jueves, 24 de agosto de 2017

Ocho años viviendo en un Caracol de agua



Por Arnoldo  Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

Un 25 de agosto de 2009 eché el bote al agua;  en principio movía los remos con extremo cuidado; sabía de los centinelas, prestos a confundir buenas intenciones, con malogrados juegos imperiales. Donde vivo la condición de plaza sitiada ha imperado siempre. Después procuré no hacer mucho ruido y avanzar; avanzar hacia el anchuroso mar azul llamado Internet, aprovechando los vientos del Caribe, con las velas espléndidamente izadas.

En el Café de la joven ciudad donde vivo, amigos y adversarios cuestionaban mi aventura a lo desconocido. Una corresponsalía de televisión servía al ojo orwelleano que día por día leía todo y esperaba un error; alguna lectura mercenaria; o cualquier desviación ideológica. No se cuántas fueron las veces que algunos amigos me advirtieron de ello;  pero como obraba según mi conciencia y dictados PATRIÓTICOS, nunca sentí miedo y no lograron hacerme desistir de mi propósito de SER BOLGUERO desde un pueblillo de tierra adentro, en el oriente cubano más humilde.  

Llegué al océano, tan azul e impresionante. Toqué muchos tambores y empezaron a llamarme la voz del Contramaestre crecido. Personas venían; agradecían mi aventura;  confesaban ser adictos a mis historias, fotos, audios, videos...

El escritor Orlando Concepción, único tripulante a bordo en el primer año de mi “Caracol de agua” –así se llama este proyecto que hoy cumple ocho años-, me dijo que tenía una granada sin espoleta en la mano, podía hacerme polvo en medio de la red sobre la que avanzaba con buen viento, pero con muy malos augurios. Algunos repentistas ocasionales improvisaron décimas al Caracol;  otros decían que caminaba sobre el filo de una navaja afilada y que el Palacio de Versalles me tenía reservada una de sus mejores habitaciones oscuras. Todos los 25 de agosto de cada año he venido celebrando el cumpleaños de mi “Caracol de agua”; unas veces de manera sencilla; otras, muy pocas por cierto, de forma esplendorosa.

En el aniversario siete lo hicimos por todo lo alto. Mi amigo Ricardo del Toro, en un gesto altruista, ayudó a la publicación en formato de papel  de “Cuba con los mismos bueyes” (Compilaciónde historias  sobre Cuba y su gente, del blog Caracol de agua”. “Publicaciones Entre Líneas” recibió el proyecto y de manera entusiasta, Pedro Pablo Pérez Santiesteban, se encargó de la edición, diseño y  presentación al mercado del mismo;  así llegó a Amazon, donde puede comprarse, aunque en honor a la verdad y según mis fiadores, no se ha vendido como creíamos. (CLIC AQUÍ PARA COMPRARLO+)

También celebramos en mi casa verde, poetas, narradores, filósofos, trovadores y profesores universitarios, con un kake azul y el  7  a la vista. Fue una fiesta hermosa.   Hablamos de todo, aunque en medio de la alegría, apareció un tipo muy extraño a preguntar si en los últimos días habíamos tenido fiebres, dolores de cabeza  o alguna otra situación de salud. Sus ojos hicieron un paneo de águila; nos dimos cuenta enseguida;  por eso lo invité a pasar;  a quedarse con nosotros, a celebrar; puse un café humeante en sus manos, no le quedó otra que agradecerme y salir presuroso a la agenda de su día. Mi amor me llamó “Cimarrón de ideas martianas”. Otros interpretaron el siete en la historia.  Llegaron fotos bellísimas de almas muy queridas retratadas con el Caracol de agua en sus manos. Felicitaciones de muchos países del mundo llovieron sobre mi Chat en Facebook y en las mismas publicaciones de mi blog, que por esos días compartió un dossier con palabras de  todas las personas que me honraron con elogios y recomendaciones.

