Por Susana Carralero Rodríguez y Eglys Martín Astorga
Los zapaticos de una rosa es una obra de obligada referencia dentro de la literatura cubana y latinoamericana. Su profundo humanismo vigente y enaltecido en nuestros días lo ha convertido en un clásico de la literatura infantil de todos los tiempos desde que fue publicado por vez primera en el tercer número de la revista mensual La Edad de Oro en el año 1889. Este periódico constituyó la primera publicación dirigida a los infantes latinoamericanos. En esta obra el autor ofrece especial atención a los sentimientos humanos y a los valores universales que deben regir la conducta humana.
Los zapaticos de rosa parece haber sido escrito específicamente para las niñas. Para ellas son muchos de los mensajes de la obra. De hecho la dedicatoria es especificadamente para Mademoiselle Marie, María Mantilla a quien le consagró enorme ternura. Esta niña es sin dudas uno de las mujeres que mas amó Martí y de quien recibió además infinito cariño y sublimes placeres. Aunque la mayoría de los mensajes de la pieza son universales muchos encierran un mensaje implícito que alienta al encanto y decoro femenino. En carta a María Mantilla Martí escribe [...] Yo amo a mi hijita. Quien no la ame así no la ama: Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento, y respeto.[1] Vaya la niña divina, dice el padre y el da un beso. Estos sentimientos aparecen representados en "Los zapaticos de rosa" precisamente en devoción del padre hacia su hija convirtiendo a Pilar en un ser adorable y tierno. La obra emana ternura, dulzura, lirismo.
“En Los zapaticos de rosa hay un diálogo oculto entre Martí, las niñas y su familia, generaliza los atributos que deben caracterizar a las niñas y a las madres: “niña hermosa”, “madre buena”.Con dos adjetivos cualifica los roles de niña y madre, hecho que señala hacia lo que debe ser la moral femenina, al situar lo bello como ejercicio de entrega al hombre y del bien hacia los demás, independientemente de las clases sociales que se traten". [2]
En la obra prevalecen los personajes femeninos, el protagónico Pilar, y los otros tres de mayor peso en la narración: la madre, la niña enferma y su progenitora. A ellas se les suman en orden de aparición el aya de la francesa Florinda, Magdalena, una rusa y una inglesa. El contexto lo completan tres personajes masculinos de escasa presencia pero con pensada trascendencia en el texto: el padre, un viejo y Alberto, el militar. A ellos se suman personajes que formarán parte de la escenografía literaria: sentadas con los señores, las señoras, como flores. En este caso la imagen femenina también se pospone a la masculina que aunque solo sirve como pretexto para halagar la belleza femenina la reafirma al necesitar ella estar sentadas con ellos.
Es destacable el hecho de que todos los sentimientos de la obra están representados, los padecen, personajes femeninos. La riqueza, la pobreza, la maldad, la compasión, la alegría, la tristeza. Las figuras masculinas parecen ser solo retratos, sin embargo queda explicito que son personajes con poderes económicos o militares, es el padre quien tiene el poder en la familia, el que permite, entrega, envía. La representación de un personaje débil masculino recae en un viejo, que solo sirve como pretexto para la sociedad colonial. Por otra parte Alberto, quien ha salido de un desfile hace gala de una de las profesiones mas estimadas en la sociedad colonial. Le es asignada una categoría distinguida, respetable y hasta envidiada por los jóvenes de la época: Está Alberto, el militar/ que salió en la procesión /con tricornio y con bastón...
La mujer es la que sufre y se conmueve ante los hechos de la vida, es la que asegura la felicidad de la familia y la que es capaz de estremecerse ante gestos sensibles. Son ellas las que consuelan y por supuesto se identifican más con el dolor: "Se vio sacar los pañuelos/ a una rusa y a una inglesa;/ el aya de la francesa/ se quitó los espejuelos". Ningún hombre se inmuta ante el acontecimiento. Las mujeres, independientemente de su estatus social, son capaces de sensibilizarse y además de ello demostrarlo públicamente.
Se aprecia ante todo que el género abarca los rasgos que la cultura atribuye a hombres y mujeres. Por otro lado el género conduce a formar jerarquías, al otorgar valor y estatus a las actividades realizadas por los hombres, no así a las mujeres, por tanto la posición de estas es de subordinación total, hecho que conciben así la mayoría de las sociedades.[3]
Los roles de género históricamente han asociado a la mujeres a la maternidad y el hogar. Ellas quedan relegadas al plano decorativo, a la belleza física, a la aceptación de preceptos tradicionalmente establecidos por la sociedad. Las féminas lucen la belleza del cuerpo que complementan con vestimentas apropiadas que cubran y adornen su mayor tesoro. El autor lo sabe, vive en una sociedad absolutamente de hombres y no puede escapar al influjo de engalanar a su personaje con todo lo magnífico que su letra puede: "quiere salir a estrenar/ su sombrerito de pluma./ Ella va de todo juego, con aro, y balde y paleta...". A ellas, y sobre todo a la niña, engalana con adjetivos, símiles, metáforas de exquisito lirismo: la niña divina, mi niña hermosa, muy oronda, niña caprichosa, la del sombrero de pluma, un sombrerito callado.
