lunes, 30 de septiembre de 2013

Néctar de frutas desde Contramaestre para el mundo

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
No deje de saborear una oferta especial desde Contramaestre, Cuba.

Bien frío y con sabor agradable.
Invita a degustarlo.
Nada mejor que un néctar de naranja (I)
Caracol de agua disfruta un néctar de naranja.

No deje de saborear una oferta especial desde Contramaestre, Cuba.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Los poetas se retractan, digo, se retratan

Yunier Riquenes, Carlos Esquivel, Luis Felipe Rojas, Eduard Encina.

Por Eduard Encina (Escritor)

De vez en cuando suelo volver a mi álbum de fotos. Y así, como quien no se lo propone, encuentro esta instantánea donde Yunier Riquenes, Carlos Esquivel, Luis Felipe Rojas y yo posamos orondos bajo una pequeña carpa durante una de las Ferias del Libro en Santiago de Cuba.

No sé cómo el azar o las palabras nos habían reunido allí, y quizás sin darnos cuenta nos profundizamos entre libros, tragos, y un diálogo que pocas veces pudimos tener así, de manera coral, pues corren días en que se hace difícil el reencuentro por cuestiones de geografías y coincidencias.

Lo cierto es que mi manía de volver a las fotos me hizo pensar en que más allá de la amistad y la angustia de dedicarnos a la literatura, existe entre nosotros un tono y una atmósfera común que se expresa en lo que escribimos, más bien podría decir «una actitud», que no viene de una procedencia o un linaje, sino de la temperatura de vivir en la orientalidad, bien adentro de la isla.

Es muy fácil percibir en Esquivel la inconformidad y el deseo de resemantizar la historia y la memoria, en Yunier Riquenes el ímpetu por “narrar” desde el poema la pérdida, el desarraigo, y por otro lado Luis Felipe Rojas con el negro al hombro, repartiendo codazos por todo el país, mostrando las crenchas en moneda nacional. Y por supuesto yo, montado en la palabra BAIRE, como si fuera un machete de dos filos, de dos gritos.

Vuelvo a las fotos que es como volver a los amigos. Una foto no es sólo un recuerdo, sino una permanencia. Mañana, quizás, vuelva abrir el álbum y aparezcan cocheros, boxeadores, listeros o el rostro de  mi madre mirándome con hondura desde la eternidad.
Hoy,  quisiera compartir esta imagen y estos versos que son la otra mitad de nosotros, que no se ve, pero les juro que está ahí, alerta,  como un perro de pelea.


formación de valores

La maestra pinchaba a mi hijo
con un compás
él no la entendía pero aguantó
sin decirme nada.
Así es la patria, le dijo
una resistencia
que sólo comprenderás
cuando seas grande.
Mi hijo creció con ese silencio
con ese deseo de romper compases
y matar maestros.

(Eduard Encina, de Lupus)

Santiago vs. industriales:
finalísima. play off


yo no tengo sangre turbamulta que me aplasta y sigo la escritura es un don fortuito una manzana puente sobre mano temblorosa la vida se convierte en el acto de cerrar los ojos o de gritar más fuerte que abandonen el terreno el miedo te ronda en el camino de santiago o las veredas oscuras para llegar al cerro y pedir vayan a otro lado el egoísmo es levar el puente brazos fusiles palas picos defensa nacional
levar los brazos tirar
sin miedo a la cabeza
al corazón sin miedo

paisanos
matanza colectiva

(Luis Felipe Rojas, de Animal de alcantarilla)

Hijo de Mariana

NO ME MANDES  MADRE A LA GUERRA QUE NO QUIERO
partir el espíritu yo quiero el conocimiento, la ruta
a los cíclopes, no me mandes a morir
contra Unamuno.
Que no escape la piel, si elige un bosque adentro,
Una cadena al dominio superior.
La patria es adolescencia, la Alejandría
de La Habana, el ejército de obreros
con los años monacales que quieren perfume
de Aliatar, novelas rusas.
No me mandes a la manigua, madre,
que, a veces, morir por la patria
es morir.

(Carlos Esquivel, de Bala de Cañón)

CUCHILLOS
Mi hermano tenía seis años y yo tres cuando supimos del peligro del cuchillo. Habíamos perdido al padre, rechazábamos las ofertas de un padrastro postizo. Mi hermano y yo conocimos el filo de los cuchillos una tarde desandando por las guardarrayas. Al picar una naranja y ver correr la sangre yo no pude mirar, pero mi hermano jugaba con ella en los hollejos, pintaba los troncos de las matas. A partir de entonces las peleas por decidir quién era el hombre de la casa terminaban sacando el cuchillo. Mi hermano decía te pico, y yo le decía te pico. Afincábamos el filo en la piel, en cualquier parte de los cuerpos. Yo soy el más grande, me decía; y yo el más pequeño. Cada uno quería mostrar el valor, la fuerza de carácter. Mi hermano pinchaba con la punta, yo cedía. Podía afincar con presión o voltear el filo, pero él era mi hermano. Él supo agradecer cuando grande por no equivocarme, aprendimos a jugar con los cuchillos desde niños, a perderle el miedo a los filos.

(Yunier Riquenes, de Claustrofobias)

Fuente: Cimarronzuelo oriental

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Un simple muchacho con una guitarra

Aquí va una entrevista realizada a la orilla de la Carretera central de Cuba. Escuchar en el siguiente enlace: Un simple muchacho con una guitarra
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu 

Ramón David anda por la ciudad donde vivo, aquí en Contramaestre, con una guitarra al hombro, construye pretextos para ponerla a sonar al compás de sus canciones. No falta el trago de ron cubano, la lectura de poemas, en fin, lo humano y lo divino que nos permite llevar la vida adelante con sus durezas y alegrías.

Ramón estuvo en La Habana un buen tiempo, razones personales lo llevaron a la capital de todos los cubanos, pero gracias a su arte pudo participar en conciertos programados por el Centro Pablo, y cantar junto a consagrados de la trova como Eduardo Sosa Laurencio.

Con este joven de mirada aguileña, y rostro bronceado por el sol de oriente, el blog Caracol de agua conversó en exclusiva para todos sus amigos del mundo.

Aquí va una entrevista realizada a la orilla de la Carretera central de Cuba, en una librería, considerada por  algunos, farándula del mundillo intelectual de los que montamos rocinantes  y hacemos de un libro o una canción un suceso que puede cambiar la vida de la gente.
Escuchar en el siguiente enlace: Un simple muchacho con una guitarra

Senderos de la música: Un mimetismo que preocupa

 
En la popular “Disco Temba” que conduzco los jueves en la noche, es cada vez mayor la asistencia de muchachos y muchachas que van a solicitar la música que viví y disfruté en mi lejana juventud.
Por Osmar Barrios Mora

Son tiempos de volver atrás. La tendencia actual en los senderos de la música marca un mimetismo que preocupa. Aunque muchos digan que la música de la llamada Década Prodigiosa es vacía, sin muchas complejidades, me quedo con ella. Banalidades y mal gusto se escuchan a diario por radio, televisión, audios locales, bici taxis y cuanto artefacto sonoro existe.

Muchas personas buscan un oasis en medio de tanta escasez de talento a través de las canciones de épocas pasadas. Y es que la gran mayoría de los oyentes, espectadores y transeúntes del día a día que consumen esta música (entiéndase Década Prodigiosa), encuentran una especie de antídoto ante la invasión sonora que los ataca.

El trato diario con mis coterráneos me sirve de termómetro para tomarle la temperatura a sus preferencias musicales, y cada día que pasa, la tendencia es al recuerdo de aquella etapa maravillosa de los 60´s y 70´s. El lector pensará: “Claro, si son personas mayores que vivieron su juventud en otro tiempo”; pero también los jóvenes se me acercan para indagar sobre artistas y agrupaciones de aquella etapa.

En la popular “Disco Temba” que conduzco los jueves en la noche, es cada vez mayor la asistencia de muchachos y muchachas que van a solicitar la música que viví y disfruté en mi lejana juventud. No me extraña. Los jóvenes marcan la pauta de toda sociedad, y los de mi pueblo, Contramaestre, no son la excepción. Muchos van detrás de las “nuevas” formas musicales, pero hay otro lado de ese público joven que busca algo más humano, íntimo y es ahí donde renacen los sonidos de la Década Prodigiosa.

