lunes, 27 de junio de 2022

EL PURO (Semblanza)


Por Arnoldo Fernández Verdecia. 

No es mi padre, por ese alias, ya tan suyo,  lo conocemos desde la universidad, cuando escribía poemas  junto a Rogelio Ramos y Eduard Encina. 

Hombre de una exquisita cultura. Lector de los más concentrados que he conocido. Capaz de tocar varios instrumentos musicales e incluso de enseñarlos. 

Hijo de Dios. Su familia tambien lo es. Todos sus miembros asumen con dignidad ese modo de comprender la vida. 

Una de las personas más cercanas al poeta y narrador Eduard Encina, por eso a sus espaldas va su legado y con una modestia proverbial lo enseña, lo comparte...
Los festivales del libro volvieron a Contramaestre, a Baire y él nunca dirá  lo que hizo para que  la literatura y sus autores estuvieran de fiesta. 
El Puro hoy por hoy es nuestro más reconocido promotor del libro, gratificarlo es muy poco, hacer que todos lo sepan también es insuficiente. El Puro hoy es un caballo que arrastra un río de escritores, unos agradecidos, otros no tanto. Lo importante, todos vamos en ese río.

POR QUÉ ME FUI DE CUBA (Crónica)


 Por Bismark Galán Galvez (Escritor y maestro)

“El amor, madre, a la patria  no es el amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”.

José Martí

....

Tengo un “amigo” en tierra cubana que simula con total naturalidad una condición de hombre comunista. Tengo allí a muchos “amigos” y personas cercanas a mí que lo imitan. Todos ellos, de una u otra manera tienen o se inventan razones para vivir en la farsa eterna; a la vez, tienen razones o, al menos, la falta de pudor como para cuestionar a quienes, como yo, han decidido abandonar Cuba; mejor dicho, a quienes hemos sido lanzados al mundo como infieles apátridas. 

A propósito, este 28 de junio de 2022, cumplo 20 años de haber llegado a la República Dominicana; este 28 de junio celebro con alegría mi segundo nacimiento, un nacimiento que, con excepción del valor que tiene mi familia sanguínea, ha sido de mayor trascendencia personal. Por eso he decidido responder aquí a ese interrogante que, en más de una ocasión, he escuchado: ¿Por qué te fuiste de Cuba?

La historia comenzó a tejerse cuando, con 13 años de edad, fui internado para estudiar para maestro en Caney de Las Mercedes. Tenía esa opción o la de quedarme, como la mayoría de mis primos, recogiendo café en las lomas de El Pilón de Matías, en el Oriente cubano. Y, como no me gustan las picadas de hormiga y demás relacionados con la cosecha del aromático grano… 

Con el tiempo comprendí el porqué de la obsesión del régimen de sacarnos de casa bajo el pretexto de la educación: apartarnos de la influencia de esa familia que podría educarnos en contra de macabros propósitos disfrazados de revolución. Cumplieron sus propósitos: me hice maestro y me convirtieron en un defensor del sistema, desde el nada agradable Plan de Preparación de Ingreso a la juventud comunista en el que sumían a los niños que éramos. Cumplieron sus propósitos al extremo de llevarme a contradecir a parte de mi familia cuando intentaban hacerme ver la realidad.

Llegó el año 1990 y fui seleccionado para visitar la extinta República de Checoslovaquia, estado que en ese momento luchaba por salir de las fauces del comunismo. Fue ese el detonante en mi cambio de actitud frente a lo que se nos vendía como el ideal social, la comedia en la que algunos “amigos” siguen creyendo; mejor dicho, en la que fingen creer como vía para su subsistencia social y humana. 

Ese viaje, como premio a la ejemplaridad militante y laboral, fue la más profunda lección de que, personalmente, vivía equivocado. La escala en España, en Canadá, el percibir los masivos actos en contra del comunismo en Praga y en más de 15 ciudades que visité en ese bastión comunista de Europa fueron lecciones inolvidables y motivadoras de actitudes y acciones personales de las que jamás me arrepiento. Comencé a comprender por qué el régimen cubano le teme tanto a las personas que conocen otras realidades, a esos que accedemos a la verdad.

Ese viaje, más los consejos y lecturas compartidas con uno de los amigos más ilustres y visionarios (Raulito el Chino), me llevaron a entender que lo único que ocasionaba y ocasionaría el sistema social impuesto en Cuba sería pobreza, división y represión. Comencé a ver con ojo crítico, a cuestionar, a valorar el sentido de la libertad individual… Entonces, intenté borrar aquellos indignos actos a los que me habían lanzado. 

