Fidel Castro en los días finales de la guerra. (Foto tomada del archivo de Ana Fernández) |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Contramaestre vivía los
últimos días de diciembre de 1958. El líder guerrillero Fidel Castro estaba
enfrascado en la toma del Banco de Fomento Agrícola e
Industrial de Cuba y del histórico poblado de Baire. A cuatro kilómetros de
este último está ubicado el barrio Cruce
de Anacahuita; en una de las casas de
allí Fidel durmió cinco noches. Un chico de nueve años tuvo la posibilidad de
conocerlo y accedió a narrarnos ese momento,
su nombre, Juan Luis Fernández Ramos (Guancho).
Juan Luis Fernández en el corredor de la Tía Ana. |
A Guancho lo conocen todos en Cruce de Anacahuita, tiene hoy más de sesenta años. Fue fundador
del Ejército Juvenil del Trabajo y obrero del Aserrío de Anacahuita hasta que
se jubiló. Tiene dos hijas graduadas de medicina y es una persona agradecida
por haber conseguido algo así. “En tiempos de la República con qué iba a
pagarlo”, me dijo.
Hasta su casa llegó este reportero y conversó con él sobre un suceso
que marcó su vida, aunque desde su lógica de hombre de campo, fue algo muy
sencillo para ser registrado por los anales de la historia. Guancho conoció en
persona a Fidel Castro. Estuvo una noche en la cocina de Tía Ana, apreciando
las destrezas del cocinero Roblán.
Cuenta Guancho que sus padres, Enma y Sulpicio lo acompañaron esa
memorable noche; “pero allí estaban además todos los hermanos de papá. Fidel
era muy alto. En un momento de la conversación, luego de tomar café, le
dije que tenía un hermano de dos años que le pusimos Fidel, por si acaso a él
le pasaba algo, quedara el otro y pudiera hacer la Revolución. Fidel se puso
muy serio y me dio la mano, luego me dijo que le gustaría conocer al otro
Fidel, entonces mamá le dijo que tenía Tosferina, no lo habían traído porque el
sereno le hacía daño. Fidel me abrazó y dijo que cuidara de mi hermano,
porque quizás hiciera falta algún día.
“Mi hermano se graduó de
Cultura Física. Hoy es profesor de varias escuelas primarias rurales en el Consejo Popular Bungo La Venta. Gracias a Dios no le pasó nada al otro,
jajaja…..”, con aquella sonrisa a flor
de labios daba por terminada su conversación.
De hombres humildes como
Guancho está tejida el alma de la Patria. Su casa está a unos docientos metros
de la de Tía Ana; allí morirá un día con
la certeza de que es un cubano de los buenos.
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