Todo esto me hace preguntarme: ¿La  Década Prodigiosa pertenece al pasado o es una música viva que acompaña al ciudadano en sus ratos de ocio, su quehacer diario, su vida? Cabe a los sociólogos responder esta interrogante. Para mí está claro: La música del ayer sigue y seguirá acompañándonos para siempre, porque parodiando el slogan de un programa televisivo: “lo bueno no pasa, la Década Prodigiosa tampoco”.

martes, 24 de septiembre de 2013

Reírme era compadecerme de su inservible título de trabajador social*

 
Lo veía volver resignado al machete, al dolor, a la resistencia por mantener a flote su casa.(Fot. Arnoldo Fdez)
Por Jorge L. Legrá (Escritor)

Me dijo que había dejado el trabajo. Cortar yerbas todo el día lo irritaba, y además, escribir era lo suyo; mientras, compraré arroz y venderé a sobreprecio para no morirme. Terminó de hablar y de inmediato pensé en los mil un modos de terminar con su crisis, la idea de un amigo que pudiera resolverle trabajo sobresalió, pero no se me ocurrió nadie. Algo aparecerá, dije, aunque no confió en mis palabras, pero al menos pude devolverle el aliento. 

Fui su profesor de Historia de la Filosofía, pero nunca me detuve en aquel alumno retirado al dolor de su mirada, ni podía imaginar que él, Onel Pérez Izaguirre, tiempo después iba a pasar del registro de evaluaciones a la nómina de jóvenes que iban a llamar mi atención por la fuerza de su escritura, y ese abordar los espacios morbosos de su existencia.

Laboraba como trabajador social, cumpliendo caprichosas y caóticas labores que nada tenían que ver con su capacitación curricular, pero poco le importaba eso, tenía un buen salario y además un bono que le entregaban mes tras mes con el que podía adquirir, desodorante, pasta dental y una cuchilla de afeitar, un lujo imposible en otras labores.

Luego vino la eufemística reducción de plantillas y reubicación laboral que obligaría a muchos trabajadores a buscar qué hacer cuando se sentían humillados por la propuesta de trabajo que recibían. Onel tuvo que ser jardinero y al mismo tiempo perseverar en sus estudios universitarios de psicología. Así llegaron los días en que pasaba por frente a mi puerta con el machete y la lima en el bolso, rumbo a la faena. Era en una escuela cercana, donde todas las mañanas yo dejaba a mi hijo de 8 años, que enseguida corría a jugar con otros niños, esperando a que el sonido del timbre los llamara a formación. Mientras, le echaba un vistazo al aérea verde del centro escolar hasta encontrarlo recogiendo y amontonando yerba, prendido al sol de la mañana. Al saludarlo respondía: “aquí, con mi discurso”, decía, recordándome a Proust que buscaba sabiduría lo mismo en un texto filosófico como en un anuncio de jabón.

Lo veía volver resignado al machete, al dolor, a la resistencia por mantener a flote su casa. Pensé que la yerba cortada, juntada como palabras, y sus manos destruidas por los cayos debían ser todo el sentido o el sinsentido de ese “discurso” que evocaba con angustia. Uno de los primeros poemas que le conocí, venía ya marcado por esa necesidad represiva de ceder a la fuerza bruta de la jornada.

Yo percibía el extraño rumor
del machete destrozando la maleza.
Mi mente
tomaba como punto ese silbido
del instrumento en el aire
cuando se mueve y al instante
hace una autopsia
extrae mis sueños
detenidos
en el gesto.
No culpo a nadie
otro en mí tritura mis brazos
y los envía contra la hierba.
                    (Primer movimiento)

Nada me parecía más triste. Aquellos versos dolían como patadas de esencias. Le pregunté cuándo comenzaría a vender arroz. Tenía que esperar, aún le debían un salario. Me reí y preguntó de qué. De cuando te colocaban guardia, contesté. Solo sucedía a veces; si algún custodio faltaba la directora de la escuela lo llamaba para redimirlo de pasar todo el día chapeando, y lo colocaba de vigilancia nocturna. Él aparecía satisfecho en mi casa para que le llenara la mochila de libros, porque cada noche, es decir, cada guardia, iba a ser su propia “fiesta innombrable” junto a Borges, Rilke, T. S. Elliot, y otros autores, que devoraba sin respirar. Me reí, aunque aquello no era nada nuevo. Conozco a muchos escritores del país que durante los duros años 90, prefirieron trabajar de custodios porque les posibilitaba un banquete lujoso de libros, pero reírme era mi modo de compadecerme de sus 24 años, de su inservible título de Trabajador Social.

Hace ya mucho que dejé de ser su profesor, y comencé a ser el amigo que vive cerca de la escuela primaria donde antes él trabajaba. Ahora había dejado el trabajo y su decisión sé que tenía más convicciones estéticas que económicas, lo sentí confirmado cuando me extendió aquella hoja con un poema perturbador y lucido:

A veces soy autista.
Me encierro para sentirme perdido
dentro de la belleza. A veces salgo
y el delincuente insiste en un lugar
donde la duda se diluye.
El peso de lo mismo me revienta
vomito alimentos que nunca
he tocado.
Para ti soy autista
la regresión y la fantasía de lo
que vendrá después.
Para otros soy delincuente.
                                     (Perspectiva)

No recuerdo quien lo llevó al “Café Bonaparte”, nuestro grupo literario, pero con sólo leer el primer poema se supo que sería de los nuestros, era imposible no sucumbir ante sus indagaciones del sujeto social perturbado, nunca ocupándose de las causas, sino de de todos sus síntomas y el morbo que representan.

Hoy me dijo que su existencia parecía parte de un absurdo, y quiere aprovechar ese curso de la conciencia para ganar la luz del verso. Respiré sus palabras en silencio y lo imaginé como antes, moviendo el machete contra la hierba, acumulándola en pequeños bultos para luego botarla. Nada que ver con sus palabras, pero se me antoja una metáfora sobre la sabiduría que se acumula en los desperdicios, allí donde parece estúpido encontrarla.


*Fuente: Cimarronzuelo Oriental

lunes, 23 de septiembre de 2013

GRADUARME DE BUENA PERSONA

Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible...

Por Reynaldo García Blanco (Escritor)

Tengo una amiga que tiene dos hijas. La menor cursa el sexto grado y quiere ser maestra. La mayor está en primer año de pre y quiere ser médico. Me cuenta esta amiga que suele decirle a sus hijas que a lo mejor en un futuro cambian de idea y escogen otra profesión pero que lo más importante de todo es … graduarse de buena persona.

Y me ha gustado eso. Graduarse de buena persona, de buen ser humano, de persona honesta, civilizada y altruista. Cuánta gente no nos encontramos en la vida diaria que son licenciados, tienen uno o dos másteres y a veces hasta un doctorado en cualquier rama del saber… pero miren que contrariedad… no se han graduado de buenas personas.

A veces, en tertulias y conversaciones de amigos me gusta recordar aquello que dijo Eduardo Galeano: … ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar…

Se trata no más de tener derecho al delirio y soñar dígase en grande o en pequeño pues finalmente la riqueza espiritual no se puede medir y mucho menos comprar. No imagino un mundo en que se pueda llegar al mercado y pedir tres kilogramos de alegría, cinco metros de libros, dos pedazos de ternura. Aunque no falta el que cree que la verdadera felicidad está en tener muchos kilogramos de objetos, muchos metros de algo o pedazos de cosas que no van a durar la eternidad.

Tuve un regocijo interior al levantarme el jueves pasado y ver una ciudad inundada de un amarillo inusitado. Niños, muchachas, ancianos, bicicletas, taxis y árboles. Se comenzaba a mover una mística que nació de una canción, un poema, un reclamo. Un breve gesto de lo que en realidad podemos llamar buena persona.

Vuelvo a Eduardo Galeano cuando dice: …se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega; en ningún país irán presos los muchachos que se niegan a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas… Es el derecho al delirio, a la dulce locura de dos o simplemente la locura de amar al prójimo como a uno mismo. Debemos tener derecho a la quimera aunque alguien nos repite al oído que el futuro dura mucho tiempo.

Podemos pensar en convertirnos en buenos maestros, excelentes jardineros, grandes profesores universitarios, cocineros de alta cocina, pero si en esa universidad de la vida, que es nuestro andar por el mundo, no nos graduamos de buenas personas, seremos malos jardineros, torpes profesores o cocineros de muy mala calidad.

A mi me gustaría graduarme de BUENA PERSONA. ¿Y a usted?

viernes, 20 de septiembre de 2013

Cuba Marginal y Cuba marginada (III). Mejor el resbalón que la patria encima*

La gente se aburre de las caricaturas, lo que antes tenía un sentido ético se va convirtiendo en vacío.
Por Eduard Encina. (Escritor)

Hace tiempo estaba por escribirlo y no me decidía, pero ayer mi hijo Eduard Handel me preguntó por los héroes que representan las estatuas que están en el parque de Baire. Le hablé de cuando mis compañeros y yo salíamos vestidos de mambisitos cada 24 de febrero**, porque nos sentíamos orgullosos de esos hombres de piedra que un día lo dieron todo por Cuba.

¿Y por qué ya no te vistes así papá?, inquirió mi pequeño y quedé sin palabras, no sabía si decirle que por cobarde, por ser mal hijo de mi tierra y de mi gente, o simplemente contestarle que eso es cosa del pasado y los tiempos van cambiando. En el fondo, sabía que estaba acorralado por la historia.