En el año 8 de mi “Caracol de agua”, no  han faltado sinsabores,  malos augurios, falsos mares; pero hemos seguido navegando, ahora más enfocados que nunca en la defensa de la identidad guajira de oriente y en la memoria histórica de toda esa gente digna de tierra adentro, campesinos chéveres y gente humilde de la Patria, que saludan con un compay, un buchito de café, un trago de aguardiente y un fuerte apretón de manos mirándote directo a los ojos.  Yo nunca he dejado de mirar recto;  el CARACOL tampoco. Esa ha sido nuestra mayor DIGNIDAD.


jueves, 17 de agosto de 2017

En Cuba un picapiedra gana 2 800 al mes


LOS PICAPEDREROS", DE GUSTAV COURBET
Por Olbert Gutiérrez Fernández. (Editor del Cubo Oriental)

En muchas jornadas veraniegas, en las que cesan las actividades docentes a las que me dedico como profesor de Historia, aquí en el oriente de Cuba, el dinero de las vacaciones empieza a esfumarse de mi bolsillo. He tenido que sudar picando y sacando piedras para buscarme unos quilitos y al menos comer dignamente.

A raíz del esforzado tiempo que he vivido un par de meses haciendo este trabajo, me han entrado mucho ganas de escribir sobre los picapiedras de  Contramaestre. Nada mejor entonces que conversar con uno de mis parientes, que lleva unos cuantos años, jugándosela en esta aventura. 

-¿Es verdad que sacar piedras da dinero? – pregunté para provocarlo. 

-Bueno, si trabajas con inteligencia y sin maltratarte, vale realmente la pena. Responde muy tranquilo. 

-¿Es un trabajo duro entonces? –Insisto. 

-Sí, hay que cogerlo con calma, sin matarse. Si lo coges con mucha furia te revienta. Mira, ahora mismo me pasé un mes sin trabajar porque el tractor se rompió; pero lo aproveché para recuperarme físicamente. 

-¿Qué se necesita para ser un picapiedras? 

Un par de guantes, pantalón, camisa a mangas largas, machete, barreta y mandarria. Se trabaja en lugares intrincados, donde hay  mucho guao, bejucos con espinas, alimañas de todo tipo.  

-¿Vale la pena un trabajo así? 

No tenía zapatos y otras cosas que me hacían falta y gracias a mi consagración aquí,  me los compré. Es una pincha en que te la pasas al sol el día entero, gastando energía y haciendo fuerza; para el que no esté adaptado, es muy perjudicial para la salud. Un error te puede crear una hernia o joder la columna.  Es tres veces más gasto de energía que cualquier trabajo simple. Hay que sacar las piedras, llenar la carreta y hacerlo con las exactas, porque si no la llenas bien, no hay buena paga. 

-Sacarlas y llevarlas al vehículo que va a trasladarlas es un tremendo desafío. ¿Verdad? 

Para uno solo es una mañana trabajando sin descansar;  pero cuando somos más, comenzamos a las siete y antes de la diez tenemos dos carretas llenas. Cuando el tractor llega, nos pasamos media hora cargando cada carreta. 

-¿Crees que sacar piedras es un trabajo digno? 

No es un trabajo vinculado al Estado; no pagas seguridad social;  pero es algo muy digno, pues no te perjudica, ni te enreda con la ley. 

- ¿A qué peligros te expones día a día?  

Usamos guantes, sin ellos esto es una locura. Yo he recibido unos cuantos picotazos de alacranes, arañas peludas...  

-¿Cómo eligen los lugares para sacar piedras? 

En mi caso ya tengo un lugarcito para trabajar que no tiene nada que  ver con las fincas de los campesinos. 

-¿Hay muchas personas aquí en Contramaestre que se dedican a picar piedras? 

-Hasta donde se, somos unos cuantos grupos, por lo menos aquí en la zona donde trabajo. Mira, ahí mismo, al frente, hay dos socios metidos en su pedacito.

No es algo fijo. A veces los mismos tractoristas son los que eligen donde hay buenas lajas. A mí me dijo uno donde había y nos fuimos a inspeccionar. Nos pusimos de acuerdo y nos quedamos. 

¿Vale la pena tanto esfuerzo? 

-Es un trabajo donde inviertes no más que tu fuerza y acaso la merienda que llevas. Merienda que en todo momento debe ser reforzada. Para tener una saca de piedras, hay que estar bien alimentado dada la intensidad de lo que hacemos. Otra cosa, es mejor que la merienda sea económica porque si la buscas muy cara no da la cuenta. El objetivo es gastar menos para hacer más.

Al principio yo me mataba, pero poco a poco le cogí el ritmo y saco una carreta diaria; son 100 pesos (4 CUC). 

-¿Adónde llevan las piedras? 

Al molino de Ariel en Cruce de Anacahuita, allí es convertida en múltiples fines.  Tiene un contrato con Fábrica de Puentes. Cuando a esta última se le acaba la materia prima para hacer piezas prefabricadas, mandan carros allí  y van cumpliendo sus planes. 