Llegaron muchas otras lecciones, como aquella de la visita del Papa Juan Pablo II a Santiago de Cuba, donde el irreverente arzobispo Pedro Meurice, no pudo ser más preciso: “Este es un pueblo que ha luchado largos siglos por la justicia social y ahora se encuentra, al final de una de esas etapas, buscando otra vez, cómo superar las desigualdades y la falta de participación”. Y después: “Le presento, además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”. 

Casi a la par de esas palabras que calaban hondo y seguían despertándome, fui censurado y perseguido por decir que “el cargo de presidente del gobierno en el municipio debía ser por elección de los electores y no por designación”. Fui cuestionado y analizado por recibir amigos extranjeros en la que se supone era mi casa y en la que gasté gran parte de mi vida. Fui expulsado del trabajo en la emisora Grito de Baire por abandonar las filas del Partido Comunista; recuerdo al “flamante” (en sí, infame) director, que no preguntó qué comerán tus hijos mañana; sino que se limitó a decir: “La emisora es la voz del partido y si no eres militante, no puedes trabajar aquí”. Hoy doy gracias a él, a su fanatismo, mediocridad e insensibilidad porque ayudó a convencerme de cuán equivocado estuve.

Después de cerca de 20 años dedicados a la educación cubana, con todas las distinciones y reconocimientos sociales posibles, tuve que pasar a trabajar en la construcción. Gracias al entrañable amigo Ferrán encontré un espacio en la brigada de la Empresa Cafetalera, donde pude ganar unos centavos para el pan, aunque fuera bajo el embate de las hormigas, el sol y el lodo. Luego llegó la oportunidad en la Dirección de Cultura donde continuó el asedio de la seguridad del estado y la presión política para que fuera sacado de la posición, que se limitaba al trabajo en una computadora. Crecía en “ellos” el temor a lo que yo podría decir en un simple correo electrónico; cómo olvidar las constantes inspecciones al contenido de la PC y el acecho constante del agente asignado.

No aguanté la persecución, la carestía, el hastío, la falta de libertades… Me propuse buscar una vía, como la han buscado y la siguen buscando miles de cubanos, incluso los hijos de aquellos que me vigilaban y hasta ellos mismos. Después de varias y constantes gestiones, en el año 2001 encontré un rayo de luz en un amigo dominicano (Darío Tejeda) a quien conocí por casualidad y me gestionó una visa. Seis meses después, no me habían otorgado la carta blanca (permiso de salida), salvoconducto que el régimen cubano expedía para todos y aun expide para algunos de sus esclavos. 

Fue en junio del año 2002 cuando recibí el ansiado permiso. Vendría la gestión del dinero para un boleto de 225 dólares de Santiago de Cuba a Santo Domingo, una fortuna para alguien que ganaba diez dólares con treinta centavos al mes. Pero contaba con tres incondicionales que no lo dudaron ni un minuto para apoyarme: Héctor, Robert y Alfredo. 

Llegó aquel memorable 28 de junio de 2002. Con él, la despedida de los seres queridos desde 24 horas antes, las lágrimas, el sufrimiento… porque, como he dicho tantas veces, “escapar es una herida”. Una mezcla indescriptible del dolor en los que te ven partir y del que ocasiona el adiós y la incertidumbre de si podrás volver. Por lo demás, todo parecía perfecto: buen clima, confirmación de que el An-24 saldría a la hora prevista; el chofer que me llevaría al aeropuerto había conseguido combustible. 

Aeropuerto, Migración y el momento de más desespero, maltrato y humillación: los agentes me revisaron todo, sacaron hasta la última fotografía de la billetera, anotaron cada detalle, hicieron mil preguntas… Una de la tarde, mientras el avión calentaba los motores, sin ningún argumento válido y bajo un diálogo que todavía martilla mis oídos, me quitaban los únicos 140 dólares que llevaba.

—No puede sacar dólares de Cuba.

—¿Cómo? Pero… ya no está penalizado.

—Pero está establecido por ley que no puede sacarlos. Puede reclamar antes de un mes, cuando regrese.

—Voy por un mes.

—Lo siento. Es decomiso, esa es la ley.

—¿Cuál ley? 

—Está en Internet.

—No tengo Internet. ¿Quién tiene Internet en Cuba? Mis hijos y mi esposa no tienen zapatos, con eso… (Los 100 dólares eran de un compañero de trabajo que me pidió le comprara un reproductor de videos).

Me dieron 20 dólares (de los míos) porque, para no perderlo todo, argumenté que quería comprar algo a mis amigos dominicanos. Lo hicieron bajo la condición de que debía gastarlo allí, en su maltrecha tienda. Sin apartar la mirada de la pista, pedí dos botellas de Havana Club y dos tabacos. ¿Para qué los tabacos? Para gastar en algo. 

