Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Hoy,
por algunas cosas que ocurren en la
vida, puse mis ideas de José Martí en mi cuerpo, cuando todavía no aparecía el
sol por el Este. Era el Martí que me enseñó a ser honrado, a pensar y hablar
sin hipocresía, el que me hizo creer en la justicia, en la levadura moral de
los pueblos jóvenes de Nuestra América;
el que me hizo maestro, educador, periodista, historiador, escritor de
versos, apegado a los humildes, a sus verdades, a sus tristezas, el que padece
por todos los que no pueden vivir con honradez y comercian su alma por migajas.
Salí
a la calle y el día gris preconizaba tempestades; un viejo combatiente de la Guerra de Angola me dijo “-Compa,
saque el abrigo que hoy hará frío”-;
pero Martí me vestía, no sentía la temperatura gélida que asomaba en la
mañana. En mi cabeza las ideas de José Martí parecían ballestas, listas para
ser disparadas por el arco de los hombres humildes, esos que hacen Patria y no
mendigan favores, influencias, posiciones de poder.
Antes
de llegar al trabajo, fui a la justicia, allí donde sus trinos elevan y
fortifican el alma; alguien me dijo que con la verdad de José Martí se iba al
mundo y nadie podía detenerme. Entonces llegaron unos diálogos magros, a propósito de la 17
Muestra Joven del ICAIC, sentí mucha vergüenza al leerlos, al extremo que me
sentí ofendido.
“Quiero
hacer una película” (filme que vulgariza a Martí en una de sus escenas) estaba
allí, desnuda, poco inteligente quizás; nunca antes había apreciado algo tan
insólito, pero tan germinal a la vez, pues el filme adversa la vida y obra de Martí, su fuerza expansiva, la
teluricidad de su obra. Aprecien ustedes
lo que llega a decir uno de sus personajes: “No lo conocimos. Estuvo en otra
época. Es como Borges. El poema ese. Todo está confundido y la gente dice que
eso lo dijo Martí. “Hay que sembrar árboles”, eso lo dice mi tía… Yo no creo en
Martí. Yo no soy martiano…” Tal vez la ignorancia de este ser, revela un
costado clave de la construcción del imaginario sobre el Apóstol: el
desconocimiento que muchos cubanos tienen de su obra; quizás desde esa
aprehensión elemental se expresa así, como si fuera una cosa más de las tantas
que están ahí y no sirven, no funcionan. Pero qué cubano honrado pudiera hablar
así, si hasta Willy Chirino, en una de sus canciones lleva un libro de Martí,
si todos los presidentes de Estados Unidos reconocen el apostolado del
Maestro; cómo entonces tolerar una vulgaridad como la que sigue, para crear sed
de ir a ver la reconstrucción de un mito, un símbolo y hacer de eso, un
espectáculo, una mercancía vacía, para vender el alma al mismísimo Diablo si
fuera preciso. “Si nos remitimos al perfil de Facebook de Marta María Ramírez,
comunicadora cubana y administradora del muro de la película, encontramos
información más precisa al respecto:
“No
les cuento la peli relata Marta María, y
en este post, como siempre le pasa al pobre Apóstol y como le gusta a la
censura, dejo este diálogo descontextualizado e inconcluso. (Pido esperen a
verla para entenderlo en su contexto.)
Esta
es la escena de marras:
Tony
Alonso Ramírez: José Martí es un mojón, Neysi. José Martí es un mojón, de
verdad.
Neisy
Alpizar: Verdad, Papi?
Tony
Alonso Ramírez: José Martí es un mojón. José Martí no se reía, mija.
Neisy
Alpizar: Qué tú sabes?
Tony
Alonso Ramírez: José Martí es… era maricón.”
Ver
la premier de la película, según esta comunicadora, es asistir a la
decapitación moral del “Héroe Nacional” de los cubanos, es tolerar
tranquilamente y arrancar sonrisas cómplices, cuando el personaje de Tony llama
mojón y maricón a Martí, además de negar el valor emancipador y seminal de su
vida y obra al decir incluso, que “no cree en él”.
¿Qué
le quedaría al cubano de a pie al regresar a casa, luego de ver algo así?
Sencillamente, muchas confusiones, porque los héroes sagrados de la Patria se pueden humanizar,
pero no profanar, no despojarlos de sus teluricidades, porque el zombí estaría
asechando y entonces no nos serviría de nada aquel aserto martiano, cuando
escribió: “Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver
libre a su patria” (Martí, José: Los
tres héroes: La Edad de Oro: 1995: 4)
José Martí en el cine de la República
El
más universal de los cubanos tuvo su recepción en el cine de la República que se estrena
en Cuba entre 1902-1958, un hecho curioso, pero a la vez interesante.
Hasta
la década de 1950, la imagen de José Martí, se había trabajado de múltiples
formas, entre las que se encontraban, en un primer momento, la sacralización
del héroe hasta convertirlo en santo, semidiós, Mesías, el símbolo de la
identidad de los cubanos ante la frustración del ideal nacional, como
consecuencia del dominio de Estados Unidos sobre la Isla.
Otra
de las formas que se trabajó fue su excesiva humanización, al convertirlo en un
hombre cotidiano, de carne y hueso, alcanzable para cualquier cubano simple,
pero desgraciadamente se recurrieron a imágenes que exaltaban su condición de
hombre enamorado, gustador de bebidas espirituosas, una humanización que tuvo
en la obra de Jorge Mañach, "Martí el Apóstol", su expresión cimera.
Con
el gobierno de Fulgencio Batista, a partir de 1952, se intenta llevar una
imagen de la vida y obra de José Martí a través del cine; pues se creó una
Comisión Nacional Organizadora, que tendría a su cargo la filmación de la vida
del más universal de los cubanos.