Hablemos ahora de dinero. ¿Cuánto vale cada carreta de piedras? 

De cincuenta a cien pesos. El del molino paga al del tractor y el tractorista viene y te da lo tuyo.   

-¿Trabajas todos los días? 

El día que no saco piedra, es dinero que me dejo de buscar y la cosa está muy mala. Uno de los trucos claves de esto es que tienes que ser constante. No podemos obviar el descanso, pero si el cuerpo está en óptimas condiciones, fuego a la lata, digo, a las piedras. En los primeros meses trabajaba de domingo a domingo. 

Ganas entonces unos 700 pesos a la semana, que en el mes vienen siendo 2800 (112 CUC). ¿Trabajar así, con esa entrega, no te ha traído problemas de salud? 

Los que nos aventuramos en esta pincha aprendemos con el tiempo. Al principio te duele el cuerpo, pero luego te vas adaptando.  

¿Cómo es un día sacando piedras? 

Yo me levanto a las cinco y media de la mañana. Como vivo distante en lo que llego son las siete. Empiezo. Como a las diez hago un receso y me como la meriendita. De ahí comienzo otro turno hasta las doce. Luego almuerzo lo que llevo y tengo un lugarcito donde me doy una breve siesta, hasta hecho un sueñito. A las tres me pego hasta a las cinco y algo más. Cuando quiero aprovechar el día me extiendo hasta la más profunda oscuridad. Después, retirada a casa, baño, comer y a la cama.

¿La saca de piedras es todo el año?

Lo hacemos por temporadas porque es muy duro. No podemos decir que nos vamos a dedicar por entero a ello; trabajamos tres o cuatro meses y hacemos un dinero rápido. No es lo mismo ganarse 25 pesos al día en una empresa estatal, que cien pesos en un rato. La necesidad obliga, ¿entiendes?

Por donde quiera que tú lo mires es mejor. Aquí se gana una platica limpia; no le robas a nadie y sobre todo, lo haces con el sudor de tu frente.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Solo es un perro negro en la calle




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

De lejos parecía dormido. La Carretera central a su lado. Era negro con pintas amarillas. Temí lo peor. Al acercarme, un hilo de sangre salía de su boca y bañaba el alcantarillado. Con tristeza tomé la foto que su perdido dueño debió hacer. Lo observé muchas veces; yacía allí, sin nombre; nada  que hablara de su identidad perruna. ¿Dónde andaría su anónima familia? ¿Dónde el niño que cada tarde acariciaba su cabello? Su peor desgracia fue ser perro y tener que salir a la calle a luchar comidas hasta que llegara la noche y pudiera comer alguna sobra; si es que sus dueños dejaban algo. ¡Qué bestiales nos hemos vuelto! A algunos les cuesta mucho compartir  un plato de comida con su mascota. Huesos cuando hay y basta. Quizás un trozo de yuca dura, o restos de arroz en salsa. ¡Qué monstruos somos! Mira que tener un animal de compañía en casa y no ser capaces de compartir una posta de carne, un trago de leche, o un pedazo de pescado. Tristeza da saber  a un pueblo tan egoísta. Las necesidades nos han vuelto más animales que los mismos animales. Por eso resulta tan normal, -lo que para otros es anormal-, hacer colas para rabos, patas, vísceras y costillas desguarnecidas, venidas en tractores del lomerío cercano cada sábado; sin higiene alguna. Antes nuestras mascotas disfrutaban con ese despojo;  ahora nosotros hasta golpeamos si alguien se cuela. Allí, las palabras duras, los ojos torcidos ante los sacos de yute que se pierden en la llanura asfaltada sin explicación razonable. ¿En qué bestia hemos mutado? El perro negro con sus pintas amarillas allí; desde su mudez terrible me habló. Un espeso sol sobre mí. No es noticia la muerte. A nadie importa el autor del asesinato; la reconstrucción de los hechos; total, solo es un perro negro en la calle.

martes, 15 de agosto de 2017

Ha muerto un Quijote del periodismo llamado Moltó


Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Antonio Moltó Martorell, uno de esos imprescindibles del periodismo en Cuba, ha muerto hoy. Su obra es una referencia permanente de objetividad, compromiso ético y defensa de los valores de la Revolución.