Al fin en el avión, que saldría con 30 minutos de retraso, en espera de que concluyera la requisa al último pasajero, el número 9; es decir, yo. Descorché una de las botellas y bebí mientras tuve fuerza, hasta quedar en un estado éxtasis jamás experimentado y que no me dejó hacer consciente el temeroso despegue. “Usted está muy alegre”, dijo una señora. “Hoy es mi cumpleaños”, le respondí. En verdad, era día de nacimiento. 

Después, en cada viaje a ver a la familia y con el derecho que me asiste por haber nacido en un país que no es propiedad comunista, aunque lo parezca, he sido objeto de los más estúpidos interrogatorios por parte de la seguridad del estado: dónde ha ido, en qué trabaja, qué trae, qué hace, qué escribe, qué piensa… 

A pesar de todo esto, que no es ni una milésima de las razones, hay quienes siguen preguntándose por qué me fui de Cuba. A pesar de todo esto, hoy puede usted encontrar a esa militante “comunista” que sigue y cuestiona mis decisiones, posiciones y criterios mientras espera que sus dos hijos desde el extranjero le envíen la mercancía capitalista que revende a otros militantes. Puede escuchar a ese que no le alcanza su mísero salario y vive de lo que la suegra le envía del norte “revuelto y brutal” mientras él discursa y acusa a quienes opinamos en contra del sistema. Más aún, puede mirar a esa defensora del régimen y sus “conquistas” en materia de salud, que ha sobrevivido a una penosa enfermedad gracias a la medicina que le llega desde Haití, uno de los países más pobres del mundo. Hoy, 20 años después, me alegra que mis grandes críticos son esos seres, farsantes eternos, que chivatean en el comité y roban con esos allegados que tienen acceso a los recursos del pueblo. Es maravilloso tener como críticos a esos que se han pasado 63 años celebrando conquistas inexistentes.

Y sí, claro, ellos y el resto de los ciegos defensores del régimen, los del acceso limitado a la verdad, los “ciberclarias” de estos días, seguirán con el dedo acusador no solo hacia los que nos hemos ido y que con nuestro sudor les mantenemos el país, sino y de manera especial, hacia el Norte. Seguirán con el dedo hacia los “enemigos” que los alimentan con el pollo imperialista; hacia el falso bloqueo (que es embargo) sin la más mínima idea de por qué surgió. Seguirán ahí, vestidos de capitalismo, comiendo productos capitalistas, ansiosos por que los de afuera les envíen más productos capitalistas, porque no producen ni un ñame de los que se podrían cultivar sin ninguna inversión más que vergüenza, interés y recompensa.

Mientras, reitero la satisfacción de haberme ido de Cuba, de que me empujaran a escapar. Siento la tranquilidad de haber sacado a mi esposa y mis hijos de manera segura; la tranquilidad de ver crecer a mis nietos en un sistema nada perfecto, pero sí de libertad individual sin la cual no existe ninguna otra. Siento la alegría que aporta el ser respetado, sin que importe cómo pienso ni qué digo. Siento felicidad por este cumpleaños 20 en mi adorada República Dominicana, nación pobre pero donde, a diferencia de Cuba, se puede criticar al gobierno desde un partido diferente al del presidente o desde ningún partido; un país donde se puede hacer una marcha sin ser reprimido ni encarcelado, como les ocurre en Cuba a los jóvenes del 11 de julio y a todo el que critique a un régimen que lleva 63 años destruyendo al país. En resumen, sé por qué me fui de Cuba y por qué vivo en un país en el que tengo lo que cualquier profesional que trabaja honradamente puede alcanzar. Por eso lo celebro y le agradezco a Dios. ¡Patria y Vida!


jueves, 23 de junio de 2022

VIAJE A CHICAGO (Crónica)