En el intento de pensarnos como país, sin querer o queriendo, se ha llegado al punto de la desmemoria. ¿Pero quién o quienes han sido los responsables? Todo un sistema institucional empeñado en “intervenir” o “rescatar las tradiciones”, ha desnaturalizado esos procesos, arrebatándole a la gente el protagonismo, convirtiendo en “oficial” un acto espontáneo, contaminándolo con una verborrea que todo lo trivializa.

La gente se aburre de las caricaturas, lo que antes tenía un sentido ético se va convirtiendo en vacío, de esa manera pierden su sentido raigal. Nadie puede negar que esas mismas instituciones, contradictoriamente, le habían devuelto a la gente la posibilidad de revisar su pasado y dotarlo de significados consistentes, pero la homogenización de los procesos culturales y la incapacidad de entender y atender con lucidez las implicaciones del cubano en la dinámica de la cultura convoca a revalorizar a tiempo, los nuevos tiempos.

 
Ahora mismo no sé en cuántos parques de Cuba un padre y su hijo se han visto ante tal situación ¿Cómo explicar la desmemoria? Se hace imposible entender cómo en Baire, por ejemplo, las calles perdieron los nombres originarios de patriotas, cómo Saturnino Lora, Florencio Salcedo, Bellito Blanco, General Rabí, fueron sustituidos por los eufemísticos Avenida 1…, Calle 1…hasta el infinito, y parece que ya no vivimos en Baire, sino en la conchinchina.
 
No menos ha sucedido con la Diana Mambisa***, aquella clarinada que se tocaba al amanecer con banda de música para conmemorar el reinicio de las Guerras de Independencia. Bien recuerdo a mis padres levantándonos oscuro para irnos a esperar La Diana; allí estaba todo el pueblo y luego nos íbamos en solemne peregrinación al Cementerio hasta la tumba de los Generales. “Ahora la Diana es una conga – me dijo Noterio, un señor de 94 años- la tuvieron que poner de día; la convirtieron en un desfile de borrachos y gente violenta”.

Lo que es peor aún, el Centro de Veteranos fue convertido en Casa de los Combatientes y se utiliza para cumpleaños y otras celebraciones, además de ser esporádicamente un punto de venta de vinos, ron y confituras, que nada tienen que ver con sus prístinos orígenes.

No sería descubrimiento alguno constatar que en la producción artística cubana más reciente hay cierta inquietud por explorar esas zonas que abordan la construcción del héroe, la historia, y por su puesto, la desmemoria. José Martí: el ojo del canario, de Fernando Pérez, es un filme que en mi opinión va mucho más allá de la re-creación de la niñez y la adolescencia del Apóstol, sino a la conquista del hombre, despojándolo de todo “lo sagrado”, imponiendo un diálogo contemporáneo e inquietante con las nuevas generaciones, que llega a la cúspide en la última escena, cuando la mirada de Martí se detiene, se fija en la eternidad de la pantalla ¿interrogándonos? ¿Convocándonos? De cualquier forma en un gesto de lúcido y comprometido con la realidad que nos toca.
La literatura también le echa una ojeada al asunto, y enseguida pulsamos autores que en nuestra tradición han mostrado claras preocupaciones, desde aquel memorable poema “El trapo heroico”, de José Manuel Poveda hasta uno de los más recientes epigramas “Carta a Manuel el del mercado” de Carlos Esquivel. En su libro Bala de cañón (poesía, Ediciones Caserón) el bardo tunero indaga con fervor en la historia, la relee para revelarnos un sujeto lírico nada ortodoxo con las “narrativas tradicionales” y busca insertarse en un nuevo diálogo con el pasado desde su experiencia más inmediata. Karel Bofil, joven matancero con una voz poética muy atendible, en su libro Matrioskas (Editorial Letras Cubanas), nos presenta un cambio de actitud ante la historia más reciente, transmitiendo cierta desazón y desencanto:“Miro nuevamente animados soviéticos/ y escucho voces que no puedo comprender/ voces que me recuerdan la extraña tristeza/ en que crecimos/ comiendo como soviéticos/ mirando animados soviéticos como niños soviéticos/ vistiendo como niños soviéticos/ mirando animados soviéticos como niños soviéticos/ pensando que el mundo estaba en una revista Misha/ sin saber que Koniek era el fin/ que se acaba.”

Tales referencias nos ponen, evidentemente, ante la disyuntiva generacional de escrituras que agotadas de lo que fueron ciertos paradigmas oficiales, han decidido participar desde otra perspectiva de la historia y no dejarla escapar sin ruidos ni matices. Pero no solo poetas se han lanzado por estos derroteros, encontramos también en la prosa variadas gradaciones sobre el tema.

En el cuento Los agujeros Negros de Carlos Esquivel nos encontramos ante un argumento donde se intenta contraponer la memoria construida desde una epicidad y una moral inmaculada, a la deconstrución del héroe a partir de la memoria filial. La hija que regresa a sus orígenes y encuentra una historia de la que no se siente parte y evidentemente nos muestra desde dónde y cómo se ha articulado la misma.

Desde un ángulo más festivo Ernesto Pérez Castillo con su cuento Introducción, nudo y desenlace…logra apresar y al mismo tiempo ironizar la construcción de algunos eventos públicos montados desde la doble moral, la manipulación de los valores y principios comunitarios, en pos de erigir tipos modélicos de ciudadanos. Un ladrón trasmutado en héroe, y agasajado por las autoridades, que utilizan pioneros con pañoletas, consignas, y acompañados de funcionarios muy bien caracterizados a través de sus atuendos y enlatados discursos.

Al parecer entre literatura y realidad existe una zona de resistencia donde el componente histórico se consolida. Pero no son únicamente los escritores y artistas los que deberán cargar esa responsabilidad. Es hora de que los padres tengan respuestas para sus hijos. La identidad no debe carnavalizarse, en eso deciden organizaciones e instituciones que deben romper la modorra y participar, es mejor el riesgo que la apatía, el resbalón, que permanecer abajo, mirando cómo la patria nos cae encima.


* Publicada originalmente en Cimarronzuelo oriental.
 

 **24 de febrero: Reinicio de la guerra de independencia, conocido por El Grito de Baire, por haber sucedido allí el alzamiento en armas más importante en apoyo del llamado de Martí.

***Diana Mambisa: El pueblo de Baire se concentraba en la Plaza, actual parque de Baire a las 5.00 AM, para salir de recorrido por todo el pueblo, acompañado de una pequeña banda de música, dando una clarinada que terminaba en el cementerio, para rendirle honor los héroes de la independencia que allí descansan.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Dos encuentros memorables con Mario Benedetti*

Siempre daré  “Gracias por el fuego” al hombre que, con su narrativa me enseñó el alma de los “Montevideanos”
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu 

La muerte del autor de Gracias por el fuego  sorprendió a los cenáculos literarios. Nadie esperaba una  noticia tan prominente como esa. El destino se llevó el espíritu que concibió a los “Montevideanos”, los “Poemas de la oficina”, “El país de la cola de paja”, “La tregua”, “La muerte y otras sorpresas” y  “Cuaderno cubano”, por sólo citar algunas de las más leídas en Cuba.

En una ciudad,  de apenas 97 años, un hombre conserva en su memoria dos singulares encuentros con Mario Benedetti en la década de 1960. Su nombre: Orlando Concepción Pérez. Sobre los pormenores ocurridos en los mismos, conversamos con él.


Arnoldo Fernández Verdecia (AFV) ¿En qué circunstancias conoció a Mario Benedetti?
Orlando Concepción Pérez (OCP). Conocí a Benedetti en 1967, el mismo año en que él asumió la dirección del Centro de Investigaciones Literarias en Casa de las Américas. Fue una noche sin igual en Santiago de Cuba. Sesionaba una especie de taller literario. Un cuento mío, “La palabra órdenes”, resultó triturado por un grupito de los existentes, en esa ciudad, aficionados a la mordacidad. Después de leer, me uní a un cuarteto de figuras de la literatura, que hacían más placentera la presencia en aquel edificio en cuya entrada se alzaba majestuosa una mata de framboyán.

Allí estaba como cercano observador José Soler Puig, acompañado a su derecha, por Mario Benedetti, y a su izquierda por Rafael Soler Martínez y Luis Díaz Oduardo. Con modestia me acerqué hasta situarme al lado de Benedetti. Extendí mi mano saludadora desde Benedetti hasta Luis. Aspiro a leer “Montevideanos”, dije al célebre uruguayo. “¿podrás?”, sólo dijo.

Se acercó uno de los críticos mordaces. “Te hicieron leña”. Lo miré a los ojos, lo que él no había hecho, y respondí con serenidad: “A mí no, al cuento”.

