Hoy llegué a mi barrio natal y mis ojos recorrieron lo que una vez fue un venturoso Aserrío donde trabajó toda mi familia hasta jubilarse; actualmente una vieja ruina, declarada así por la Empresa Forestal Provincial de Santiago de Cuba, incluso hasta indicó que debe ser demolido por Materias Primas. La tristeza hizo presa de mis pensamientos. ¿Cómo era posible que estuvieran sucediendo cosas así en un barrio con tanta Historia?
Cerré los ojos y recordé a mis abuelos trabajando allí, a mis padres, a mis tíos, a mis primos, a mis hermanos; me vi cargando aserrín para enfrentar los fangales de primavera que se hacían en nuestro humilde hogar de guano y tabla de palma; me vi cargando costaneras destinadas a corrales de puercos, conejos, gallinas, patos; me vi incluso cargando tirigüillas secas para prender el fogón de mamá en medio de aquellos temporales que no cesaban en semanas.
Allí estaban las viejas maquinarias a la vista, parecían objetos museables, eran la huella de viejas generaciones que dejaron testimonio de lo que antes fue un sitio esencial en el aserrado de maderas preciosas en el oriente cubano.
Recorrí cada espacio, tomé fotos y creía estar viendo al Aserrío en plena faena; al viejo Lapey, Efrén, Valdo, Guancho, Irra, Che, Santos, Puca, Xiomara, Purrucho, Valoy, Manuel, Sebita, Nacho, Mingolo, Chanto; los vi desayunar en el descanso de la mañana, los vi almorzar, los vi cerrar la tarde e irse al juego de dominó.
Cuando volví a la realidad, el viejo Chemo me decía: “Nolito, el Aserrío de Fidel Castro lo quieren demoler para convertirlo en una CARBONERA; ya un pincho de la provincia vino, y sin bajarse del carro decretó su muerte”. No podía creerlo, era un delirio, una locura, aquel Aserrío tan familiar; nuestra principal industria en Cruce de Anacahuita, con un fin tan negro. Pedí argumentos y Chemo los puso todos sobre la mesa:
“A nadie le importa la huella de Fidel Castro en Cruce de Anacahuita. Con estos bueyes no hay quien pueda arar la tierra; porque quieren borrarlo todo. Mi padre trabajó aquí. El conoció a Fidel, conversó con él una de las cinco noches que durmió en casa de Hildo Rosales Pau.
“El Aserrío era de Hildo; la Revolución lo intervino en 1959 y lo puso en manos obreras; incluso lo registró con el nombre de un mártir de la lucha insurreccional, Rafael López. No es posible entonces, dijo -rascándose la cabeza- que alguien de un plumazo, desde un carro, haciéndose el cheche, decida el fin de un sitio sagrado de la historia de nuestro barrio”; así terminó Chemo su clarinada patriótica.
Lo abracé y salí al camino. No podía dejar de pensar en Hildo, las cosas que dijo siempre: “Cuando la gente pierde la huella de sus ancestros, está en peligro de extraviarse en el futuro”. Una carbonera allí, donde el aire es sano, donde las casas crecieron alrededor del Aserrío, donde los árboles de mango campean, donde todavía se yerguen algunos cedros, donde está la vieja tienda de Liro, el aljibe de Toña; Dios mío, me pellizqué hasta provocarme dolor, no era posible una pesadilla así en el país que me enseñó a respetar la huella de Fidel Castro…
A la vista, la Carretera Central. Todo fue quedando atrás y me vi envejecer y morir, sin que nadie me recordara, ni pusiera sobre mi tumba, un ramo de flores y una bandera.
Amigo mío, pues a mi, que estoy a miles y miles de kilómetros del Cruce de Anacahuita, sí me importa la huella de Fidel en ese aserrío y en todo lo que pudo dejar su impronta para que el cubano fuera el hombre digno, culto, respetado y sobre todo, libre, que es hoy, así que a través de las organizaciones de masas cercanas al lugar, las escuelas, el Poder Popular, el Partido... localicen a ese "pincho" para que explique públicamente de dónde se sacó esa idea holocaustica, cuando lo que allí deben hacer es, sino se puede volver a darle el máximo de utilidad que antes, aunque sea un circulo de interés, o un centro para que jubilados hagan artesanías, o arreglos menores...lo mínimo que pueda mantener viva esa esencia, cualquier cosa que no sea desaparecerlo de esa manera. Es mi modesta opinión.
ResponderEliminarArnoldo:
ResponderEliminarCon las extremas limitaciones que nos ha impuesto EL BLOQUEO YANQUI, mientras no exista posibilidad de incluir nuevas tecnologías, lo que heredamos de la pasada sociedad HAY QUE RESCATARLAS Y PONERLAS A PRODUCIR... Más si en ellas hay recuerdos históricos, tan importantes como vivencias con NUESTRO COMANDANTE EN JEFE.
Si los infuncionales "funcionarios" no tiene capacidad para lograrlo, que se lo entreguen a los trabajadores forestales, para que en forma de COOPERATIVA le pongan a producir... Los cubanos necesitamos materiales de construcción para cumplir la Ley de la Satisfacción de las CRECIENTES necesidades de la población, DEBER de los que dirigen en NUESTRA SOCIEDAD, de la que ellos son nuestros empleados, porque NOSOTROS SOMOS LOS DUEÑOS.