Por Arnoldo Fernández Verdecia 

Chicago es una ciudad hermosa para el viajero que llega por vez primera. Ascender a sus rascacielos es una fiesta de puro equilibrismo y hasta de vértigo para el hombre acostumbrado al trillo, los edificios de cuatro plantas, el infinito que no se puede tocar con las manos; aquí el cielo está demasiado cerca. El puente de agua es una invitación a la contemplación de las maravillas de la ingeniería civil; la belleza del mismo durante las noches es un espectáculo asombroso, donde las luces regalan una postal única al viajero. Asombra ver bajo su arco triunfal las embarcaciones que van, vienen, los enamorados y sus cantos a la esperanza, un verdadero espectáculo de la navegación moderna, tan curioso que no queda otra opción que preguntar hasta saciar tanto apetito por conocer. Llegar a su más famoso cementerio es sentir el espíritu de Alcapone, aquel famoso gánster que a   golpe de temeridad y disparos, impuso un tipo de ley que aún se recuerda no sólo en Chicago, sino en toda la Unión; en el mundo. La tumba de Al es imponente. Vivir un invierno en uno de los apartamentos de la ciudad, por supuesto con una adecuada calefacción, es un regalo de Dios. Detrás de los cristales de las ventanas, uno ve como la nieve cubre todo, reina el gris y dan ganas de tomar un Merlot, o un Bacardí perfumado con soda y hacer el amor con la mujer de nuestro sueños, cálida, viva, glamorosa como el café colombiano que me sirve humeante al amanecer, cuando aún estoy en la cama y la ciudad comienza a despertar. Chicago no puede imaginarse sin tormentas de nieve, ni tornados; aquí es normal emitir avisos por los medios sobre esos fenómenos; hay muchos recuerdos amargos sobre ellos. Las avenidas y parques durante el verano los toma el verde, acompañado de un estallido de flores en sus más variados colores y texturas, tan radiantes que uno quiere tomarse fotos y llevarlas de recuerdo. Hay una ciudad al norte donde vive la élite política, los banqueros, los grandes magnates, los profesionales…; otra al sur donde viven los migrantes de casi todo el mundo que se han repartido el control del espacio y luchan entre sí por extender sus dominios. En el centro convergen las dos Chicago. Para el extranjero no acostumbrado a tanta diversidad, visualmente hablando, es un hecho asombroso ver chinos, japoneses, italianos, latinos, afros, anglosajones. Uno se pregunta: ¿cómo logran equilibrar lo diverso, convivir? Y la respuesta es evidente, tienen unas leyes bien proyectadas, agentes del orden público de altísima calidad. Conseguir ese equilibrio debe haber costado décadas, pero lo real es que fluye, no se estanca, la gente respeta el pacto social, es muy admirable en verdad. Chicago es la mujer que despierta a mi lado cada mañana, me roba un beso y atrapado entre sus piernas me hace sentir libre, feliz...

martes, 21 de junio de 2022

ESTÁN DE MODA LOS LEOPOLDO ÁVILA (Opinión)


Por Arnoldo Fernández Verdecia
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Parecen naturalizarse en las redes sociales. Si alguna vez ocultaron sus nombres en cierta revista para atacar a intelectuales y artistas, hoy repiten el mismo guion, pero en Facebook, Twitter, YouTube... 

Recuerdo como criticaron a Adalberto Álvarez, luego del 11 de julio; un artista que llevó a Cuba en su esencia más genuina y la defendió con una obra, considerada referente de nuestra Cultura popular.   

Lo mismo hacen una y otra vez con Silvio Rodríguez, al extremo de considerarlo un virtuoso de la Trova, pero equivocado en algunos temas de política. Esta gente llegan a enfrentar dos Silvio: el artista y el ser humano.  

Igual con Carlos Varela, denigrado al extremo con sendas etiquetas infamantes y considerado un desagradecido, cuando toda mi generación sabe que el Nomo siempre cantó así, con esa inconformidad ante lo malo que es necesario criticar desde el arte.   

Ahora lo hacen con Pablo Milanés, ya lo han hecho otras veces. Siempre que ha ejercido su opinión y la ha expresado públicamente sobre determinados asuntos, los Leopoldo Ávila salen a combatirlo, vierten cubos de heces sobre un artista que merece respeto por su obra.

En los municipios de Cuba es mucho peor, algunos funcionarios, no todos, se han convertido en fiscales de lo políticamente correcto y en nombre de sus dogmas apelan a la descalificación y al efecto infamante, para restarle credibilidad a artistas y escritores que se atreven a compartir públicamente sus opiniones de la realidad. 

Los funcionarios vestidos a lo Leopoldo Ávila, de seguir con su lenguaje de odio, falsas acusaciones, de fabricar enemigos donde no los hay, llevarán al proyecto revolucionario a un abismo del que nunca podrá regresar, sino se pone de moda la ética y el respeto al que piensa diferente y tiene la dignidad de expresarlo.  

Cuando se pretende imponer el pensamiento único, estamos en presencia de formas de fascismo encubiertas, igual cuando se exaltan los nacionalismos estrechos, al reducir conceptos culturales a intereses políticos y esgrimirlos demagógicamente en el espacio público, sea el digital o el analógico.   

¿Hacia dónde irá el proyecto sino tolera la diferencia, la crítica edificadora? ¿Qué pueden esperar artistas e intelectuales sino pueden expresarse públicamente en las redes sociales, en la vida cotidiana, en el trabajo, en el barrio, porque los Leopoldo Ávila están ahí para cuestionarlos, difamarlos? ¿Podrá haber sanación futura en el cuerpo vivo de la nación, sino se hace algo urgente por restañar el inmenso daño antropológico que ya sufrimos en términos culturales?