AFV. ¿Y qué hizo Benedetti ante unas palabras tan inoportunas?
OCP. La carcajada de Benedetti recibió el coro de tres escritores de ocasión. Finalizado el ritual de los comentarios aprobatorios, escuché el consejo de Benedetti: “Seguí escribiendo. Vos sos un cuentista”. Aquellas palabras en su voz las recibí como un estímulo, sin la más mínima cuota de engreimiento.

AFV. ¿Hubo otra posibilidad de acercamiento?

OCP. Una hora después, coincidimos en la librería “Renacimiento”. Allí estaba a la venta la primera edición cubana de “Montevideanos”. Compré dos ejemplares. Dedicó el mío, muy amable. Le pedí dedicara el otro a un amigo: “Chile” Morín. Me miró extrañado. “¿Chile, el país?”. Le aclaré se trataba de un gran afecto, intelectual de mi pueblo, a quien llamábamos así.

AFV. ¿Se encontró con Benedetti años después?
 

OCP. En octubre de 1968, dos de mis cuentos recibieron primero y segundo premio en el Concurso 26 de Julio, auspiciado por el Consejo Nacional de Cultura. En el programa de visitas, los premiados fuimos a Casa de las Américas. ¡Grata sorpresa! Nos recibió Mario Benedetti. Recuerdo su sonrisa y abrazo atento. Su alegría no disimulada. “Vamos a ver a Haydeé. Le conté la anécdota de tu cuento. Quiero que la escuche de ti”. Conocer y saludar a Haydeé Santamaría fue un honor no programado. Cuando repetí: “A mi no, al cuento”, se rió como yo no imaginé que se reiría la hermana de Abel, la novia de Boris, la heroína del Moncada.

AFV. ¿Qué valoración hizo Haydeé Santamaría de su cuento Desilusión?

OCP. Hablé con Haydeé sobre mi cuento “Desilusión”, que escribí con el tema del torturador de Abel. Me habían dicho que no debía ser publicado. Lastimaría a Haydeé. Fue el ganador del primer premio. Ella quiso leerlo. “Si puedes, publícalo. ¡Está bellísimo!”. Me conmovió su elogio.

AFV. ¿Qué significación tienen para Concepción los dos  encuentros con Benedetti?

OCP. En mi memoria está sembrado Mario Benedetti. Aquellas palabras, quizás con el sólo ánimo de estimular a un escritor novel (no tan novel), resuenan en mis oídos: “Seguí escribiendo. Vos sos un cuentista”.

Siempre daré  “Gracias por el fuego” al hombre que, con su narrativa me enseñó el alma de los “Montevideanos” y con su poesía, me hizo orar como un creyente, por su “Padre Nuestro Latinoamericano”.

 
Mayo 2009

 
*Publicada en mi libro Orlando Concepción tierra dentro, Ediciones Santiago, Cuba, 2013, pp. 17-19

martes, 17 de septiembre de 2013

“Me importan los Cinco, pero me importa mi vida”

¿Por qué Robertico Carcassés usó este espacio para expresar quejas relacionadas con sus intereses personales?
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnodlo@gritodebaire.icrt.cu

De las palabras de Robertico Carcassés, en el Concierto, lo más importante es la forma en que fueron recepcionadas en los diferentes públicos. Lo otro son construcciones mediáticas que responden a intereses alejados completamente de nuestra realidad compleja y cambiante.

El hecho de que ocurriera en un espacio simbólico como el concierto por los Cinco, es lo que sirve de pretexto para hacer de sus palabras una matriz para socializarla y presentarla como hecho contestario en nuestra sociedad,  “una evidencia de que no cambian las cosas”, que “todo sigue congelado”. De ahí el problema y sus niveles de respuesta, que ya generan la amonestación de Robertico Carcassés por las instituciones culturales de la isla.

“Lugar equivocado y en el momento menos oportuno”... Lo primero,  lo comparto totalmente; lo segundo también lo comparto pero arriesgo una valoración muy personal: en los momentos más oportunos se han expresado valientemente argumentos y muchas veces son ignorados, yo diría que la mayoría de las veces quedan en la mesa. La pregunta lógica sería: ¿Por qué Robertico Carcassés usó este espacio para expresar quejas relacionadas con sus intereses personales?

Aquí va su mensaje luego del concierto, así que tuvo tiempo para meditarlo bien y reconocer lo incorrecto,  y en lo que prefiere mantener una posición argumentada desde sus intereses individuales.

Mensaje de Roberto Carcassés
Yo quiero que liberen a los cinco héroes, y que liberen a María. Libre acceso a la información para tener yo, mi propia opinión. Elegir al presidente por voto directo y no por otra vía. Que se acabe el bloqueo y el auto bloqueo, por favor. Ni militantes ni disidentes, todos cubanos con los mismos derechos. Si ya tengo la carta, que volá con mi carro?

Yo quiero que liberen a los cinco héroes y que liberen a María.

Esto fue lo que canté en la tribuna antimperialista con motivo del acto por el quince aniversario del injusto encarcelamiento de los cinco héroes, generando una ola de reacciones diversas a favor y en contra. El Funcionario de Cultura que me citó al día siguiente -al cual respeto- me dijo también con mucho respeto que; esas declaraciones no se avenían con la línea de la revolución cubana, que ese no era el lugar para eso, que había sido oportunista y que por tanto se me aplicaría una sanción por tiempo indefinido, consistente en ser vetado en todas las instituciones regidas por ese organismo. O sea, siendo oportunista me perjudiqué yo mismo con mi actuar, puesto que vivo y mantengo a mi familia mayormente de las presentaciones en estos lugares. También según dijo; había traicionado a los familiares que fueron a llorar a sus hijos y padres que están en el encierro, que mis ideas nada tenían que ver con el objetivo de esa actividad político-cultural y mis palabras solo beneficiaban al enemigo.

Por más que veo el video y releo lo que dije no veo porqué, no se avienen mis ideas a la línea de la revolución cubana, si estamos tratando de mejorar nuestro sistema y se necesita coraje para perjudicarse uno mismo diciendo lo que se piensa. Estoy convencido de que en realidad hubiera sido oportunista, pararme en el escenario en una actividad político-cultural convocada por el gobierno y estar en absoluto acuerdo, cuando ese no era mi verdadero sentir. Además, mi intuición me decía que, si alguien se expresaba de forma diferente, muchos medios de comunicación que han silenciado la causa de los 5 se harían eco de la noticia y esto ayudaría a que se conociera más del caso. Quizás me equivoqué al esperar que mis palabras dieran una imagen de tolerancia y evolución del actual gobierno cubano. También creo haberme equivocado al comprometer a mis compañeros de grupo en algo que pueden o no estar de acuerdo pero que quizás no les interese expresar públicamente.
Vivo en Cuba porque es la tierra que más me gusta. Gozo y sufro de las mismas cosas que cualquier cubano. He viajado bastante, he aprendido como viven los cubanos que no están aquí y me he identificado con su realidad. Muchos han sufrido el desarraigo y la intolerancia del gobierno revolucionario y también son víctimas de la manipulación del poder cubanoamericano.

He seguido el caso de los Cinco y me identifico con su situación profundamente. Quiero que regresen a una Cuba en la que no tengamos que infiltrar gente en Estados unidos para evitar un terrorismo que es real e inhumano. Por eso creo que lo que dije, sí está relacionado con ellos y con todos los cubanos.

No creo que elegir al presidente por voto directo afecte nuestro sistema, más bien le daría al pueblo la posibilidad real de sentirse representado al más alto nivel.

El carro, llevo años tratando de comprarlo. Mandé una carta al ministro de cultura hace meses y otra al periódico Granma. El primero no me ha respondido y Granma respondió hace meses que; se evaluaba mi caso. Pero no la publicaron. Así que, no hable de esto irresponsablemente, sino con un antecedente de ignorancia por parte de las autoridades. Me importan los Cinco, pero me importa mi vida y la de los demás también.

Me disculpo con los familiares si en algo los molesté y reitero:


Yo quiero que liberen a los cinco héroes, y que liberen a María. Libre acceso a la información para tener yo, mi propia opinión. Elegir al presidente por voto directo y no por otra vía. Que se acabe el bloqueo y el auto bloqueo por favor. Ni militantes ni disidentes todos cubanos con los mismos derechos. Si ya tengo la carta, que volá con mi carro?

Yo quiero que liberen a los cinco héroes y que liberen a María.

Roberto Carcassés.

Ver la improvisación de Roberto durante el concierto: http://youtu.be/9ZT9UE5YmnI

lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Será que el Michael Jackson de Oriente no paga?

“…es el hombre que mueve las multitudes y es capaz de mantenerlas despiertas hasta el amanecer, no sé como yo pudiera hacer eso con la Charanga Habanera"
Por Juan Carlos Roque Alonso. jcroquealonso@gritodebaire.icrt.cu 

La razón me obliga a preguntarme año tras año: ¿cuál pudiera ser la causa por la que el sonero Cándido Fabré aparece tan poco en la pantalla de la televisión cubana,  no se escuche con frecuencia en nuestra radio y sus constantes éxitos no sean reseñados en la prensa nacional? 
 
