"Yo aprendí a amar a Cuba leyendo las páginas de la revista Bohemia". |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Ha
vivido 37200 días, parece fácil decirlo;
pero la cosa cambia cuando afirmas “Sulpicio Fernández Peña” cumplió 102 años de vida este 20 de abril de
2017 y lo celebró con toda la familia en Cruce de Anacahuita (oriente de Cuba),
lúcido y pleno de salud.
102
años. Increíble, diría cualquiera, pero lo cierto es – le respondería-, que nació
casi con el estallido de la
Primera Guerra Mundial; y por sus venas corre la sangre mambí
de sus abuelos Juan de Dios y Toñé Fajardo, el hermano de Juan. En su casa natal creció
escuchando las historias del insurrecto Jesús Rabí y los últimos días de José
Martí en tierras de Dos Ríos; oyó sobre las tres veces
que trató su abuelo Toñé, junto a Máximo Gómez y Martí, de cruzar el
Contramaestre crecido. Juan y Toñé habían sido hombres de confianza de estos tres
grandes adalides de nuestra historia patria (Martí, Gómez y Rabí). Supo, mediante la palabra de Toñé, del primer
entierro de Martí en Remanganguas: “Los Sánchez se hicieron cargo del cadáver,
eran hombres muy respetados allí”.
Durante
la República
(1902-1958) era un lector apasionado de la Revista Bohemia, según él, “la
más leída por los cubanos. En casa estábamos suscritos. Yo aprendí a amar a Cuba leyendo sus
páginas”.
Al
hablar sobre Míster Bolton supe algo tremendo; uno de sus tíos, Justo Peña,
-probablemente el más querido para él-, había sido administrador de las propiedades de
este señor. Me dijo que Justo había tenido 27 hijos con varias mujeres y que
por su probada fidelidad a Bolton, éste le regaló una caballería de tierra
donde hizo una casa por el camino que va para Tumba Vaca. "Allí murió".
Quise
saber de su padre “Herminio Fernández Rosabal” y estas fueron sus palabras: “El
mejor hombre que hubo en todo esto por aquí. Fue maestro de un paquete de gente,
pues les enseñó a leer, escribir y las nociones básicas de matemática”.
En
cuanto a su madre “Petronila Peña Escobar” me
dijo que “era una mujer de probada lealtad a la patria; su padre era
español y un día desapareció sin dejar noticia; entonces su madre Ofelia Escobar se casó con
Toñé Fajardo, el hermano del último mambí; fue criada y educada por este hombre
con mucho amor. Para nosotros, Toñé, era el padre de mamá, nuestro abuelo.
Murió con el triunfo de la Revolución.
Tremendo hombre.”
Pregunté
al viejo por su esposa Enma Ramos Ríos y supe una historia hermosa sobre un
árbol centenario: “La conocí en casa de los Ríos, a la sombra de un
árbol de carolina; la familia decía que
no se podía tumbar porque allí estaba el espíritu de los ancestros. Ella andaba
en los 14 y yo con los 15 cumplidos. El amor empezó bajo aquel gigante
legendario que estaba en el patio de la casa de Agustín Ríos. Los quince de
Enma los celebramos allí, con lechón asado y mucho afecto familiar. Es la
mujer de mi vida, mi compañera de más de 70 años y unos cuantos de novios”.
El
viejo Pisio, como le dicen sus vecinos, fue vaquero; un hecho que definió
profundamente sus habilidades como fabulador. Grandes lotes de ganado tenía que
llevar de una región a otra en la antigua provincia de Oriente. En las noches,
mientras reponía energías en torno a una fogata, junto a sus colegas, el
señorío de la palabra se imponía; la imaginación ganaba terreno y se convertía
en una especie de Midas, todo lo que hablaba parecía ficción. Era difícil
definir el límite entre realidad e invención en sus historias.
Sus
mayores aficiones como hombre siempre han sido: tocar el tres, el bongó, jugar
gallos y montar caballos de raza.
En
la cultura de Pisio anda ligado el espiritismo más profundo y un pragmatismo
elemental. Desde niño siempre tuvo la capacidad de dialogar con los muertos y
vivir el hoy sin pensar el mañana.
Cuando
surgió el central América y con el mismo las colonias de caña que se
multiplicaron por estos lares, ahí estaba manejando un camión para llevarlas al
coloso azucarero.
Después
probó fortuna como chófer de alquiler, conduciendo una máquina de Baire a
Contramaestre; allí lo sorprendió la Revolución de enero de 1959; entonces se vino a
la finquita heredada de sus padres y trabajó la tierra como agricultor pequeño.
La
única mujer de su vida hace cinco años
no está. Ellos (mi padre viejo y mi madre Enma), me dieron el abrigo que con un
año y medio de nacido perdí. Al calor de sus enseñanzas crecí en la honestidad.
Felicidades a ese hombre que lleva en su cuerpo, más de un siglo de vida; y en su mente, un mundo de historias por
contar.
Muchas felicidades al viejo, es una dicha llegar a esa edad, sin dudas constituye un caudal de conocimientos. Que la vida siga sonriendo a tú abuelo por muchos años más
ResponderEliminarQue opino de esto? que no tiene precio sentarse a hablar con la historia en vida , esa experiencia debe de ser maravillosa, por lo menos para mi lo seria . Mi padre con 89 anos cuando nos cuenta historias pasadas nos deleita y te hace seguir preguntando y escuchando mas y mas , me imagino con 14 anos mas de historias, vivelo, disfrutalo, graba en tu memoria lo mas que puedas y escribelo , es invaluable lo que tienes. Mi bendicion para todos y un enorme abrazo a Mr Historia .Ojala pueda conocerlo , seria un regalo enorme para mi .
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