Artistas e intelectuales son líderes de opinión. Hay mucha gente menor queriéndolos ningunear, a costa de imponer en el imaginario de las redes sociales, en la vida cotidiana, que no merecen credibilidad porque le hacen el juego al enemigo, o sencillamente porque alguien les paga y es preciso desmoralizarlos para que nadie crea en ellos. 

Urge dialogar, funcionarios, artistas, escritores, pueblo, sentarnos a la mesa y sabernos escuchar, sin ninguneos, sin difamaciones, con respeto al otro. Hagamos un país donde quepamos todos, donde Pablo Milanés cante y regresemos ese día a casa con ganas de hacer, crecer, apreciar lo bello, sin esos Leopoldo Ávila tan enconados e incómodos que nos oscurecen la alegría.

sábado, 18 de junio de 2022

EL MÁS ALTO ES MI PADRE (Semblanza)


Siempre va conmigo, aunque su cuerpo ya no esté. 

Hombre de sólidos valores, justo. 

De los 74 años que consiguió vivir,  más de 60 los dedicó a trabajar, desde vendedor ambulante de huevos, dependiente de tienda, cantinero, hasta  maestro, profesor, funcionario público...

Para mí viejo servir a los otros era un honor. Nunca lo vi gritarle a nadie, ni engañar a los más humildes. Mi viejo creía que ser correcto era el camino más seguro del ser humano. 

Nunca recibió nada material por su sacrificio. No pudo viajar a ningún país. Lo único que trajo a casa, al jubilarse, fue un fae con toda su historia laboral y varias cajitas con las medallas que recibió.

sábado, 11 de junio de 2022

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (ANACAHUITA)


 Por Arnoldo Fernández Verdecia 

Lo dejé de ver hace 46 años, por eso fue mucha la alegría que sentí al encontrarlo retando al tiempo, a la naturaleza. 

El  árbol de Anacahuita lo vieron mis bisabuelos, mis abuelos y mis padres. 

Hoy sigue allí,  muy cerca de la escuela donde aprendí a leer y a escribir. 

Ojalá y las familias de Maibío lo cuiden, para que las personas del futuro puedan verlo y amarlo como nosotros.

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (EL ÁRBOL DE CORAZÓN)


Por Arnoldo Fernández Verdecia.  

Allí seguía, no tan frondoso, pero vivo, cercado por cañas, lodo y un claro de campo.

Pensar que bajo su sombra estuvo la posa de Canda y el lajial donde mi madre lavó nuestra ropa una vez a la semana. 

El agua del Maibío era clarísima, ideal para todo tipo de tejido. 

Allí las latas hirviendo; la yuca asada bajo sus brasas;  el café con leche; el pan tostado, los trinos de las palomas rabiche, aliblanca...

Recuerdo éramos los primeros en llegar para ocupar el mejor de los lavaderos. 

El suelo empedrado de mangos corazones, los recogíamos y, pasadas las 10 de la mañana, era el momento de saborear aquella fruta agridulce, mi preferida hasta hoy. 

46 años después volví y  me parecía ver a mamá con todas sus colegas de faena,  conversando animadamente a la sombra de aquel árbol, inolvidable, querido.

viernes, 10 de junio de 2022

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (EL MAIBÍO)


Por Arnoldo Fernández Verdecia 

Tiene lugares muy hermosos como este, que recuerdan un pasado memorable donde se bañaron en sus espejeantes aguas los aborígenes, y nuestros tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, tíos 

El rumor del bambú en su orilla izquierda es un hechizo, parece que el tiempo se detiene a la sombra de estos arbustillos. Uno no quiere irse por la paz que se respira.

La música de las palmas entona bien, es gratificante escucharla. La palma es nuestra Guantanamera del campo. 

Se dice que hubo aquí un famoso cacicazgo, con líderes tribales muy respetados. Según los cronistas de india, toda aquella gente pertenecía a la civilización Maiyi. 

Con la castellanización de nuestra cultura la voz aborigen devino Maibío y así quedó registrado en la memoria histórica.  El río Maiyi, orgullo de aquella cultura, todavía conserva su antiguo esplendor en lugares como este. Maibío será siempre mi playa más preferida. 

jueves, 9 de junio de 2022

CERCANÍA DE ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR (Evocación en su cumpleaños)



Por Arnoldo Fernández Verdecia
 

En 2010 el poeta vendría a Contramaestre, ya lo sabíamos la gente de la literatura y había fiesta. También llegaría Nancy Morejón con sus exquisitos poemas y el Guillén de su alma. 

