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martes, 4 de abril de 2023

MIS AMIGOS DE LA UNIVERSIDAD


Por Arnoldo Fernández Verdecia. 

Me convocaron a encontrarnos, a preservar la amistad, luego de aquellos 90 del siglo XX, donde nos volvimos quijotes de lo flacos. 

Tenía esperanza de asistir al llamado, pero una realidad tan oscura como aquellos 90 envuelve mis días, la de nuestro pueblo. 

Vi sus llamadas, sus fotos. Quise estar allí con ellos, abrazarlos, recordar, compartir vivencias de nuestras vidas, pero la rudeza de los días jugó en mi contra. 

A mis amigos, agradecido por esas fotos, son oro, ojalá y yo apareciera en ellas, quizás sean nuestro último testimonio gráfico de lo que fuimos y hoy somos. 

Abrazo enorme. Dios los bendiga a todos.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Carlos Acosta y Cuba como dignidad espiritualizada (a propósito del filme Yuli)



Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

He podido apreciar esta semana la película Yuli, basado en el libro autobiográfico del notable bailarín cubano Carlos Acosta, Sin mirar atrás. Muchos elementos saltan a la vista del espectador menos avezado, sobre los que quiero dialogar en las páginas de Caracol de agua.

Uno de ellos es el racismo, que a pesar de todos los nobles intentos institucionales, culturales y educativos de la Revolución, es un fardo que acompaña a los cubanos en sus relaciones sociales.

Llamo la atención sobre el tipo de familia del protagonista, disfuncional, madre blanca, padre negro, la primera, ama de casa, enfermiza, el segundo, camionero, hombre del pueblo profundo. Una precariedad asomando en todos los interiores del hogar. Los hermanos, una blanca, dos negros, por eso Yuli crece siendo marginado por sus abuelos maternos, que siempre venían a recoger a su hermana para llevarla los fines de semana a la playa; esa parte de su familia decide vivir en Miami.

Pero Yuli tiene un don con el que ha nacido, el baile, lo trae en los genes, culturalmente lo sabe al interactuar con los amigos del barrio; pero en medio de todo eso, su padre negro tiene la capacidad de ver lejos e intuye que su hijo será un primer bailarín de los grandes ballet del mundo; por eso lo empuja a superar las barreras raciales, culturales, los prejuicios.

La relación padre-hijo llega a ser intensa, dramática, pues Yuli es casi violentado por su progenitor para que alcance su sueño y pueda vivir del arte como dignidad suprema. Yuli le reprocha a su padre que no es su sueño, pero el futuro da la razón al viejo que lo ve triunfar en Rusia, Inglaterra, no así en Estados Unidos, porque muere antes, pero sigue desde el cielo guiándolo.

En todo momento esa aspiración es apoyada por una profesora que vio en el niño Yuli lo necesario para ser una estrella, ella envejece a su lado, arriesga su profesión en momentos donde el protagonista debe tomar decisiones tremendas, es de las personas que puede ver el triunfo del artista, disfrutarlo en toda su magnitud.

Algo queda muy claro en el drama autobiográfico Yuli; Cuba es el barrio, los amigos, la gente de a pie, un hecho sustancial que la identidad de Carlos Acosta o mejor dicho de Yuli, no negará nunca; sus experiencias cosmopolitas fortalecerán más su convicción de que Cuba es todo para él, de ella nunca se irá espiritualmente, por eso regresa y funda una escuela de danza y ballet.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Manifiesto de los 47 en Cuba


Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Llego hoy a una edad biológica mayor en Cuba, no la oculto; no es necesario.  Con los 47, madurez plena del cuerpo y la mente; goce de pequeñas cosas; mejor sentido de orientación ante hechos de la vida;  tomar nuevas decisiones; caminos diferentes, tener la certeza de que si no hay horizonte, siempre tendremos la posibilidad de cambiar las cosas y ser útiles a la manera martiana. 

Confieso que he vivido, diría el poeta Pablo Neruda, yo pudiera decir lo mismo; pero aún no alcanzo mis sueños;  me faltan muchos libros por leer; visitar lugares más allá de mi imaginación;  cenar frutas  exóticas; catar vinos, más allá del Don Santiago de pasas, el único que conozco.

¿Qué me resta por vivir? Una vida que no sea prestada, con amigos de verdad; no falsos; esos los conozco por sus obras, agravios, acciones torcidas. Leer los mejores libros; hacer las cosas que me gustan; dedicarle mayor tiempo a mi familia, a mis mascotas, al cultivo del Amor. Sacar las obras de mi cabeza y escribirlas con pasión.