Los cubanos lo seguían cada mediodía en "Hablando claro", por las frecuencias de Radio Rebelde, donde la palabra tenía fuerza y no había tema por muy complejo, que no fuera tratado en la búsqueda de soluciones atemperadas a los contextos donde se generaban las mismas.

La Presidencia de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec)  informa que a las cinco de la mañana de este martes 15 de agosto, falleció en La Habana, a la edad de 74 años y víctima de cáncer.

Desde el noveno Congreso de la Upec, en julio de 2013, fue elegido presidente. Nuestras condolencias a la familia de este valioso hijo de Santiago de Cuba.

domingo, 13 de agosto de 2017

LA PAZ SE CONSTRUYE EN PAZ POR LOS QUE AMAN LA PAZ

En estos momentos debe oírse la voz de todas las personas de buena voluntad para buscar comprensión y buen juicio donde se vea claramente que es posible el triunfo de la diplomacia sobre la irracionalidad y el uso bárbaro de la fuerza.
Es lamentable que en estos momentos donde se avizora una guerra a grandes proporciones entre dos naciones armadas hasta los dientes y donde por otra parte se amenaza con una invasión a un país suramericano, la iglesia con todas sus asociaciones y convenciones, guarde silencio y no se pronuncie fuertemente para llamar a la cordura entre los pueblos.
Hasta estos momentos, las iglesias en Estados Unidos guardan silencio y en Venezuela el silencio es cómplice ya que allí el clero no se esconde en apoyar a los ricos y poderosos, estando de espaldas al pueblo que prometió iluminar con la luz radiante del evangelio de la paz.
La iglesia esta llamada a la búsqueda de la reconciliación entre los hombres y los pueblos.
Nosotros desde Estados Unidos hacemos un llamado a la paz y en estos momentos donde se oyen tambores de guerras que amenazan la vida y desarrollo de los pueblos.
Si ud está de acuerdo con la paz, levante su voz junto a nosotros para que se diga no a la guerra y un sí rotundo a la paz por el justo juicio y el imperio de la diplomacia.
Leonides Penton Amador
Apic Alternativa, La Decana

domingo, 6 de agosto de 2017

El retrato de la impunidad




La palabra queja es un derecho ciudadano como lo son otros que proclama nuestra carta magna.
Por René Fidel González García (Ensayista y Profesor Titular)
¿quién podría ser libre en un lugar en el que el capricho de cada hombre pudiera dominar sobre el vecino?
                                                                        Locke. 

Hace ya unos meses atrás visité una dependencia del Consejo de Estado de la República de Cuba y vi con asombro cientos de cartas allí depositadas, también el interminable goteo de personas que llegaba a entregarlas personalmente. Algunas de las misivas estaban con los matasellos aún húmedos, otras denotaban en los sobres las evidencias de travesías postales acaso más escabrosas.

Me conmovió de inmediato que el contenido de la mayoría de cartas que estaban allí abiertas, en lo que parecía ser un ríspido intento de pre clasificación realizado por silentes y diligentes funcionarias, estaba manuscrito en una impresionante multitud de caligrafías y colores, y no en los negros tipos de las impresoras que hoy pululan en centros de trabajo y no pocos hogares cubanos, pensé: el país se queja, pero la evidencia de aquella huella escritural de la antropológica política de nuestros tiempos me llevó a responderme: es tan solo la letra del pueblo, y casi de inmediato, por esos tirones que da la conciencia de la existencia del otro, me vino a la mente un vecino de cualquier parte del país escribiéndole sudoroso y dispuesto a su Presidente, como si su carta y cada rasgo trazado sin el pudor de la mala ortografía, fuere adarga suficiente para poner de rodillas a algún poderoso gigante.

En casa de mis padres alguna vez noté que a Hugo Chávez, en los lugares y oportunidades más insólitas, muchas personas – en ocasiones hasta infantes que por su edad no podían escribir – se le acercaban y le entregaban misivas que éste recogía y guardaba, o entregaba a algunos de sus ayudantes, también que eran gente, por su apariencia, casi siempre muy humilde. Recuerdo que mi padre me respondió en esa oportunidad, mientras le comentaba el problema de seguridad que aquello podía significar para un hombre que atrajo suficiente odio de sus enemigos, que al principio de la Revolución, cuando nuestras instituciones no se habían desarrollado lo suficiente, así pasaba con Fidel y con muchos de los dirigentes que en aquel entonces caminaban por nuestras calles.