Me correspondió acompañar a los poetas, así lo decidió el comité organizador. El día llegó, pero nada más apareció Nancy, con un mensaje del poeta, disculpándose por sus problemas de salud, en sus ya casi 80 años.

Yo debía presentar su libro Caliban a mi pueblo, pero como el poeta no pudo estar, Nancy, con una generosidad enorme me pidió el texto, se encargaría de ponerlo en manos del autor de los versos, de ese antológico poema titulado, "¿Y Fernández?"

Recuerdo el bastón elaborado por los artesanos de Baire, el tallado cuidadoso, el ébano resplandeciente; y otra vez Nancy hizo el milagro, lo llevaría al hombre que podría apoyar su cuerpo en aquel fragmento tan espiritual, pensado especialmente para él. 

Meses después, Nancy al teléfono, las emociones a flor de piel, -el poeta lo invita a su cumpleaños 80-. Debía viajar a La Habana, hasta allá me fui. Nancy me recibió como un embajador: ¡cuánto afecto sincero!, ¡cuánto detalle! 

Y llegó el día. La sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba me recibió como enviado de oriente; se unieron a mí en tertulia, muy entusiasmados, Ambrosio Fornet, Pedro Oraa y Sarusky. Tomamos algunas copas de tinto. Hablamos de Orígenes, Lezama, Roberto... 

Entonces hubo que leer aquel texto y el poeta allí, cercano, muy agradecido, me regaló unas palabras por escrito que conservo para siempre, como un hermoso recuerdo del autor de "Felices los normales.” 

Pedí a su hija Laidi, a su esposo, tomarán, con mi humildísima camarita, algunas fotos que hoy conservo, como tributo de un enviado oriental que, gracias a Nancy, pudo conocer en persona y compartir unas cuantas copas de vino con Roberto Fernández Retamar en su cumpleaños 80. 

lunes, 6 de junio de 2022

VIÑETAS TIERRA ADENTRO (LA ESCUELITA JOSÉ MARTÍ DE MAIBÍO)


Por Arnoldo Fernández Verdecia

Llegué buscando la escuelita, los maestros, la niña que me haló tantas veces las orejas para que leyera de corrido como ella quería; los árboles de mi niñez, el rumor del Maibío, la posa de Canda, el lajial donde mi madre una vez a la semana lavó nuestra ropa, el campo de guayabas dulces, la música de los pinos al atardecer, el canto del sinsonte sobre el álamo, la loma por la que descendíamos a galope como caballos salvajes, los Cuatro caminos donde aparecían brujerías, las casas donde tomé agua, café, comí mangos, anoncillos y jugué con los niños que vivían en ellas; pero después de 46 años, la escuela es otra, más nueva, bella en verdad, con un José Martí que no ha dejado nunca de ser su nombre emblemático; otros alumnos, igual que nosotros, volverán un día, quizás después del medio siglo a saludar a las poquísimas familias que aun estén por allí.  De los viejos árboles sólo permanecen desafiando el tiempo el de anacahuita y el álamo. Ya los viejos maestros se fueron, algunos al cielo, otros al descanso de la jubilación. La niña que me exigía leer de corrido como un consagrado, hoy es la directora. Ya no está la posa de Canda donde mamá lavó y me bañé tantas veces con los muchachos del barrio. La mata de mango corazón sigue en pie, cercada por delgadísimas cañas y lodo. El lajial se lo tragó la tierra. Sobre el campo de guayaba crece un platanal. Ya no está el rumor del Maibío, el agua estancada y amarilla recuerda aquel río que una vez fue feliz y corría alegremente repleto de biajacas, guayacones, ranas, jicoteas. La loma ahora es una pequeñísima pendiente. De los cuatro caminos sólo quedan tres; dejó de ser el sitio de las brujerías. Los pinos ya no cantan, sus huesos se extinguieron en la memoria. El verde del paisaje aun convida a soñar. El camino sigue ahí, con su mismo vestido de siempre. La casa de Jigüe e Idamí es la única de aquellos tiempos, ya no están las de Chiquito, Vargas, Oscar.  Los recuerdos siguen vivos, unidos a dos enormes árboles, mudos testigos aun de nuestro paso por aquel lugar de nombre aborigen, orgullo de abuelos, hermanos, familias, llamado Maibío.

jueves, 2 de junio de 2022

FRANCISCO VICENTE AGUILERA, UN IMPRESCINDIBLE DE NUESTRA HISTORIA (Opinión)


Por Arnoldo Fernández Verdecia

Hace algunos años, un día 27 de febrero llegué a la ciudad de Bayamo, tenía una promesa que cumplir allí. En mis manos un ramo de rosas amarillas. Pregunté a algunas personas sobre el destino de los restos de nuestro George Whashington; ¿y ese quién es?, me respondieron; cuando dije el nombre, reinó el más absoluto de los silencios. 