¿Qué no haré? Odiar a mis enemigos, descalificarlos,  ellos escogieron ser así, es su derecho, no puedo estar de acuerdo con sus estrategias;  pero bendita la oposición, ayuda al mejoramiento, a la virtud, porque obliga a buscar reservas morales y limita el paso de la bestia sedienta de sangre, venganza, poder, gloria.

¿Qué no me gustaría? Engañar a los que amo. Negarles ayuda cuando la necesiten. Cobrar por prestar servicios de profunda raíz martiana. Vivir en la miseria, sin un plato de comida diario.  No tener medicinas en caso de necesidad. No tener un buen médico si alguna urgencia lo requiere. No tener una casa segura ante huracanes y terremotos.

¿Qué deseo a los seres humanos en 2019? Tolerar, ponerse en el lugar de los otros; crecer espiritualmente; seguir el camino ético de Dios; no blasfemar, ni manipular a los débiles lanzándolos contra sus semejantes. Defender la verdad a cualquier precio, aunque la prudencia aconseje dar un paso atrás cuando la soberbia gobierne el entendimiento. Saber identificar a los falsos poetines de barrio, ocultos en la palabrería venenosa, ansiosos de trofeos, reconocimientos;  desesperados por sentarse a la mesa de los reyes, luego de criticarlos y adularlos.   

¿Qué merece usted Amor? Mi compañía  eterna en lo adverso;  la felicidad. Siempre unidos en afectos sinceros ante los retos del destino. Vivir en comunión sentimental y carnal hasta la misma muerte.

Nada más, aquí la esencia; no necesito almibarar palabrillas domesticadas, ni inventarme un personaje que no soy, ni seré nunca.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Yo soy de Contramaestre




Por Licet Latour Rodriguez

Contramaestre, un pueblo lleno de recuerdos donde aprendimos nuestros primeros pasos en esta isla llamada Cuba, donde jugamos de niños y tuvimos momentos buenos, malos, reímos, sufrimos; donde están nuestros seres queridos: padres, amigos, colegas de trabajo.

En sus escuelas nos educamos. Crecimos como seres humanos en los hogares, gracias al amor y cariño de nuestras familias.

Siempre llevo en mi memoria a los repartos Cabrera, Frank País, Rodolfo Rodríguez, Rosabal y poblados como Maffo y Baire.

¿Por qué olvidarlo? ¿Por qué reírnos de nuestro pueblo? Con mucho orgullo soy de ahí y seguiré recordando cada minuto de mi vida allí; porque de las raíces uno ni se burla, ni se ríe, ni las olvida.

¡Hay qué tener valores y calidad humana! ¡Qué importa donde estemos! ¡Cuánto dinero tengamos! ¡Pobres o ricos!, de ahí somos y ahí queremos volver.

En el fondo de nuestros corazones, orgulloso decimos: “Yo soy de Contramaestre”. ¿Por qué ignorarlo entonces?

sábado, 28 de julio de 2018

Cuba une, no importa la distancia



A mi hermano Reinaldo Cedeño.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com   

Hago el mismo recorrido de todos los días. Busco a los amigos que no están, necesito hablarles de la vida, las cosas, pero mis amigos están en otra parte, o se han ido a algún país del mundo, o están muertos, o sencillamente se han alcoholizado, o ya no son mis amigos.

Hay una fiebre enorme de huir a cualquier lado, a algún sitio donde se pueda estar tranquilo, reunir unos kilos y regresar a reunirse con aquellos que una vez estuvieron, o los que permanecen leales, o con la familia dispersa. Lo ideal es una playa, un río, o el asado de un puerco en medio de la calle, una finca o sencillamente donde estar unidos, al menos, en esos instantes fugitivos, memoriosos, que nos hacen tan felices.

Un padre ha traído a su niño a Cuba, lo he visto descalzo, metido entre la gente, lleno de tizne, tomando un café en el lugar de todos, “tiene al cubano en los genes”, dicen sus cercanos. Así las cosas; la gente está viniendo de cualquier lugar a buscar a los suyos, a darse una dosis enorme de espiritualidad compartiendo una cerveza, un plato de comida, caramelos, chicles, lo que ayude a unir, a dar alegría, a repartir sueños. Casi nunca se habla de política, porque están muy agotados de lo diario.

La gente tiene sed de muchas cosas y esos amigos que llegan, traen un espíritu que vale la pena compartir; son cubanos hasta los genes como el niño tiznado, cubanos que no traicionaron nunca, que se fueron por mejorar económicamente, deportistas, artistas, gente que hoy tiene mucho que darle a sus hermanos de la isla. Merecen volver, ser  llamados también ciudadanos en la nueva Constitución.     

