Los derrotados recordarán con rabia y
admiración el último lanzamiento; los fans se pondrán su camiseta y muchos años
después volverán al stadium con sus nietos; comenzará la discusión de siempre:
¿Quién fue mejor: el héroe de ayer o el héroe del presente? No eran los mismos
tiempos, dirán otros, lo más importante es que ya nadie lo podrá olvidar.
A estas alturas de la serie no queda más
remedio que exaltarlo al Hall de la fama, para que siempre se recuerde a aquel
lanzador que nunca dio el juego por perdido y había que esperar para que su
brazo decidiera siempre, con el último lanzamiento, el lanzamiento del CABALLO.
Muerto el caballo, cebada al rabo.-
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