La palabra queja no tiene, por lo menos en la Constitución cubana, por lo menos para los constitucionalistas cubanos, una connotación peyorativa, no puede tenerla: es un derecho ciudadano, como lo son otros que proclama, reconoce y pretende garantizar el texto de nuestra carta magna.

Recibirlas, así como a las peticiones que hagan los ciudadanos, es para cualquier organismo del Estado cubano y los funcionarios que en ellos trabajan para el bien común de la población una obligación, tanto como tramitarlas, investigarlas, darle atención y respuestas pertinentes y en un plazo adecuado, pero no pocas veces son también la última esperanza de quienes reivindican la razón y la justicia.

Muy pocas veces reparamos en ello, pero cuando nuestro pueblo envía sus quejas y peticiones a las instituciones públicas, ya sean gubernamentales o políticas, no es solicitando favores y prebendas, beneficios y privilegios personales, es casi siempre, por el contrario, apelando a encontrar la justicia que le han negado la arbitrariedad y la insensibilidad, el oportunismo, la abulia y la indiferencia de quienes deberían servirle. Esa apelación es también una denuncia.

En esa actitud insatisfecha e irreductible, en esa cultura de la inconformidad y de la búsqueda y consecución de la justicia que todavía integra el patrimonio ético de los ciudadanos cubanos, más allá del duro peaje que no pocas veces ha pagado – y paga – en su vida cotidiana a quienes han hecho del ejercicio de funciones públicas un zoológico de sus dogmas, caprichos e ineptitudes, descansa parte del espíritu que levantó y sostuvo a la Revolución en Cuba hasta hoy como una lógica extraordinaria nacida del pensamiento popular para hacer, por lo menos desde esa perspectiva, del Estado y de la política, por primera vez, los instrumentos esenciales de la transformación de su realidad.

El lado oscuro de todo esto puede ser, sin embargo, un correlato de la impunidad. No es éste un tema escabroso y difícil de abordar, como no lo es ninguno. La impunidad es sobre todo un enorme fracaso a costa de nosotros mismos, que muchas veces confundimos como una consecuencia.

Nacida de prácticas antisociales y marginales aprendidas o validadas por el éxito obtenido en algún momento de la historia de vida de sus actores, cuando encuentra acomodo y ocasión en cualquier estructura social alcanza entonces su máxima expresión, ésta vez como una deformación del poder político público, opuesta, por su propia naturaleza a la cultura ciudadana, a la eficacia del Derecho y de las leyes y a la sociedad en su conjunto, a la que, por eso mismo, intentará defraudar siempre en su zona más sensible: los valores.

No disponemos de datos suyos en nuestras estadísticas públicas, y muy probablemente no sea un problema y un área de investigación de nuestras ciencias sociales, puede que porque identificarla como tal, e investigarla, acaso parezca una contradicción demasiado grande, demasiada amarga, con nuestras aspiraciones y concreciones como proyecto político. En cambio, desde cualquier punto de vista, su importancia como fenómeno es inobjetable, su existencia innegable.

Bastaría recordar los casos presentes en nuestra memoria histórica en que sus actores disfrutaron de ella por demasiado tiempo para por lo menos intentar meditar en sus peligros y las condiciones que la propician, y su enorme capacidad para viciar insidiosamente el funcionamiento de cualquier diseño de institucionalidad previsto a través de las relaciones endogámicas y las invisibles alianzas y redes de solidaridad que se producen entre funcionarios al interior de la ecología de las instituciones. Es sencillo: la impunidad conduce a la corrupción política.

Esa es una memoria colectiva que se inicia en la saga de crímenes, atropellos y violaciones cometidos a lo largo de tres siglos coloniales y se extiende íntegramente a la experiencia de nuestro primer ensayo republicano como un poderoso recordatorio de hasta qué punto la impunidad puede volverse un patrón de éxito y la coartada para hacer de la vileza y la ruindad, lo abyecto y abominable el método confiable para alcanzarlo; también de los nichos que le proporciona el irrespeto al otro, la ambición y el individualismo cuando la ausencia de transparencia, la acumulación de facultades discrecionales y el monopolio de la toma de decisiones públicas caracterizan el funcionamiento de las instituciones.

La impunidad necesita, se vale, del silencio tanto como del poder, aunque siempre tenga hambre de más poder. Si lo primero es su medio de acción, un recurso por excelencia para flanquear el civismo, la decencia, el sentido y el bien común, lo segundo lo necesita para distorsionar y oscurecer la realidad, para violar, atenuar, interpretar, o crear excepciones y pretextos a las normas sociales y jurídicas que burla, o que usa y crea selectivamente, también para conseguir el manto de la complicidad colectiva que le urge siempre, para abrumar, anonadar, aislar y perseguir a quienes le identifiquen y resistan.