Tomé un coche y me fui al cementerio con la secreta esperanza de encontrarlo. Al llegar, pregunté a algunos de los trabajadores y no supieron orientarme; me mandaron con la directora y dijo que creía estaba en Santa Ifigenia; lo cierto, según ella, en “Bayamo no se sabía nada de ese señor.” 

Salí de allí, amargado, triste, mis rosas eran castigadas fuertemente por el sol del mediodía. Me fui al casco histórico de la ciudad e intercambié con grandes amigos; ante mi pregunta sobre los restos del hombre más generoso de nuestro pasado decimónico, por respuesta, el mismo silencio, las mismas dudas... Uno de los grandes conocedores de Bayamo me dijo que podían estar en el Retablo de los héroes, pero no tenía seguridad en el dato. 

Hasta el lugar que mi amigo dijo, llegué. Allí aparecían, a ambos lados de una estatua gigantesca de mirada triste y barba prominente, los grandes precursores de la nación cubana, pero de aquel hombre esculpido en mármol solamente había una información: sus nombres y apellidos, el año de nacimiento y el de su muerte. Mis rosas, ya muy pálidas, me exigieron depositarlas allí. Las coloqué ante aquel rostro venerable y juré que sería como él hasta mis últimos días de vida. Mi larguísima barba de entonces era un tributo a su memoria. Documenté mi encuentro con algunas fotos.  

De regreso a casa recorrí las aguas de Internet y allí encontré la respuesta que el pueblo de Bayamo no pudo darme. La historiadora Isolda Martínez Carbonel la hizo posible en un enjundioso artículo, publicado el 21 de octubre de 2016 en la revista Crisol: los restos de Francisco Vicente Aguilera, el Precursor de nuestra independencia, se encontraban en la base del Retablo de los héroes, concluido en 1958.  

¿A cuántos cubanos sucedería lo mismo que a mí al llegar a Bayamo? ¿Por qué no hay allí una tarja con la información precisa sobre el destino de los restos del benemérito patriota que Martí llamó millonario heroico? ¿Por qué Francisco Vicente Aguilera desapareció de la memoria del pueblo de Bayamo, de Cuba, después de 1959? ¿Por qué cuesta tanto reconocer su condición de Precursor de la independencia de Cuba? ¿Por qué no ha sido reconocida su idea de la creación de un partido para la independencia de Cuba y la creación de una Confederación Antillana que llevaría a la mayor isla del Caribe a convertirse en la Inglaterra de América? ¿Por qué su amistad con el puertorriqueño Eugenio M de Hostos es casi desconocida para los cubanos? ¿Qué hizo mal el hombre que sacrificó todas sus riquezas, familia, salud, por la causa de Cuba libre? ¿Por qué desapareció el billete de 100 pesos que honraba su memoria después de 1959? Tengo muchas más preguntas que hacerle a la HISTORIA, algunas las respondieron hechos ocurridos en la propia Guerra de los 10 años, en la de 1895, y durante la República 1902-1958; otras aún no encuentro las respuestas necesarias. 

Sin el ánimo de cuestionar a Carlos Manuel de Céspedes, pregunto: ¿Por qué negó la entrada al Bayamo liberado, de aquel hombre que la villa veneró como a nadie? ¿Por qué Francisco Vicente Aguilera no estuvo en la constituyente de Guáimaro como delegado de Bayamo? ¿Por qué mandó a los Estados Unidos, al mayor general, comandante en jefe del ejército de Oriente? ¿Por qué en su ausencia aprobó un cargo que no podría asumir como el de Vicepresidente de la República? ¿Por qué en la emigración favoreció al general Quesada, su cuñado por cierto, por encima de las altas misiones que Aguilera debía cumplir allí?