Miles de justificaciones comenzaron a rondarme la cabeza, que si sería porque sus canciones son demasiado extensas y los directores de programas tienen muy poco espacio para radiarlas. No creo que esa sea la causa. El “Chupi Chupí” de Osmany García lo radiaron (rayaron) hasta la saciedad y tiene más de siete minutos de duración.

 
Escuchando las letras de de sus canciones más populares, esas que hasta los niños de toda Cuba tararean buscando una causa justificadora al fenómeno del “apagón mediático” de este sonero imprescindible  en las fiestas carnavalescas, busqué explicaciones en sus textos, pero nada, ni cursis, ni chabacanos, o alguna declaración incorrecta: ¿estará pagando el precio a la osadía por el tema dedicado a la aduana de Holguín?

 
Su tema “Haití que será de ti” conmovió a todo el mundo;  era una excelente ocasión para radiarlo, pero nada de eso pasó: ¿será que el Instituto Cubano de Radio y Televisión no lo ha incluido en sus envíos?  Esa misma suerte corrieron temas como: “Quién los cura”, “Yo también oré”, “Entre balas y canciones”, “El bárbaro sigue en pie”, “Si se arreglara el mundo”, “Santiago sigue bailando” o “Te vamos a levantar Santiago”que energizó la espiritualidad de los santiagueros quebrantada por los desastres ocasionados por el huracán Sandy:  “tengan fe caminen con fe” y como los profetas convencidos de lo que defienden asevera: “te vamos a levantar Santiago, te vamos a levantar”. Este canto a la espiritualidad fue acompañado de la grabación de un video clip, donde participó, la consagrada conga de Los Hoyos y miles santiagueros. Según los especialistas: un concierto nunca antes visto.

 
Casi no lo ponen en ningún programa de la televisión nacional, ni tan siquiera para justificar alguna que otra efeméride; la musa me susurró al oído: “¿será que Fabré no paga?”, pero no señor, que cosas dices, eso no pasa aquí, no, no, ni pensarlo. La misma suerte corrió otro video clip titulado “No lloro y canto”, dedicado a la muerte de su mamá Sixta, con la diferencia que este si lo pagó y bien caro.

 
En cualquier estanquillo de Cuba, de esos que venden “legalmente”, lo mismo música cubana, que extranjera, sin pagar derechos de autor, se pueden adquirir en formato DVD las dos entrevistas realizadas al maestro Cándido en el programa Mega TV de la ciudad de Miami “Pellízcame que estoy soñando”, mal conducido por el presentador Nelson Bustamante, que bien pudiera servir como material de estudio para la formación de estudiantes de periodismo y comunicación social, pues nunca antes, un artista cubano de visita en esa ciudad había dado una lección tan singular de dignidad y amor por su tierra y revolución. La segunda, en el mismo programa, pero esta vez  conducida por Carlos Otero, intenta ser generoso con sus amos y  pone a prueba al maestro de la improvisación con el pie forzado “A Cuba yo no regreso”, pero se volvieron a equivocar, y como una ráfaga, como sólo él  sabe hacerlo,  espetó: 

 
“Si yo me olvido de mi vieja Sixta. Si me olvido de San Luis, Si yo me olvido del Beni, si me olvido de Martí. Si yo me olvido del son, de las claves y el bongó. Si me olvido de la rumba  y olvido este guaguancó. Si olvido a Sindo Garay, a Matamoros  y a Chepín. Si olvido a Enrique Gorrín y también a Rafael Lay. Si me olvido del Compay y acaso pierdo la fe. Si me olvido de Fabré y que yo vengo en progreso. Entonces Carlos diré, que a Cuba yo no regreso”. 

 
Lamentamos que la mayoría de los cubanos no puedan disfrutar estas magistrales respuestas ofrecidas a los Mega farsantes de Miami.

 
¿Por qué la obra de Cándido no está en las listas de éxitos de programas tan populares en Cuba como Piso seis, Lucas, MB Caribe, Frecuencia total o Visión?  El mismo Maestro dijo en una ocasión, a propósito de esos olvidos: “aún estoy virgen para los medios de difusión cubanos que no han sabido valorar mi obra, pero que además, no la reiteran”. 

 
Va siendo hora de dignificarlo como lo merece, no solo en los medios cubanos,  sino también en las empresas de grabaciones nacionales que han perdido la oportunidad de vender millones de discos con su música.  Estamos hablando de una figura que fortalece la identidad desde su singularidad artística, con una obra plena de significados simbólicos, políticos y culturales. 

 
En la presentación de la conferencia de prensa, ofrecida en Manzanillo con motivo de la campaña por los 35 años de vida artística de Cándido Fabré y los 20 años de fundada su Banda, el investigador bayamés, Máximo Gómez, al referirse al sonero cubano expresó: “es una oportunidad especial que tenemos de enfatizar en el aporte que ha hecho Cándido Fabré, su arte y su Banda a la construcción y al enriquecimiento del son cubano,  heredero de muchos afluentes; en algún momento Beni Moré, cantándole a Manzanillo, hablaba del son retozón, y ese sentido dinámico del son tiene entonces todo un proceso de desarrollo que tiene en la actualidad en Cándido Fabré su momento cumbre”.   

 
El joven periodista cubano José Carlos Roque Vila, en su documental dedicado a Cándido,  “Original soy Yo”, entrevistó a reconocidas  personalidades de la música cubana que no vacilaron en ofrecer sus criterios acerca de su vida y obra. Eliades Ochoa dice que “… es el son, no cualquier sonero, un sonero para respetar, quisiéramos nosotros tener muchos Cándido Fabré en Cuba para que el son nunca muera”. Por su parte David Calzado, director de la orquesta Charanga Habanera, al ser entrevistado, manifestó: “… es uno de los soneros más importantes de la música contemporánea cubana bailable, yo personalmente lo defino como el Michael Jackson de Oriente”  y a continuación argumenta: “…es el hombre que mueve las multitudes y es capaz de mantenerlas despiertas hasta el amanecer, no sé como yo pudiera hacer eso con la Charanga Habanera”. El afamado pianista Frank Fernández dice que es  “… el improvisador más completo, más sagaz, más inteligente y más espontáneo que tenemos en Cuba”. Rodulfo Vaillant, reconocido músico y compositor santiaguero, expresa: “es la figura más prolífera en cuanto a la producción de música popular cubana, que lo ha llevado a mantener un alto nivel de comunicación con sus públicos”. 

 
Sin temor a equivocarme puedo asegurar que después del “Manisero” de Moisés Simón y “La Guantanamera” cantada por Joseito Fernández, el cantautor cubano más versionado, tanto en Cuba, como en el extranjero, es Cándido Fabré; la lista sería interminable, pero solamente mencionar a Van Van, Adalberto Álvarez, Charanga Habanera, Celia Cruz, Willy Chirino, Oscar de León y Gilberto Santa Rosa. ¿Todas estas personas estarán equivocadas al hacerlo?

 
Haber sido declarado hijo ilustre de innumerables ciudades de Cuba, de haber sido el autor y el cantor de todos los grandes éxitos de la orquesta Original de Manzanillo, de tener en su autoría más de 2000 canciones, la mayoría goza de  preferencia en la música popular bailable,  de cumplir 35 años de vida artística y 20 al frente de su Banda, son méritos más que probados para que el Instituto de la Música y el Ministerio de Cultura le otorguen sin dilación el Premio Nacional de la Música.

Perros infelices en la ciudad donde vivo

Esperan ansiosos el almuerzo que siempre hacemos llegar a sus vilipendiados estómagos.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

En la ciudad donde vivo abundan los perros,  andan junto a los humanos, como silenciosos compañeros, en busca de un trozo de pan que comer, o una mano desgranadora de cariño.

No puedo evitar socorrerlos ante la presencia de un carro a exceso de velocidad, o una manada de jóvenes entretenidos en golpearlos para burlarse de sus dolores. De esos raros entretenimientos está llena la vida cotidiana de mucha gente que desanda las calles, en la noche o durante el día.

No logro explicarme cómo es posible desatender a cachorros, cachorras, y echarlos a la intemperie, a merced de los tiempos que los devorarán, si no se convierten en lobos de su compleja realidad.

Frente a la mesa de artesanías donde labora mi mujer acuden diariamente, al mediodía;  saben de nuestra ternura hacia ellos, por eso esperan ansiosos el almuerzo que siempre hacemos llegar a sus vilipendiados estómagos;  quizás sienten nuestra virtual protección, y nos regalan ladridos y meneos de rabos, como recompensa. 