Sólo con esos amigos puede uno creer posible montar una bicicleta de agua en Varadero, o contemplar el azul del mar, las arenas blancas, los placeres de un capitalismo que una vez llamamos brutal y nos acompaña hoy disfrazado de oveja. Ahora hacen falta esa gente que está afuera, para darnos esos días de asueto, “mi familia carajo”, dice un viejo octogenario, “hasta campos de golf para ricos están floreciendo, imagino, dice-, que eso tampoco es para  los cubanos de adentro como yo, porque con qué bolsillo entrar allí".

Las grandes ciudades embellecen, los pueblos pequeños siguen con el mismo maquillaje de sus inicios. Las ciudades grandes viven de los pueblos pequeños. No hay manera de cambiarlo. ¿Con qué poder?

Vivo en un pueblo que sus creadores llamaron “Mesopotamia oriental”,  tierra entre los ríos Cautillo, Jiguaní y Contramaestre, donde cualquier semilla era fruto de la noche a la mañana y el ganado se esparcía silvestre. De aquella Mesopotamia solo queda el recuerdo, quizás el espíritu.

La gente que viene busca el pueblo bello, el de sus recuerdos, algunos quieren fundar, invertir, pero no hay manera de hacerlo. Lo que una vez José Martí llamó “crucero del mundo”, es una metáfora inalcanzable. Pensar que en mi pueblo hubo libaneses como Isaías y Erasme Tarabay que crearon hoteles identificados con sus apellidos; emigrantes asturianos como Carnero, que también lo hicieron, gente de Murcia, Canarias, Andalucía…Todo lo que habla del Contramaestre que somos, tiene un fuerte componente de riquezas venidas o creadas por emigrantes…

El regreso a casa, día por día, me pone muy sentimental, pienso en los viejos amigos, ¿dónde estarán ahora?, ¿en qué mares del mundo?, ¿en cuáles pueblos?, ¿qué familias fundaron?, ¿qué huella dejaron en la vida? Mis dudas me lastiman, como mismo lastiman a muchos que una vez fueron amigos y hoy no lo son; pero Pablo me asiste y cantamos, como lo hacen todos los que vuelven y encuentran a su gente: “¿Dónde estarán los amigos de ayer? (…) ¿Dónde andarán mi casa y su lugar, mi carro de jugar, mi calle de correr? ¿Dónde andarán la prima que me amó, el rincón que escondió mis secretos de ayer? Cuánto gané, cuánto perdí, cuánto de niño pedí, cuánto de grande logré. ¿Qué es lo que me ha hecho feliz? ¿Qué cosa me ha de doler?”.

sábado, 26 de marzo de 2016

Oración ante mi propia estatua




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

I
Llego a media vida con escasos amigos, la mayoría se fueron por el mundo, otros plantaron trampas a la luz; nunca les importaron mis libros, ni la soledad de una mujer que siempre dijo antes de irse, escribir no da comida; ni la ingenuidad de un padre maternal  regando agua fresca sobre mis ojos, ni mis compañeras de trabajo  que se la pasan inventando para no hacer nada, atrapadas en las volutas de humo que mandan al espacio sideral día por día.

Algunos me creen cansado; se alegran de la oscuridad  con que escribo y fabulan sobre una estatua de Rodin en un parque de Contramaestre donde los niños  se tomarán fotos junto a su padres, uno que otro forastero prenderá un cigarro y nunca sabrá el agravio que me produce el humo. Los gorriones construirán casas entre mis dedos y seré muy feliz porque al menos tendré uno cada día en mi ventana.

Tengo plena consciencia de que no tendré glorietas donde bandas de música entonen himnos a mi memoria; ni seré un oráculo al que acudan los jóvenes a preguntar sobre la patria y la dignidad. Sencillamente estaré ahí, muy atento a las flores de la loquita amante de mi barba rala y mi bigote martiano. Me tomaré su verde y con ese fresco haré una casa habitada por el silencio y en ese reino seré yo, allí, donde nadie me vea, donde nadie nos vea, donde pueda ser feliz y al menos tener algo más que un gorrión en la ventana.
II
A VECES ME MONTO COMO MARTÍ EN LA BICICLETA DE MIS PENSAMIENTOS Y QUIERO ENTENDER LA CUBA REAL, LA QUE VIVO A DIARIO, LA DE VERDAD, LA QUE DUELE PROFUNDO, LA QUE AMO CON SENTIDO DE CUBANÍA REFULGENTE, PERO MIS CUBAS AHÍ, ME INTERROGAN A DIARIO, SON TANTAS, PERO UNO SIEMPRE SUEÑA LA MEJOR, LA QUE NOS AYUDE A VIVIR CON MÁS DIGNIDAD Y ESA TENEMOS QUE FORJARLA AL CALOR DE LOS CAMBIOS NECESARIOS. 