Conspira igualmente para desterrar la noción de empatía y la tolerancia de la política, desprecia la igualdad y la demoniza, intenta desactivarla para legitimar la noción de la diferencia – y de la naturalidad e inevitabilidad de la diferenciación social, política y económica – mediante la creación de los estatus y – discretos – privilegios asociados a las funciones públicas.

La impunidad es una suerte de santo grial del abuso de autoridad, y por eso intenta pervertir los principios y la ética, para hacerlo los condiciona y favorece su aplicación circunstancial y casuística. Creará y entronizará de antemano zonas de justificación, discursos sociales de desmovilización y desidia en los que el control popular y la rendición de cuentas, la crítica y la posibilidad de la auténtica interpelación pública se vuelva una mascarada, un ritual dentro de estrategias comunicativas tan inertes y huecas como complacientes cajas de resonancia, o algo irreverente, inconveniente y contrario al orden, e incluso al ideal de ¨cordura¨ y ¨madurez¨ que postula como currículo de sus más aventajados alumnos.

Busca el agotamiento y el desistimiento para encubrir su ocurrencia, para acallar y descalificar su denuncia endilga generosamente calificativos de ¨resentidos¨ o ¨criteriosos¨, pero cuando se siente amenazada suele mostrar su rostro más vulgar y soberbio, grotesco, o intentar confundir sus intereses y necesidades con los de todos, con los tuyo y el mío, o con los de la sociedad y la política, o con la ideología, es su forma de crear el control social que le evita exponerse. Su escudería tiene tallada una divisa absurda y surrealista – como apuntaran hace poco tiempo dos compañeros – pero muy eficiente: ¨mientras más pública y evidente sea la impunidad en más impunidad resultará¨.

El retrato de la impunidad es de seguro incompleto sin el de los que la practican y buscan desesperadamente. Uno sencillo, típicamente minimalista, los podría describir así: ¨personas pequeñas, cobardes, oscuras y tristes, que tienen plena conciencia de lo anterior porque perciben la dignidad, la integridad y la decencia que les es ajena e incomprensible¨. Aún así, en nuestro caso, ese retrato tendría una nota al pie descomunal y precisa para un estudio más ambicioso: ¨no son revolucionarios¨, porque para serlo hay que ser primero y ante todo, como decían nuestros abuelos, buenas personas.

Deberíamos tomar nota de ello en Cuba, ahora que nuevas generaciones de funcionarios en todos los niveles de lo gubernamental y lo político, electos o no, adquieren, o se aprestan a adquirir una responsabilidad – cada vez más enorme con nosotros – que siempre estuvo limitada por la presencia de una generación anterior de revolucionarios cubanos; ahora que tenemos el reto de construir con urgencia el Estado y la cultura de Derecho que nos hace falta para completar y preservar los esfuerzos y sacrificios de nuestros abuelos, padres y hermanos, no sea que mañana, esos mismos que ahora sueñan inconfesablemente con convertir un Estado poderoso y desarrollado como el nuestro en un parque de diversiones de sus intereses y caprichos, crean que puedan quitarnos la sonrisa, esa misma alegría que les asusta e insulta y que aborrecen porque no saben entenderla, o quizás tan solo, porque le falta amor, y lo saben.

viernes, 4 de agosto de 2017

Llegando a comer frituras de maíz



Mi viejo de 102 años comiendo frituras de maíz.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com  