La
cinta seleccionada fue “La rosa blanca”, estrenada en 1953 y que hirió
sensiblemente el sentimiento nacional de los cubanos, la misma tenía un
argumento excesivamente romanticista, se desvirtuaba el alcance del pensamiento
político de Martí, la imagen que trasmitía era la de un santo apolítico,
sacrificado y extático.
Hollywood
no escaparía tampoco a la tentación de llevar a Martí a la gran pantalla, en
1956 Warner Brothers produjo una película sobre la guerra
Hispano-cubano-americana, con el título “Santiago”, en la cual Martí, caído el
19 de mayo de 1895, aparecía en 1898 planeando la rebelión de los cubanos desde
una lujosa e imaginaria residencia en Haití, lo que generó airadas protestas,
pues se desvirtuaba su significación política.
No
obstante a las objeciones la película se proyectó en Cuba en 1957 y no tuvo la
acogida que esperaban sus productores, el hecho de presentar a un Martí rico,
alejado de la lucha sacrificada, puede haber sido el motivo principal del
rechazo, pues hasta ese momento había predominado la imagen del hombre mártir,
el santo, el semidiós.
Luego
de estos intentos de llevar una imagen tendenciosa de José Martí al cine, hubo
que esperar por una evaluación rigurosa desde el séptimo arte, que llegaría con
el triunfo de la Revolución
el 1ro de enero de 1959.
José Martí en el cine de la Revolución
Ya
en la Revolución
cubana, hubo intentos por llevar al Apóstol al cine, entre los filmes
sobresalen: «Páginas del diario de José Martí»
(1971), de José Massip, construido sobre la base de textos de Martí y
discursos de Fidel Castro y formó parte del ciclo conmemorativo del centenario.
Fue altamente elogiado por el intelectual Alejo Carpentier.
El
otro gran filme es “José Martí: el ojo del canario (2011)”, de Fernando Pérez, donde
se vuelve, una vez más, sobre su humanización, esta vez enmarcada en la niñez,
donde lo presenta en un contexto vital, asediado por lo que normalmente ocurre
en un proceso vital de la formación de la personalidad: los maltratos del
padre, las relaciones en el universo afectivo del aula, la madre
protectora; la libre expresión en un
régimen despótico, el mundo fuera del aula, la casa, un Martí tan cercano al
niño normal, que uno termina sintiéndolo alcanzable, real.
Después
de “José Martí: el ojo del canario”, muchos quedamos a la espera de las otras
partes de la película, uno siente que hacen falta, por lo bien lograda que está
la primera entrega. Ese es el Martí que necesitamos en el séptimo arte, uno que
sea tratado con inteligencia, sin eludir aquellos aspectos claves que lo hacen
compañero del presente y el porvenir. Por eso duele tanto saber de un filme
como “Quiero hacer una película”, donde se ignora la devoción martiana de esta
isla y de los cubanos de todo el mundo; y
se excluye al Héroe del presente y futuro de Cuba, al reducirlo a dos
magras palabras: “mojón y maricón”.
Mi Martí a degüello
Al
terminar estas páginas me tiembla el pulso, quizás la soberbia de saber que
suceden cosas así me nubla la inteligencia.
Siempre he intentado un Martí del decoro, uno que me acompañe ante lo
terrible de vivir en un desierto de
almas humanas, tomadas por el zombi; uno que me auxilie y aconseje ante el
peligro de esos seres menores, que olvidan que para ser un buen cubano, lo
primero es ser digno de la tierra que pisan nuestras plantas; de la historia
que nos acompaña, de los sagrados valores que congregan a los virtuosos y
arrebañan a los “sin decoro”.
Quizás
sin saberlo, o tal vez intencionadamente, “Quiero hacer una película”, busca
ese diálogo entre cubanos, para darle la actualidad necesaria al hombre que
muchos llamamos “Santo”, “Milagroso”, “Mesías”, “Apóstol”, “Maestro”, “Poeta”,
“Hombre ardilla”, “Doctor Torrente”, “Capitán Araña”, o los otros calificativos
que lo convierten en enamorado y gustador de bebidas espirituosas. Lo cierto es
que cada cubano tiene su Martí, y la
verdad de la verdad, para ninguno es ni “mojón, ni maricón”.
El
Martí del Turquino viste mi cuerpo, uno de sus pensamientos más luminosos puede
leerse sobre mí: “Escasos, como los
montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad”. Es
23 de marzo de 2018.
Arnoldo:
ResponderEliminarExcelentes argumentos para condenar esta pútrida ofensa a NUESTRO Héroe Nacional.
Cuando recibí la noticia por el sitio "Visión desde Cuba" de nuestro compañero de luchas
le expresé esta opinión que te pego:
22 marzo, 2018 en 11:36 PM
Estamos en los tiempos postreros, el de la apostasía y el Anticristo, y desde 1607 EE.UU. ha demostrado que lo es… Y compra almas, y las deforma para aplastarles y hundirlas en el infierno de la guerra y la destrucción.
Aplaudo que se imponga el respeto a los verdaderos valores humanos y morales… A nuestro Héroe Nacional no se profana y quedarse impunes.
En la vida sí hay cosas sagradas.
Siento encontrarme tan lejos de Cuba, que me impide hacer lo que hace cualquier hijo de trabajador azucarero, buscar al ofensor y romperle la cara, ¡de hombre a hombre!
Repito:
NO SE PUEDE OFENDER A MARTÍ Y QUEDAR IMPUNE.
TAMBIÉN ES MI TOQUE A DEGÜELLO POR JOSÉ MARTÍ.