SON TIEMPOS DE RECORDAR QUE LA JUSTICIA TIENE QUE SER TAN ALTA COMO LAS PALMAS REALES, QUE LA REVOLUCIÓN DEL DECORO, DEBE DAR PASO A LOS DIRIGENTES VIRTUOSOS, A LAS INSTITUCIONES VIRTUOSAS, AL PUEBLO VIRTUOSO. 

MAL ANDA UN PUEBLO QUE OLVIDA EL EJERCICIO DE LA DIGNIDAD COMO META SUPREMA DE LOS HOMBRES. BIEN ANDA UN PUEBLO DONDE TODA LA GENTE ES ESCUCHADA Y TENIDA EN CUENTA A LA HORA DE HACER POLÍTICA. BIEN ANDA UN PUEBLO QUE SABE HACERSE ESCUCHAR Y LOS QUE DIRIGEN LOS TOMAN EN CUENTA PARA HACER LA AGENDA DE GOBIERNO. 

QUIZÁS SEAN DEMASIADO INGENUAS ESTAS PALABRAS, PERO ME SALEN DEL ALMA Y HONESTAMENTE CREO EN ELLAS.ESTÁN DIRIGIDAS A MI PROPIA ESTATUA. 
III
De saludar a una persona te invade. Abraza el cuerpo. Lo desborda con fiebres. Noquea la voluntad. Te hace sentir gris. El paladar pierde la capacidad de definir. La cabeza pesa una montaña. Lo único que quiere uno es tomar sopa de gallina, acompañada por un mogo de plátano o malanga. Genera tos continua, picazón en la garganta, mal aliento. Anda en mi pueblo como reina. Toma a los que quiere. Su fuerza es espantosa y eso que todavía no andamos en invierno. Se llama GRIPE. Ahora soy esclavo de sus designios. Espero vencerla con limonada caliente, calmantes, vitamina c y fuerza para que no mande al cuerpo a la cama y me gane.

viernes, 8 de agosto de 2014

Excursión al campismo Las golondrinas

Refrescando lindo el fin de semana de campismo junto a buenos amigos.
Junto a mi esposa, en el campismo Las Golondrinas.
Nuestros amigos disfrutan el agua del río Mogote.
El Habana Club siete años no nos faltó durante la jornada.
De excursión en el campismo Las Golondrinas.
Las Golondrinas, una maravilla de la naturaleza.
Divino día en las aguas del Mogote en Las Golondrinas.
En familia.
Es una delicia estar en el campismo.
Regalo este paisaje a todos mis amigos del mundo.
Y aquí termino por hoy, espero disfruten las imágenes de nuestra excursión al campismo Las Golondrinas aquí en Cuba.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Celebrando mi cumpleaños con amigos y familiares en Cuba

No quedó nada en la olla, ni siquiera la nata que alarma, principalmente a las mujeres, por el esfuerzo que hay que hacer para fregarla.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Celebré mi cumpleaños con buenos amigas y amigos que llegaron hasta mi casa, aquí en Cuba, cargados de libros, frascos de ron cubano, guitarras soneras y sobre todas las cosas, un enorme cariño.

Ayer comprendí que la amistad es un campo que debe cultivarse para que de frutos eternos. Allí estaba Osmani Rosabal, amigo a prueba de años, más de tres décadas, sobrellevándonos en las buenas y en las malas.

El escritor Eduard Encina, hermano, por encima de las diferencias, tan normales en los seres humanos que piensan con cabeza propia; logró encontrar para mí, Órbita de Virgilio Piñera, libro deseado y que en acto de alquimia poderosa, puso en mis manos con una hermosa dedicatoria.

Mi tío Israel, junto a su adorable nieto, estuvieron conmigo, ellos fueron los responsables de hacer el ajiaco milagroso que todos degustaron hasta saciar los deseos. No quedó nada en la olla, ni siquiera la nata que alarma, principalmente a las mujeres, por el esfuerzo que hay que hacer para fregarla.

No puedo dejar de mencionar a mi esposa, y, por supuesto, a mi padre, embajadores principales del amor sembrado en todos los que acudieron a mi casa, para felicitarme y desearme salud. Brindo en la copa de la amistad, con amigos y enemigos, ignorando barreras que anulan y dividen a los hombres. ¡Viva la amistad!  
Eduard Encina, hermano, por encima de las diferencias, tan normales en los seres humanos que piensan con cabeza propia.
 
Junto a mi sobrino y mi tío.
Junto a mi padre y mi esposa.
Junto a una joven que me regaló dos interesantes libros del Che Guevara.
Junto a buenos amigos que acudieron a felicitarme a pesar de su trabajo.
 
Junto a mi adorable esposa.
Junto a mi sobrino.




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