En mis recorridos por la ciudad donde vivo los encuentro echados frente a un portal de un café, un mercado, una terminal, o esperando la mano amiga que lance una frita, un medrugo de pan, o la rara fascinación de educarlos como lo hacemos mi mujer y yo, y darles, todos los días, a una misma hora, una ración de comida, para hacerlos felices, en esa cotidianidad, quizás absurda desde la mirada humana; para ellos, la que les ha tocado vivir y no pueden hacer nada por cambiarla. 

Esperan la mano amiga que les de algo de comer.

Esperan ansiosos el almuerzo que siempre hacemos llegar a sus vilipendiados estómagos.
Esperando la mano amiga que le lance una frita o un medrugo de pan.
Huyendo de una manada de jóvenes entretenidos en golpearlo para burlarse de sus dolores.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Ya es oficial: Los "rebeldes" sirios juran fidelidad a Al Qaeda


Ya no queda ninguna duda. REBELDES SIRIOS = AL QAEDA.
Ya no es opinión sino un hecho. Lo puedes confirmar con nada más leer los titulares en los:
El Frente Al Nosra sirio jura lealtad al líder de Al Qaeda
El líder del Frente sirio al Nusra jura fidelidad a Al Zawahin
El Frente Al Nosra sirio jura lealtad al líder de Al Qaeda
El Frente Al Nosra sirio jura lealtad al líder de Al Qaeda
Jefe de Al Qaeda llama a atacar a EU y asfixiar su economía
El Frente Al-Nusra: El rostro de Al Qaeda en Siria

La lista en Google es interminable… Buscad en Google: "roth$childemia" el cáncer social mundial.
Hay que acabar con estos deleznables monstruos que pretenden momificar su "supremacía" a base de exterminio con engañifas. ¿Qué esperamos para darles lo que se merecen? Pues está claro a tener un símbolo que nos una a todos y que mejor que cualquier bandera que se le quite el centro, sus escudos heráldicos con los que hacen propiedad a los países enteros. Nosotros ya hemos empezado, hemos arrancado el escudo real, porque es una real mierda de escudo. Queremos que dejen de tomar decisiones equivocadas y llenas de malicia bien por acción o por omisión.

Orlando Concepción tierra adentro*

En un municipio de la geografía cubana no conozco a nadie que viva de lo que escribe, por muy bien, regular o mal que lo haga
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu 

Entrar a su círculo de íntimos no es fácil para el peregrino que no sabe nada de periodismo o literatura. Puede recibir una despedida formal, sin posibilidades de retorno. Mucho más difícil resulta regodearse con él sobre asuntos literarios o una evaluación de la historia cercana de la que se siente protagonista. Sin embargo, algunos cuervos de ocasión dicen que pretendió estar en todas partes y ser héroe sin haberlo sido, pero Orlando Concepción Pérez está por encima de las miserias y se sabe protagonista de los anales literarios e históricos de Contramaestre.

Con esas razones a cuestas me fui hasta su casa en la calle Guillermón Moncada y toqué a su puerta. Lo amenacé con una entrevista. Sonrió y dijo cuando quieras. Le entregué  las preguntas en un modesto formulario y esperé sus respuestas;  consciente de que es un icono para los que escogen el camino de Homero por estas aldeas, tierra adentro, donde Quijotes y Sanchos fundan ínsulas e imaginan como será la casa del futuro.  Tres días bastaron para legarnos unas respuestas, consideradas por muchos amigos,  su testamento íntimo y literario.

AFV: Escribir dignifica al hombre pero también lo prostituye. ¿Por qué optó por el  oficio de escritor?


OCP: Una pregunta poblada por afirmaciones contundentes saca un poco de paso al interlocutor. Parece que estoy obligado a nadar en la superficialidad de un lago, sin hacer uso de la zambullida. El verbo “dignificar” tiene alcance universal.

Cada hombre ha comenzado a escribir en circunstancias singulares, sólo medibles en un caso específico.

AFV: ¿Cómo explica su interés por la escritura a una edad tan temprana?

OCP: ¿Quién dice que yo opté por el oficio de escribir? El oficio fue el que optó por mí. ¿Soy un escritor o un simple aficionado a la literatura? En un municipio de la geografía cubana no conozco a nadie que viva de lo que escribe, por muy bien, regular o mal que lo haga. Demasiada tela por donde cortar. El que escribe es un ser inconforme y receloso. Tengo un poco de ambos defectos. Ya me han publicado seis libros o casi libros.

Pienso, por un mar de razones, que fue el oficio de escritor el que optó por mí. ¿Soy cómplice? Es evidente, pero no lo creo un delito.

¿Optó por el oficio de escribir como una manera de comprometerse ideológicamente?.  

Escribir por mandato es prostituirse; una de las formas de prostituirse, cobrar por escribir lo que me ordenen,  aunque esté en desacuerdo con ello, es vender mis ideas. 

AFV: En Cuba vivir de la literatura es una quimera, sin embargo, muchas personas no pueden vivir sin ella. ¿Qué motivaciones tiene el ejercicio de la escritura si no hay móviles económicos detrás?

OCP: Cada hombre se parece a su tiempo. Durante muchos años, posteriores a 1959, se convocaban concursos literarios con el apodo de “nacionales”. Todo lo que nacía y sigue naciendo en La Habana, le colocan el apodo de “nacional”.

Algunos de tales concursos carecían de premios en metálico, no tenían retribución económica, incluso, a veces, se eludía la entrega de un diploma de reconocimiento. Para tales concursos había que escribir cien o más cuartillas, páginas de papel bond, en triplicado o cuadruplicado.

Fueron muchas las primeras menciones no publicadas. Nunca hubo en los periódicos o revistas impresas en la titulada “capital del país”, páginas dedicadas a la valoración sistemática de los libros. En toda mi vida literaria, partamos de 1956, fecha en que me publicaron un mini ensayo dedicado a José Martí, sólo leí, respecto a mi trabajo, una crítica seria firmada por Basilia Papastamatíu. Si existían otros críticos,  guardaron silencio.

En aquellos dramáticos años, no pensé nunca que me pagarían mis trabajos literarios o periodísticos. Puede resultar no creíble la felicidad que me embargaba al ver publicado mi nombre en un cuento, en alguna de las tantas revistas y periódicos que existían.

Durante la larga noche de siete años, de la tiranía batistiana, escribí y publiqué mucha crónica social. Me hacía feliz que mis amigos pobres, de cualquier color de piel, pudieran leer sus nombres en letra de molde.

Esas motivaciones anímicas no tienen precio, al menos para mí.  Otros, tienen el derecho de pensar diferente.

 (AFV) ¿Qué piensa de la crítica en torno a su obra?

OCP: De una manera u otra, vuelvo reiteradamente a la literatura. Recuerdo a quienes me ayudaron en mis inicios. Me complace ahora ayudar a quienes comienzan a sufrir escribiendo. La vida es un círculo vicioso. Se va y se vuelve. Sé que no puedo aspirar a vivir de la literatura. Afirmo que tampoco puedo vivir sin ella.

Si otras fueran las circunstancias reales de mi vida, quizás opinaría de una manera bien distinta. Ya cercano a los 80 años, no me hago ilusiones. Escribo por el placer de hacerlo. Si lo hago mal, regular o bien, son otros los que deben evaluarlo. Acepto criterios, aunque discrepe de ellos.

Los seis libros publicados son los que reclaman una mayor atención. Los tengo clasificados en tres de cuentos, de ellos, uno destinado a niños. El primero hizo su aparición en el segundo semestre del año 1977. Los otros tres, contienen poesías. Estos últimos, comenzaron a aparecer en público en el primer año del siglo XXI.

Estos seis, imagino, son los únicos que pueden servir de fuente para alguna crítica seria. De ellos, solamente he tenido oportunidad de leer un estudio crítico con la firma de Basilia Papastamatíu. Coincido con ella en su valoración. Los cuentos de mejor calidad se encuentran entre los que mezclan la realidad con la fantasía.

No soy de los que cree en la crítica literaria demasiado íntima. Si es toda laudatoria, resulta una pedantería. Si es totalmente negativa, pudiera resultar injusta en algún caso. Con la situación de inexistencia de crítica en la Cuba actual, veo como imposible poder algún día leer un buen análisis de alguno de mis libros publicados.

De los que navegan dispersos en varias editoriales de la nación todavía no he sido favorecido ni siquiera con una visión parcial y mucho menos una total de esos libros, que quizás no han cumplido con entero rigor los trámites en la entrega a la editorial.

AFV: Para muchos jóvenes de hoy escribir es una forma de ubicarse en un lugar privilegiado dentro de la sociedad letrada, pero su formación e influencias son muy malas. ¿A qué se debe el hecho de que en Cuba florezcan los escritores como la mala hierba?

OCP: Carezco de la información salida de las investigaciones respecto a la cantidad física de escritores con que cuenta, no ya el país, ni siquiera uno de los nueve municipios de la provincia Santiago de Cuba.

