Ojalá y tomen las decisiones más afortunadas para los suyos y no sigan esa ruta que puede llevar a la muerte. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu
Con frecuencia acudo a uno de los Banco de audiovisuales de la ciudad donde vivo aquí en el oriente cubano llamada Contramaestre, a unos 75 kilómetros de Santiago de Cuba. Allí se reúne mucha gente de todo tipo. Incluso se pueden oír las conversaciones más insólitas, como esta que ocurrió hoy entre dos personajes, de esos que visten bien, hablan a lo habanero y tienen un bolsillo forrado de billetes.
Con frecuencia acudo a uno de los Banco de audiovisuales de la ciudad donde vivo aquí en el oriente cubano llamada Contramaestre, a unos 75 kilómetros de Santiago de Cuba. Allí se reúne mucha gente de todo tipo. Incluso se pueden oír las conversaciones más insólitas, como esta que ocurrió hoy entre dos personajes, de esos que visten bien, hablan a lo habanero y tienen un bolsillo forrado de billetes.
“Al
gobierno de Contramaestre aquí no le quedó más remedio que aflojar ocho millones
de pesos cubanos para subsidios destinados a obras de construcción. En Palma
Soriano aflojó catorce millones".
“Men”, respondió el otro, “la cosa viene muy mala el año que viene, tienen que hacer algo pa que la gente siga creyendo, de lo contrario esto se va a bolina”.
El otro replicó con argumentos extrapolados del vecino Haití: “Le ronca saber que Haití prefiere comprar la mano de obra de los cubanos porque es más barata que la de ellos mismos….jajajaja. Tengo ejemplos, un chofer, ambia mío por cierto, recibía 200 dólares mensuales por pinchar allá, si fuera haitiano tenían que pagarle el doble”.
“Men, to el mundo quiere viajar. Los homosexuales se están casando con cualquiera con tal de irse, incluso hasta los que no lo son. To la gente quiere ir tumbando men. El cubano se casa hasta con un caballo con tal de irse”. (Aquí tuve que reírme a boca tendida. Me parecía algo inaudito escuchar una frase así, donde el sentido de la identidad era tirado al suelo y pisoteado inmoralmente).
Salí del Banco, en mi memoria, unas diez películas y los últimos capítulos de la serie dramatizada “Celia Cruz”, sobre la que prometo un post en nuestro Caracol de agua, pues ha impactado en los hogares y la gente habla sin cesar de la misma.
Así andan algunos, no de a pie por cierto, aunque también hay muchos de ellos así; en sus cabezas otros mundo gravitan y los invitan a navegarlos. Ojalá y tomen las decisiones más afortunadas para los suyos y no sigan esa ruta que lleva de Cuba a Ecuador, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Panamá, México y finalmente al sueño dorado de pisar la raya amarilla que les permite acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. ¿Cuántos llegan? ¿Cuántos mueren? Sólo Dios sabe.
“Men”, respondió el otro, “la cosa viene muy mala el año que viene, tienen que hacer algo pa que la gente siga creyendo, de lo contrario esto se va a bolina”.
El otro replicó con argumentos extrapolados del vecino Haití: “Le ronca saber que Haití prefiere comprar la mano de obra de los cubanos porque es más barata que la de ellos mismos….jajajaja. Tengo ejemplos, un chofer, ambia mío por cierto, recibía 200 dólares mensuales por pinchar allá, si fuera haitiano tenían que pagarle el doble”.
“Men, to el mundo quiere viajar. Los homosexuales se están casando con cualquiera con tal de irse, incluso hasta los que no lo son. To la gente quiere ir tumbando men. El cubano se casa hasta con un caballo con tal de irse”. (Aquí tuve que reírme a boca tendida. Me parecía algo inaudito escuchar una frase así, donde el sentido de la identidad era tirado al suelo y pisoteado inmoralmente).
Salí del Banco, en mi memoria, unas diez películas y los últimos capítulos de la serie dramatizada “Celia Cruz”, sobre la que prometo un post en nuestro Caracol de agua, pues ha impactado en los hogares y la gente habla sin cesar de la misma.
Así andan algunos, no de a pie por cierto, aunque también hay muchos de ellos así; en sus cabezas otros mundo gravitan y los invitan a navegarlos. Ojalá y tomen las decisiones más afortunadas para los suyos y no sigan esa ruta que lleva de Cuba a Ecuador, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Panamá, México y finalmente al sueño dorado de pisar la raya amarilla que les permite acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. ¿Cuántos llegan? ¿Cuántos mueren? Sólo Dios sabe.
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