El rumor del pino en el Cruce me llega. La guagua hace silencio y  piso tierra. No soy Cristóbal Colón en un tiempo futuro, sencillamente me llamo Arnoldo Fernández y estoy llegando al pueblito donde nací, que por obra y gracia de la Carretera Central  de Cuba, se llama “Cruce de Anacahuita”. De aquí soy yo, nunca lo he negado, ni lo haré. Mi gente sigue por estos lares; casi todos somos familia. Nosotros Fernández, los de la guardarraya a la izquierda, Domínguez, los de la derecha, Mora, al fondo Beltrández y por el frente, los Aguirre. Curiosamente nos bautizamos con nombres de la fauna. Desde pequeño supe que era “carpintero”, los Domínguez (codornices), los Beltrández (cabeza de vaca), los Mora (monos) y los Aguirre (pitirres). Un sol radiante y espeso cae sobe mi cuerpo. Gracias a Dios cubro mi cabeza con un sombrero. Los adoquines del tiempo de Machado ante mí, inmóviles, resisten el tiempo, a pesar de sus más de 80 años. El camino real a la vista. Desciendo, cual niño tras sus olores y colores amados; profundo hormigueo en el estómago. Tomo fotos del viejo Bar, hoy, un Paladar que ha enfrentado a las familias, porque sus dueños lo han convertido en un antro de bebidas y goces espirituosos, donde no hay paz, ni siquiera en la noche. Antes allí hubo honor, ahora se ven hombres orinando a toda hora sobre cercas y postes de las casas vecinas, no importan niñas, mujeres; el pum pum cultural es lo que vale y llenarse los bolsillos. En el lugar se dan cita, en las noches, curiosos personajes del ámbito local, desde dirigentes, hasta funcionarios públicos, van montados en sus caballos de gasolina. Los dueños, mejor, la dueña, se siente la Sisi emperatriz de Cruce de Anacahuita; lo que no puede, no lo puede nadie. La tienda de mi tío Liro a la derecha, hoy la del pueblo. El nombre es una ironía, “La Ratonera”, cuando este último pueblito está a unos dos kilómetros de aquí. Sigo hacia el arroyo y las sucias aguas estancadas me hablan de pasados aguaceros y de la sequía que una vez más amenaza. Alzo la vista y el camino se yergue. Por aquí se va para Maibío, la Graciana y la Pelúa, se llega incluso a Maffo. A unos trescientos metros, la casa de padre viejo espera; hasta sus límites llego y disfruto el verde de los campos de maíz, los árboles de mangos imponentes, los mamoncillos exuberantemente paridos. Aprecio los cachorros de Negrita, tan amada por mi tío, el más joven, ángel guardián de las noches del viejo. Muelo maíz en un viejo molino de la Revolución industrial, por obra y gracia del espíritu santo, todavía funciona;  hablamos de hallacas, frituras, harina, pero termina venciendo la fritura. Al mediodía, almuerzo, un montón de frituras, mojadas con café fuerte; goce grande, divino. Da gusto ver al padrazo comer, a pesar de sus 102 años de vida;  es un duende escapado al tiempo. El 20 de abril de 1915 lo trajo a este mundo, pero él sigue ahí, desafiando el siglo XXI. Llevo regalos;  me abraza con ojos de niño bueno, al oído susurro un nombre de flor y me regala entonces una sonrisa pícara. Enseguida calza los zapatos nuevos, el pulóver, las medias. Los demás presentitos los puse en su armario.  Cuando pasan la una de la tarde, me despido, salgo a ese camino tantas veces recorrido en mi vida  y el polvo que deja un tractor, me arranca estornudos. El sol quema profundo, a pesar del sombrero, la camisa. El Cruce a la vista, los carros que pasan a Contramaestre y Baire. Llego a la parada y abordo un camión. Todo va quedando atrás. Recuerdo haber sentido en la brisa de los árboles del patio del viejo, el espíritu de mamá; se lo dije;  una sonrisa fue el premio a mi capacidad de ver donde otros no pueden. El pueblo donde vivo me recibe en la más absurda de las soledades. Si el río estuviera sano, bañaba mi cuerpo en sus aguas para huirle a este calor terrible, pero no tengo río y el mar me queda a unos 200 kilómetros. Llego a casa y me quedo en calzoncillos, qué otra cosa puedo hacer;  el vecino asoma por la ventana y ofrece un prú helado. La tarde empieza a perderse y mis dedos corren sobre este teclado para contarles mi viaje al lugar  más bello del mundo, al menos para mí, Cruce de Anacahuita. Compay, comay, yo soy guajiro y a mucha honra, qué caray….Venga ese prú ahora; brindo con todos los que me leen aquí; contigo amor, seguro te encantará leerme. 
Quiero invitarlos ahora, a apreciar estas fotos de ese mundo, para mí idílico, mágico. Gracias por seguir aquí. 
Mi viejo.
Con mi viejo.
Los nuevos zapatos del viejo.
Los cachorros de Negrita.
Sentado a la sombra del mamoncillo exhuberantemente parido.
La casa donde nací.
Mi  tío preparando el maíz  para molerlo.
Mi viejo dándose el festín de las frituras de maíz. 
Ese es el camino que tantas veces he recorrido en mi vida.