Las encuestas (al igual que los debates) no gozan de buena salud por estos lares. No tengo idea de en cuáles basamentos estadísticos se inspira la afirmación de los escritores que florecen como mala hierba. Es un punto de vista. Lo respeto aunque no tenga elementos para compartirlo.

No tengo medidor de calidad para la sociedad letrada que me rodea. Si sus influencias son positivas o negativas, presumo que tiene un sólido génesis literario, que es de lo que estamos hablando.

Ni siquiera conozco los antecedentes pedagógicos de aquellos que tienen la obligación (porque viven de ello) de tratar de enseñar los mejores métodos, para que algún aspirante a escritor llegue a escribir mejor y, en ocasiones excepcionales, aún mejor.

Mi experiencia personal es que sólo escribiendo se aprende a escribir. Y leyendo más de lo que se escribe. De lo mal, regular o bien que hemos escrito a nadie podemos atribuir méritos o deméritos, excepto al autor. La literatura nunca ha ocupado un lugar privilegiado dentro de ninguna sociedad.
Puede una comunidad, grande o pequeña, ciudad o barrio, contar con un por ciento elevado de personas “letradas”, sin que ello signifique que tiene fuertes posibilidades de que surjan escritores con talento. Pienso que tales condicionamientos, son demasiado “condicionantes”.

AFV: Usted nunca se alejó del terruño a una capital provincial  o La Habana. ¿La variable geográfica conspira contra el autor?

OCP: Quienes vivimos en una de las desatendidas comunidades del este oriental del país no sabemos el significado de la palabra “privilegio”. Quien se obstine en sufrir el oficio de escritor, en estos lares incapaces, se está labrando su propio infierno personal.

Es posible que llegue a cien años de edad, haya alcanzado cien premios, y tenga dos docenas de libros publicados, y la “añeja burguesía” que quizás ocupe el lugar de la “sociedad letrada”, al escuchar su nombre, pregunte: ”¿Quién es?”.

AFV: Escribir para Internet tiene sus encantos, pero también sus delirios. A veces se publican cosas muy buenas pero otras muy malas. La red de redes es una posibilidad; sin embargo, debe tenerse un ojo clínico para elegir. ¿Para usted cualquier cosa es publicable en Internet?

OCP: Siento un profundo respeto cuando se me ofrece la oportunidad de escribir algo destinado a recorrer el planeta Tierra. Casi siempre, el que invita selecciona el tema. En mi caso, regularmente, tiene algo que ver con las cinco ramas artísticas, o asuntos cercanos a cualquiera de los temas relacionados con la cultura.

Ni para Internet, ni para apuntes caseros, “cualquier cosa es publicable”. Si la invitación la hace una página Web, el autor sabe que tiene que hilar fino. Su meditación –si ha sido meditada- estará expuesta a la consideración de todas las personas que habitan nuestro mundo, con el derecho a evaluar línea por línea.

 La honestidad se pone a prueba mediante Internet. No tiene sentido esperar “encantos”. Desde el punto de vista literario se escribe lo mejor posible. Se tiene la esperanza de un día escribir aún mejor de lo que se puede.

Acceder a un blog desde Cuba es un premio. Quizás el trabajo sea merecedor del premio. Si lo que escribo me sale mal, sin profundizar mucho, no lo entrego y solicito se le aplique  el “ojo de buen cubero”.

AFV: Usted ha escrito mucho. Con casi 80 años por cumplir, ¿qué le señalaría al oficio de escribir en Orlando Concepción?

No tengo la cuenta clara de la cantidad de libros que ya he escrito. La precaución de anotar, uno a uno, los títulos, géneros y años de terminación, han faltado en mi aprendizaje de organización. Se que algunos que me conocen no lo querrán creer, pero es la absoluta verdad.

“A las más jóvenes generaciones de escritores les recomiendo que cada diez años actualicen sus currículum. No esperen a los 40, los 60 ni los 80, para dejar constancia de su quehacer en los diferentes géneros literarios como me ha sucedido a mí.

AFV : ¿Y sus textos en formación?

OCP: Después de los 75, ya con pruebas sobradas de la ingratitud de los hombres, comencé a redactar en borrador dos libros necesarios en mi vida: Clandestino sin antifaz (1952-1958) y Oficio de villano (1963-1967). Muchos me sugirieron los escribiera como novelas para alejarlos de la verdad dura. Tomé la decisión de asumirlos como testimonios. Juro que sus cerca de cien páginas, en cada uno, están llenas de muchas verdades.

Esperan su turno los correspondientes al periodismo, los concursos y los libros. Quizás se amplíen a la misma dimensión. Espero que la vida me alcance para tanta ambición.

 “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”, dijo el más universal de los cubanos, José Martí. ¿Cómo le gustaría a Orlando Concepción que lo recordaran?

La honestidad ha sido siempre una especie de tesoro y guía en mi actuación vital. Lo que más repudio es el robo. Cada ladrón, además de ser un antisocial sin retroceso posible, es un traidor en potencia. No tiene la honestidad de asumir su responsabilidad.

Entre 1961-1963 firmé cheques, de una empresa estatal, por un total de más de seiscientos millones de pesos y sigo viviendo, quizás muera, en la misma casita de madera, con cerca de un siglo de duración, que alquilé a principios de 1958.

He ocupado altas responsabilidades. No he cedido a la tentación de coger lo que no es de mi propiedad. ¿Eso es parte de cumplir bien la obra de la vida?

Soy un fervoroso martiano. Algunos corruptos han tenido la osadía de calificarme de “idiota”, por no haber usado una mínima parte de esos 600 millones, para resolver problemas personales. Confieso, parece que moriré siendo el mismo “idiota” que creen los corruptos.

¿Cómo me gustaría que me recordaran en las letras? Pienso que para recordar hay que conocer. Me gustaría que me conocieran en vida, y no solamente mis afines. Quizás si mis adversarios oficiales se acercarán un poco al pensamiento martiano, si abandonaran el odio (que Martí llamó estercolero), sería posible conocer qué ha sido la vida de un hombre.

Creo que todo ser humano, por malvado que sea, tiene más virtudes que defectos. Cuando alguien me hable sólo de los defectos de otro, ya lo conozco por dentro, es un manojo sin solución.

Quizás aquellos que algún día me recordarán más allá de la vida inviertan, una parte de su tiempo, en recopilar lo salvable de los diferentes géneros literarios que me han absorbido. Esa sería una forma de recordarme.

Pienso que de más de 60 años de incursión en el periodismo, salgan aunque sea cuarenta páginas, de esas que algunas ediciones territoriales han puesto como mínimo en un volumen, evaluando si tanto trabajo valió la pena.

Me gustaría ver resumido mi quehacer en Internet, tanto en sitios Web como en los blog. Si  no pudiera verlo, que lo vean mis descendientes.

He transitado por un número crecido de organizaciones e instituciones sociales de dos sistemas distintos. En cada cual di el máximo y no regateé esfuerzos para el prójimo. Esas facetas son desconocidas.

Te lanzo un reto. Tú formas parte de “esas letras”. Empieza a recopilar mis escritos.

AFV: Usted sufre el efecto de una enfermedad terminal, sin embargo,  escribe todos los días. ¿No ha escrito la obra que soñó? ¿O no le queda tiempo  para lo que tiene pensado escribir?

OCP: Ya dije que el hábito de escribir me atrapó desde joven. Esa es una “enfermedad incurable”. Hace ya dos o tres años la Batalla de Ideas me asignó una computadora. Cada mañana, temprano, me siento a escribir. Por ejemplo, responder estas complejas preguntas, para tu entrevista, me ha requerido un buen espacio de tiempo.

No siempre me siento a escribir literatura. Hace tiempo no  escribo un cuento. La creación es un reto cotidiano. Nunca olvido las veces que Manuel Cofiño me trató de establecer una línea: “No te dejes distraer por todo lo que te rodea. Eres cuentista. Todos los días, debes escribir algo”. Cofiño lo hizo. Yo, no. Fui indisciplinado. Hoy lo lamento.

No he tenido como sueño una obra determinada. He escrito mucho testimonio, historia, algún ensayo, poemas, pero nada con aspiraciones de un libro. Tal vez no he puesto el ejemplo en la organización creadora que aconsejo a los jóvenes.

La enfermedad que me ha atrapado no me impide escribir. Me ha servido para comprender que debo tratar de poner en práctica los proyectos que debí comenzar a los 40 o los 60. Dicen que en la vida no hay segundas oportunidades, de esas de las cuales escribía el autor de “La Hora Venticinco”, esa novela inmortal.

Por mucho que lo he consultado con el doctor Rubiera, de meteorología, no he logrado ni siquiera una parte ínfima del tiempo que me queda, para todo lo que pudiera tener pensado hacer. Ojalá, sí. Y ojalá, también, que salga algo que merezca la aprobación de la crítica.

