Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
A mi amigo, el sonero
Cachao.
Vivo en un lugar como cualquier
otro de Cuba. El tiempo me golpea fuerte y no encuentro maneras de reponerme.
Salgo a la calle y los precios estallan como fuegos artificiales; uno los mira a lo lejos y sonríe, parecen una
obra de mal gusto, pero algunos aplauden y los encuentran bien. El viejito
jubilado que sólo gana 247 pesos al mes, -apenas diez CUC-, expresa una profunda amargura en
sus ojos cansados. “No puedo más”, me dice y mira al cielo e invoca a Dios.
Así andamos, lo básico
inalcanzable; las enfermedades asomando
por doquier y uno con el temor de ir a dar a un hospital, porque las medicinas
andan perdidas, los buenos médicos también. El miedo ahí, raro compañero, nos
recuerda que no hay una segunda vida.
Así andamos, con los mosquitos
como ejércitos dando batalla y diezmando tropas y uno sin saber porqué
no dan la alarma y nos salvamos, porqué
no damos la batalla necesaria, la que salve a nuestros hijos, abuelos, amigos, al
barrio.
En el noticiero se empeñan en
mostrar un país hermoso, cuando en verdad duele caminar las calles y sentirse
indefenso ante tanta especulación con los alimentos, las medicinas, el
transporte, el aseo, el desodorante, el agua potable... La gente tiene mucho dolor
en el alma. No llega la tranquilidad a sus hogares. El bolso regresa cada tarde
o en la noche, vacío; lo que ganan
apenas alcanza para dos o tres días.
Cachao, el viejo sonero de Maffo,
me dice al oído que anda muy mal, porque la chequera no cubre sus necesidades. A
precio de garrote compro un desodorante, un jabón, un paquete de ase y un tubo
de pasta de diente para él; lo
merece; no es nada Maestro, le digo; me
responde, es mucho Arnoldo, no todos se quitan para darle a alguien como yo, un
viejo que apenas le quedan unos días de vida.
Recorro la feria de mi pueblo, -sábado-,
es la de cualquier pueblo de Cuba y los fuegos artificiales suenan como disparos. Me asusto ante los bolsos
regresando a los hogares. Es tan hermoso ver a la gente comprando, dice un político local, al menos
encuentran las cosas, sentencia; como si fuera algo grande. Trato de ver su
cara, estoy seguro que no sabe lo que es andar con el bolsillo en silencio y
regresar a casa a envejecer, sin un poco de carne de res, pescado o
sencillamente algo digno para variar y sentir que vale la pena abrir los ojos
cada mañana.
Vivo en un lugar de Cuba, puede
ser cualquier otro. La gente siente el país encima y quiere sacudirse, porque
algo subterráneo dice a sus oídos que es necesario ser el país más
revolucionario del mundo, conquistar el amanecer, como diría Picón Salas; volver
a montar el potro blanco de Martí, recorrer en tren con Máximo Gómez la ruta Santiago-Habana; montarse en uno de los camiones de la Libertad y entrar en enero
otra vez, con los pobres de la tierra a
cuestas, esos por los que se hacen las revoluciones.
Me duele en el alma esto pero es mucha verdad DEBEMOS EN SEPTIEMBRE TODOS LOS DE ADENTRO Y LOS,Q ESTAMOS FUERA ABOGAR PARA QUE LOS PRECIOS BAJEN O SUBAN LOS SUELDO DE LOS TRABJ LOS RETIROS ALGO TIENEN QUE HACER CON ESTO NO SE PUEDE SEGUIR ASÍ
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo con lo que escribes y opinas, lastima que en nuestro pais, nuestro sistema, todo lo que digas que no este valorado dentro de sus principios es catalogado como un criterio anticomunista o apatrida, olvidandose ellos de que existe constitucionalmente la LIBERTAD DE EXPRESION. Cuba es y sera para los CUBANOS no para los JEFES!!!!!
ResponderEliminarCuba no merece nada de nada. Lo digo con mucho dolor, pero lo que he, visto y vivido en mi reciente visita, demuestra que es un pais sin ilusión de ningún tipo resignada a lo que caiga.TRISTEZA Y DEMASIADA PARAFERRNALIA,
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