jueves, 3 de agosto de 2017

TRABAJO POR CUENTA PROPIA: abramos la nevera*

Acostumbrados como estamos a no pedir explicaciones y a aceptar que tampoco las merecemos, todos quedamos sin comprender esta nueva brida.
Por Nelson Simón (Escritor) 

Cuando el cubano, valiéndose más de su ingenio que de un capital inexistente, comenzaba a darle a la economía de la isla otro movimiento, otro aire menos enrarecido que el que se respira en el sector estatal en el que por todas partes saltan desvíos de recursos, desfalcos, corrupción, oportunismos...y otros etc. parasitarios, el gobierno cubano anuncia la "congelación" de licencias para el "trabajo por cuenta propia" en vistas a "reordenamiento" de este sector en que se supone están ocurriendo deformaciones. 

Muchos, para evadir análisis y compromisos dicen: no entiendo nada. 

Acostumbrados como estamos a no pedir explicaciones y a aceptar que tampoco las merecemos, todos quedamos sin comprender esta nueva brida que según dicen "de manera temporal" se le pone a un sector que ha emprendido, como ha podido porque ni siquiera dispone de un marco económico y legal propicio, la aventura de diversificar, hacer más creativa y eficiente la pequeña "empresa" de economía doméstica. 

Muchos han sido los beneficios de este "trabajo por cuenta propia". El primero devolver al cubano (la mayoría jóvenes) la posibilidad de un sueño de emprendimiento dentro de su país( entiéndase por devolverle ilusión, capacidad creativa, posibilidad de futuro... 

Otros beneficios pudieran ser que los ciudadanos que hemos decidido vivir en la isla o aquellos que no tienen más remedio que quedarse viviendo en ella, puedan disfrutar lo mismo de un pan con croqueta, que comprar un tornillo o viajar, hacer turismo y alojarse en un una casa de renta. Se han reparado locales, puedes comer viandas o ensalada, puedes arreglar una ventana, pintarte las uñas, poner una reja, tomar un granizado que alivie el calor, pelarte, imprimir un documento, conseguir un tornillo, una llave de agua, un cubo o un trapeador, gracias "al trabajo por cuenta propia".  

Y ahora qué...

(Nunca vinieron mejor los puntos suspensivos) 

Una vez más se da información a medias y se da pie a todo tipo de comentarios, especulaciones, conversaciones a media voz. 

Una vez más el cubo de agua congelada (como se acaba de congelar esta modalidad de la economía) cayendo sobre la esperanzada sociedad cubana que reuniendo, centavo a centavo, pidiendo créditos o ayuda a un amigo o familiar esperaba el momento de poder entrar con un pequeñito "negocio" en el floreciente sector del "cuentapropismo cubano". 

No entender nada se ha vuelto un ejercicio común ante tanto monumento al absurdo. 

No explicar nada y creer que es obligación del cubano creer y confiar en que todo lo que se hace se hace para su bienestar, un modus operandi del sistema. 

¿Será que en ese reordenamiento se estará pensando en solucionar de una vez el establecimiento de un mercado mayorista donde los cuentapropistas puedan adquirir productos y materias primas? 

¿Será que se otorgarán licencias y se pensará en una política que permita a este sector realizar importaciones de materias primas y productos necesarios para realizar su actividad?  

¿Será que se establecerá su derecho a coger vacaciones, cerrar su negocio cuando lo estime y necesite, cuando como a cualquiera se le presenté un viaje, una urgencia, o tenga que estudiar para un examen? 

¿Será que de una vez los que deben pensar en estas cosas, se sentarán a pensar? 

¿Será que al fin se han dado cuenta que forrador de botones no es oficio de nadie desde hace más de 50 años? 

¿Será que después de esta "congelación" y "reordenamiento" tendremos la suerte de asistir a la descongelación y reordenamiento de una empresa estatal que por su ineficiencia y estatismo pide a gritos una mayor revisión que el sector cuentapropista. 

Para nadie es un secreto que entre comerse una ración de croquetas en una cafetería estatal y una particular, casi todos, si contamos con los 5 pesos, preferimos la particular aunque nos cueste el doble. Razón simple: sabe mejor, el plato es hermoso y está limpio y además, te la sirven con una sonrisa. 

Esperemos respuestas. Y esperemos que podamos seguir disfrutando de las croquetas y la sonrisa del camarero.

*Tomado de su página en Facebook


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