Las ideas de Martí relacionadas con las mujeres responden al momento histórico en que vivió y su obra no escapa de la sociedad latinoamericana del siglo XIX. Los tratamientos específicos de cada personaje se ajustan a patrones socioculturales imperantes.
En la obra se vislumbra la importancia para la mujer de educarse desde niñas bajo conceptos estrictos de feminidad: jugar a las muñecas, ser madres, amas de casa, atributos indispensables para la moral femenina. De ahí se desprende la crítica a la niña que maltrata a su muñeca renegando implícitamente su condición de madre. Magdalena es llamada mala a pesar de corresponder en atributos superfluos a los gustos de la mujer: "¡Y qué mala, Magdalena con tantas cintas y lazos, a la muñeca sin brazos enterrándola en la arena!"
La estructura familiar patriarcal estableció una jerarquía rígida de supremacía para el hombre, en tanto sexo fuerte y de subordinación para la mujer, sexo débil, esta última es la encargada del proceso reproductivo en todos sus estadios. Se ha derivado injustificadamente que todas aquellas actividades relacionadas con el cuidado de los hijos y las labores domésticas, son responsabilidad únicamente de las mujeres; se ha instrumentalizado incluso, a través de las instancias de socialización de la cultura, un discurso que promueve la asimilación de estas funciones, que por naturaleza le corresponden realizar según los patrones machistas. Para desarrollar sus funciones reproductivas con calidad, debe ser sumisa, dócil y seductora con el macho, pues de las estrategias de subsistencia de éste, dependen las garantías y seguridad del proceso descrito.[4]
Es también la mujer y sus descendientes femeninos quienes sufren con más dolor las calamidades de la miseria: "Yo tengo una niña enferma/ que llora en un cuarto oscuro son quizás los dos versos mas punzantes del poema martiano, escritos con la intención de hacer vibrar de dolor.
De la mujer se vale el escritor para sublimizar los actos de entrega, desinterés y ayuda al prójimo, sobre todo si de ayudar a otra mujer se trata: ¡No quiere saber que llora/ de pobreza una mujer! Se trastocan en Pilar el gusto por una materialidad previamente enseñada-«¡No te manches en la arena/ los zapaticos de rosa!»., pero no te mojes/ los zapaticos de rosa».en un deseo de dar todo para aliviar dolencias humanas. dáselo! y eso también! ¡tu manta! ¡tu anillo!»
En "Los Zapaticos de rosa", utilizando elementos descriptivos de suma belleza, (Martí) deja ver las diferencias sociales y su repercusión en el disfrute de los recursos naturales.(...) Reflexiona sobre la situación de los humildes, en contraposición con el universo fastuoso y falso de los ricos. Los contrastes sociales se vinculan a las características del medio natural[5]. La protagonista está protegida y cuidada sin embargo añora la libertad privativa al hombre y un tanto a los pobres. Dicen que suenan las olas mejor allá en la barranca, y que la arena es muy blanca donde están las niñas solas. donde se sientan los pobres, /donde se sientan los viejos!
Los modelos femeninos apreciable en "Los zapaticos de rosa" de José Martí a las jóvenes generaciones, tiene notable vigencia. “Lo cierto es que su propuesta modélica tiene mucho valor ético en estos tiempos, donde la familia es un concepto cultural en crisis, se incrementa el divorcio, la prostitución del cuerpo, el abandono de los hijos y una situación económica precaria, donde la escuela intenta sustituir la educación de los hijos”. [6]
El punto clímax de la obra es el ofrecimiento de lo que se le ha recalcado a la niña que debe proteger. La infante ofrece su tesoro en expresión solidaria de piedad. La actitud solidaria de Pilar ante la niña enferma, es un reclamo contra la pobreza material y espiritual y por la igualdad entre los humanos.[7]
Los zapatos, quienes aparentan ser el centro de la obra, el elemento esencial que le confiere título a la misma pero que es absorbido por Pilar alcanzan su verdadero valor no por ser nuevos, o de rosa, color lógicamente relacionado con la femenidad sino en el momento en que sirven de pretexto pasando de una niña a otra para transmitir valores profundamente humanos y emotivos.
A través del poema y sus personajes femeninos Martí manifiesta sus ideales de superación humana en defensa de la sensibilidad, a través de personajes frescos, espléndidamente dibujados por su pluma. Los zapaticos de rosa difunde la mas bellas sensibilidad con un alto contenido estético y formal.
José Martí escribe La Edad de oro para los niños y las niñas de América sobre los que descansa el futuro del hombre, para ellos son estas experiencias válidas de la vida del ser humano y de la sociedad.
Notas.
[1] Martí, José: "Carta a María Mantilla, 9 de abril de 1895", en Obras Escogidas, Tomo 111, Editorial de Ciencias Sociales.
[2] Fernández Verdecia, Arnoldo: Leer La Edad de Oro con ojos de mujeres, 117 años después. . http://www.radiogritodebaire.co.cu/html/ Mart% C3%A D % 201.htm
[3] Idem
[4] Idem
[5] Velázquez López, Alberto, Frómeta Fernández, Ada Berta: La educación ambiental en la edad de oro en Aproximaciones a la edad de oro, Editorial Universitaria, 2006.
[6] Fernández Verdecia, Arnoldo: O.Cit
[7] Velázquez López, Alberto: O. Cit
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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