Poco se sabe de la familia de Francisco Vicente Aguilera, de su esposa Ana Kindelán, de sus 10 hijos, la odisea vivida por ellos en la manigua insurrecta, hasta conseguir salir a la emigración y vivir de la mesada que, cuando era posible, hacía llegar el padre de Ana desde Santiago de Cuba. Muy pocos saben que la honestidad de Aguilera nunca fue sacrificada para ayudar a su familia. Muy pocas veces pudo girarles dinero, incluso cuando compró el hogar donde residieron en Nueva York se quedó con unos centavos en el bolsillo. Eran tantas las necesidades materiales de Francisco Vicente, que tuvo que trabajar como vigilante nocturno en el Knickerbocker club y como carretonero de las familias ricas de la ciudad, para asegurar lo básico a su numerosa prole. ¡Qué familia la de este hombre! Lo apoyó siempre sin protestar, era tanta su dignidad, que era imposible ir contra él. Fue un verdadero padrazo espiritual de sus hijos, un eterno enamorado de Ana. Pensar que aquel hombre pudo ser conde por las tantas riquezas que tenía, era el deseo de su padre, sin embargo, no era interés suyo alcanzar un título nobiliario. Lo más importante para él era luchar por una Cuba libre e independiente, próspera y con un lugar estratégico en el desarrollo de las Antillas.

Los últimos días de vida de Francisco Vicente Aguilera fueron muy difíciles, la última anotación de su Diario lo confirma: 

"Al amanecer, fui sorprendido con el orinal que tenía al lado de la cama, donde expectoraba, pues estaba medio de sangre, y los esputos más espesos que nunca. Me tiene tanto más cuidadoso, pues me parece mucha sangre para que sea solo de la garganta, cuando tengo también una gran fluxión al pecho, y expectoro con mucha frecuencia. Será lo que Dios quiera."(1)

Falleció de cáncer de laringe, ramificado a los oídos, el 22 de febrero de 1877, cuando aún no había cumplido los 56 años. Nació el 23 de junio de 1821 en Bayamo. Eladio, uno de sus hijos, así describe sus últimos minutos de vida: 

"Por el día estuvo callado y meditabundo. No hablaba ya de Cuba, su tema favorito. En cambio, fijábase más en sus hijas y las contemplaba en silencio largo rato. [...] le oyeron decir a media voz y con profunda tristeza: !!Hijas mías Pobrecitas!! [...] Así llegaron a las diez y media de la noche. Aguilera se paseaba agitado. Notábase en su semblante una extraña expresión de angustia. La familia afligida, estaba toda en la habitación. Se había vuelto á mandar por el médico, á todos los lugares que acostumbraba frecuentar. Aguilera, que continuaba sus paseos exclamó con voz apagada y angustiosa: ¡Me ahogo!  y volviéndose á su hijo cerca de allí le dijo: ¡Hijo! qué hacemos? Este le indicó un remedio. Bueno contestó él, y su hijo salió apresuradamente. Aguilera continuó sus paseos. A poco se detuvo en el centro de la habitación Se le vio vacilar sobre sus pies extendió los brazos iba a caer sus hijas corrieron a sostenerlo cayó en sus brazos lo condujeron a su lecho ¡Estaba muerto!" (2)

Un 26 de mayo de 2022, por eso que el poeta José Lezama Lima llamó azar concurrente, un tataranieto de Amado Aguilera Oliva, uno de los hijos de Francisco Vicente, procedente de Estados Unidos, presentó en la Feria del libro en Bayamo, dos libros seminales que recomiendo leer: El informe de Aguilera y El primer patriota, ambos forman parte, de lo que ya pudiera considerarse, sana restitución de todos los honores patrios que merece el Padre de nuestra República independentista, el que me atrevo a considerar, Washington de la nación cubana. Ese mismo día, durante la mañana, desde la Ciudad Monumento, la historiadora Isolda Martínez Carbonel creó el milagro de un acercamiento, que primero llegó vía telefónica, y después, el 27, se convirtió en un hecho concreto en mi vida al estrecharle la mano a Sergio Gonzalez Aguilera y recibir sus libros, bellamente dedicados, en la Biblioteca 1868, sitio exacto donde, antes de la quema de Bayamo, estaba la casa natal de Francisco Vicente Aguilera. Documentamos nuestro encuentro con fotos y agradezco profundamente la generosidad que tuvo conmigo, al recibirme junto a su esposa, como a un verdadero amigo, un legionario escondido de los Aguileristas que andamos por el mundo. 

Durante el Bicentenario de Aguilera en 2021 no pudo hacerse lo que merecía el Precursor de nuestra independencia. Hubo varios libros gestados desde la provincia Granma para rendirle honores; sin embargo, los de Sergio se inscriben en el linaje de los auténticos Aguileristas que nunca dejaron morir su memoria, y aun esperan el juicio final sobre la restitución de los honores de nuestro millonario heroico, el hombre generoso y digno que Cuba olvidó. 

Citas bibliográficas y notas 

1. Ludín B Fonseca: Francisco Vicente Aguilera, Proyectos modernizadores en el Valle del Cauto, La Habana, Ediciones Boloña, 2019, p. 476. 

2. Eladio Aguilera: Francisco V.  Aguilera y la Revolución de 1868, La Habana, 1909, páginas 378-379. 



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