La muerte es una realidad en la vida de todo ser humano, por eso es bueno recordar aquella memorable frase de Leonardo da Vinci: “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte." ¿ Ha empleado bien su vida o aún le faltan cosas por hacer?

Pertenezco a una generación que escogió en su momento la única opción honesta y válida, la lucha armada contra quien se adueñó del poder por la fuerza. Los cobardes y vacilantes, se unieron a la lucha electoral del tirano o se quedaron en la cerca. Tenía entonces diecinueve años. Miles de jóvenes,  de todo el país, hicieron lo mismo. Nada tuvo de excepcional.

Lo curioso es que, dentro del proceso revolucionario, ahora tengo como furiosos adversarios a muchos, cuyos padres fueron batistianos, o se pasaron la guerra metidos debajo de la cama, o, tal vez, ellos mismos. Y esos ocupan cierta posición de poder.

Vaya, vaya. Participé en esa contienda, que me dejó muchos recuerdos. Y al finalizar la guerra de liberación, seguí al servicio de mi Patria. No pude siquiera intentar el estudio para elevar mi nivel de instrucción. No eran tiempos para ceremonias. Eso no me lo perdonan los enemigos de la Revolución.

Los bandidos al servicio de Estados Unidos sembraron el crimen y el terror en nuestras montañas. Luchar durante un mes contra ellos, es otro de los “delitos”, que mis enemigos enarbolan para nublar mi expediente. Ellos son incapaces de separar el bien del mal, porque nadan en aguas sucias.
Estoy convencido de que toda materia nace, se desarrolla y muere. Sin muchos conocimientos filosóficos –aunque me tocó impartir Filosofía y Economía Política-, en una escuela, entiendo perfectamente que detrás de cada vida hay un poco de muerte. Parece que Da Vinci enfrentó “una dulce muerte” antes de escribir su memorable frase.

Me preguntas ¿sí he empleado bien mi vida? Tengo un concepto definido de Patria. Por encima de ella no hay nada, aunque en alguna que otra constitución de la república se pueda mal entender que existe algo por encima de la Patria. La Patria la mantienen los pueblos, y por encima del pueblo no existe nada. Una sociedad tiene que ser “popular” (de pueblo) para ser sociedad. Si es privada o estatal y no popular, ya no es de pueblo, y pierde su condición de sociedad. En ese aspecto, creo haber usado bien mi vida.

Nunca he robado ni traicionado mis principios. He mostrado lealtad a todo aquello que lo merece, y no me arrepiento. Ahí he usado bien mi vida. He puesto en la picota a todos los elementos corruptos. Rechazo a aquellos que ponen precio a todo. Desprecio a quienes aplican en sus funciones oficiales el criterio de que son merecedores de todo lo que pueden sobornar y ser sobornados con las migajas de las divisas; los que navegan por esa ruta del dinero de la que tanto habla el periodista Reinaldo Taladrid. En eso, he dado un buen uso a mi vida.

En fin, pido un voto de confianza para que sea un colectivo de personas honradas, honestas, cívicas, patrióticas, leales, las que redacten sus conclusiones respeto a si he “cumplido bien la obra de la vida”.

Por mucho que uno haya hecho en el transcurso de su humilde existencia, siempre quedarán muchas cosas por hacer. Confieso que me quedan unas cuantas, entre ellas, luchar por dejar a mi familia un techo decente bajo el cual vivir cuando me llegue el final. Eso depende más de otra gente que de mí. Sé que existen personas decentes capaces de contribuir con  una solución justa a los más difíciles problemas”.

 (AFV): La mayoría de sus amigos, entre los que me incluyo, consideramos que un día habrá que hacerle una estatua en el parque Jesús Rabí, pues ha sido el único escritor serio y sistemático que ha dado Contramaestre. ¿Le gustaría que lo recordaran con un monumento?

OCP: Rotundamente, no. Pienso que las estatuas deben estar reservadas solamente para aquellos patriotas que, durante una vida dedicada al bien público, hayan escalado hasta el reino de los cielos. No es mi caso. Los amigos siempre están llenos de las mejores intenciones, aunque a veces se dejan dominar por la pasión. Agradezco a ellos esa intención.

Recordar es una acción bella, cuando sale del alma y se expande desde el alma. Incluso, si sólo me recordaran dentro de cada año, en el mes de marzo, mes de mi nacimiento, el día 21, porque nací en una fecha igual; cada lunes, porque nací el segundo día de la semana, si pudiera sentirlo, sabría que alguien me recuerda.

La rotunda afirmación de que he sido “el único escritor serio y sistemático que ha dado Contramaestre”, me hace sentir en parte apenado. Lo de “serio”, quizás no me corresponde sólo a mí. En la segunda mitad del siglo XX, había un solo caballo literario y me monté en él. Con él traje para Contramaestre premios y menciones en muchos concursos. La falta de medios de divulgación tal vez impidió que se supiera por el público. Lo de “sistemático”, si, lo acepto.

Si por ejemplo mi amigo Arnoldo Fernández se echara el compromiso sobre sus hombros de recopilar lo que considere más perdurable de mis trabajos, sacara una colección de equis cuartillas, que vieran la luz editorial, esa sería una manera de recordarme. Si los historiadores hicieran lo mismo, al seleccionar un número determinado, entre las decenas de mis ponencias históricas; los ensayistas, idéntica acción con mis ensayos, por ejemplo, los dedicados a José Martí; si los narradores y poetas imitaran el gesto, y formaran un par de volúmenes de cuentos y de poemas, incluso los podrían clasificar por décimas, sonetos y versos libres, después, aunque la existencia no me hubiera alcanzado para verlo, pensaría que queda de mí un poco de vida. Muchas conferencias, sobre los más diversos temas, me han sido encomendadas. Están dispersas. Ninguna ha sido publicada. Eso está por hacer, y, quizás, no me alcance la vida para concretarlo. Nadie debe preocuparse por la estatua. Solamente recomiendo se de un cuidado mejor a las que existen.

Qué me gustaría poder ver, la “resurrección” del Centro Histórico de Contramaestre, al que he dedicado varias ponencias. Ver desaparecer los sitios que han sembrado vicios en el mismo. Escuchar a los que dirigen poder hablar del Centro Histórico, si aprenden cuál es el mismo.  Mucho me gustaría estar presente en los actos conmemorativos (si se celebran dichos actos) por el Centenario de la Fundación de Contramaestre, el 5 febrero del 2013.

En lo personal, me sería grato, si de alguna forma, en el 2011, se conmemorara el  aniversario 65 de mi inicio en el periodismo en 1946; los 55 años de mi primer ensayo dedicado a José Martí, el 28 de enero de 1956, publicado en la revista “Nosotros” de Santiago de Cuba, y el 40 aniversario del primer premio nacional, que traje para Contramaestre, en diciembre de 1961.

Esos detalles, que no pueblan las agendas de trabajo de muchos personajes, son latidos de honor para quien, con 14, 23 y 29 años, ya trabajaba para el prójimo. Detrás de aquellos “galardones” no existió lo que llaman “estímulo financiero”. Son mensajes de la dignidad, y la dignidad no se cotiza en ningún tipo de moneda ni billete.

 AFV: Después de un estimulante café, saboreado en una complicidad espiritual, sólo me resta abrazarlo, y desearle salud para que termine los libros que andan en su cabeza.

OCP: Tengo el vicio de andar rodeado siempre por jóvenes intelectuales. Los defiendo a capa y espada. Aunque no comparta algunas de sus razones, daría gustoso mi vida con tal de defender el derecho que tienen ellos y todos a expresar su pensamiento. En ese principio, todos me encontrarán, sin temor a las consecuencias.

Quienes me conocen de cerca y me honran con su presencia en mi humilde casa, tienen pruebas irrefutables de mi protocolar conducta. Los que no me conocen, nunca han tocado a la puerta de mi casa, pero hacen unos diagnósticos “macabros” respecto a mi persona.  Mi esposa y compañera de 30 años, Sonia, jamás le ha faltado el respeto a nadie, y se complace en brindar su café y atender a quienes acuden a nuestro materialmente derruido hogar de la calle Guillermón Moncada, devenida número 13, por desdicha histórica. Te doy las gracias por desearme la salud que tanto necesito. Ojalá sea posible cumplir el deseo para que termine los libros que aún no he escrito.

Si lo expresado, respecto al recuerdo, en esta entrevista fuera realizable, y nada existe que me indique que es imposible; voluntad y coraje sobran, pero no siempre son suficientes”. 

(Contramaestre, 2 de octubre de 2010, 10:47 de la mañana. Falleció el 1 de noviembre de 2010 a las 5:25 de la tarde).

*Publicada en mi libro Orlando Concepción tierra adentro, Ediciones Santiago, Cuba, 2013, p. 23-35


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