martes, 31 de diciembre de 2013

CUBANOS a mucha honra, estemos, donde estemos


Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu 

Año tras año el grupo Café Bonaparte se reúne en Baire y celebra el fin de año. A la cita asisten  escritores y familiares. Caracol de agua es parte de Bonaparte, su obra se alimenta en las críticas y audaces libros y revistas que nos pasamos sus miembros.

Por eso, luego de un 2013 tan bueno para nosotros en lo intelectual, nada mejor que celebrar con rones, macho asado y  música hecha por nuestra gente. Aquí le van algunas fotos que recogen momentos de lo acontecido este 30 de diciembre en el Café Bonaparte…

Felicidades a todas las personas que nos quieren y estimulan en el mundo y en la isla especialmente….Un abrazo a todos y mucha salud. Caracol de agua termina el 2013 con estas imágenes, espero las disfruten y comprendan que por encima de lo que divide y anula, somos cubanos, CUBANOS a mucha honra, estemos, donde estemos. 
Este puerco fue el protagonista del diálogo (I).
 
Este puerco fue el protagonista del diálogo (II)
Jugando coroto, el que pierda se va a la púa a asar el puerco.
Mi mujer junto a mi padre y mi amigo el escritor Eduard Enicna. 
Roneando y jugando coroto antes de comer el macho asado como le decimos acá en el oriente de Cuba.
Junto a buenos amigos escritores  dándole a la púa.
No podía evitar hacerme una foto con el protagonista al fondo.  

domingo, 29 de diciembre de 2013

Alberto Guerra escribe verdades inmediatas no reflejadas en la prensa cubana

 
"Intento advertir que con nuestros nombres propios y sin complejos de aldea se puede alcanzar el universo."

Por Argenis Osorio (Escritor)

Conocido  en Cuba por “un manojo de cuentos y una novela” (cuatro de ellos adaptados al audiovisual),  y por haber obtenido premios literarios como el de cuentos de La Gaceta de Cuba, dos veces casi consecutivas, el escritor Alberto Guerra Naranjo, habla del oficio de escritor, su labor como jurado, la joven literatura cubana, los funcionarios de cultura, los Novísimos, la obra maestra, su nuevo libro de cuentos y otros temas de relevante actualidad.

Argenis Osorio (A.O): ¿A dónde cree que uno va cuando trata de ser original en la Literatura?

Alberto Guerra (A:G): A ponerse el sombrero del abuelo, como bien decía Marcel Proust.

Para parecer originales debemos ir  al origen, hacia atrás en el tiempo, en vez de pretender un futuro aún no probado. Cuando visitas uno de esos Bancos de venta de audiovisuales puedes notar que en todos se las arreglan para mostrar lo último en producción, la última película, la última serie, el último actor de modas, pero pocos, por no decir ninguno,  tienen una buena colección de filmes o de series antiguas que pudiéramos llamar clásicas, y eso ocurre en todos los tiempos, porque el humano tiende a creer que es en lo último que ha salido al ruedo donde podría encontrar originalidades. Profundo error.

En la escritura de ficciones ocurre peligrosamente lo mismo. Cuando algunos “jóvenes” pretenciosos intentan borrar de un plumazo la historia literaria anterior, corren a buscar entre ellos una falsa originalidad, y por desconocimiento terminan tropezando otra vez con las piedras ya advertidas por los mayores que se han propuesto negar. Una tendencia como esta anula y coloca en una crisis tremenda a la escritura de ficción; entonces, adviertes en las obras inmaduras de estos un esfuerzo inmenso por parecer  originales, apelando a variantes ridículas, por falta de estudio y de reconocimiento a las obras de los escritores anteriores.

He podido leer en algunas narrativas premiadas con bombos y platillos, frases espantosas como: echar un polvo, follar, pagar facturas, chicas, chicos, como si no bastara que el colonizador nos hubiera impuesto un idioma a la fuerza, que hicimos nuestro con el tiempo, con lucha, con sangre, con las aportaciones de un colorido propio, original, para que vengan ciertos tontos a pretender originalidad actualizando una especie de neocolonización idiomática en una región donde nadie folla ni paga facturas. Es como para desternillarse de risa buen rato, pero para preocuparse también.

Repito, ser original es saber ponerse el sombrero del abuelo. 

(A.O):¿Cree en las generaciones?

(A:G): Por supuesto, creo en las generaciones porque siento que pertenezco a una generación literaria específica, la que salió al ruedo de las publicaciones en los años noventa, donde había una crisis general en el país que barrió con todas las preceptivas anteriores acerca del concepto literario y nos convirtió en escritores distintos.

Primero nos llamaron Novísimos Escritores Cubanos, luego la Generación de los años noventa, los nombres no tienen importancia, lo importante era que leímos y venerábamos casi a los mismos autores, que concursábamos muchísimo y que fuimos antologados en todas las variantes posibles. Todo esto en los planos externos, pero en los internos puedo decirte que acabamos de modo radical con las preceptivas del realismo socialista, que nuestros héroes eran tan humanos como el vecino más feliz o el más desgraciado, que nuestras historias eran heroicas en la cotidianidad, que algunos fuimos escritores realistas y fantásticos a la vez, tratado de encontrar en nuestras ficciones una verdad inmediata que no era reflejada por la prensa.

Ah, y fuimos la última generación literaria que concibió la escritura de ficciones como sacerdocio, es decir, con sentido de entrega de la página hacia dentro y no como ocurre con alguna tendencia de la generación actual. Nosotros nos consagramos al estudio de la Literatura con mayúsculas como mismo podría hacerlo un estudiante de piano que pasa muchísimos años junto a las partituras sin esperar otra cosa que el dominio pleno del oficio. Tuvimos el pudor de considerarnos escritores inéditos que leían las obras de sus mayores con pasión inusitada en los talleres literarios, nos convertimos en especialistas en participar con el original y las dos copias en todos los concursos literarios, fuimos una generación de concursos y de antologías; la primera generación literaria reconocida internacionalmente gracias a antologías como Nuevos Narradores Cubanos (Ciruela, 2000), de Michi Strausfeld, libro traducido simultáneamente al francés, danés, alemán, italiano, que se distribuyó en Europa y Latinoamérica, dándonos a conocer como no había ocurrido antes.

(A.O):¿Podría escribir una novela en seis semanas si le pagaran  por palabras?

(A:G): Por supuesto, no me creo un mal escritor de cuentos por encargo y necesito dinero como cualquier mortal, ojalá apareciera ese editor necesitado de una novela por encargo en seis semanas. El asunto no está en el tiempo que demores en escribir textos por encargo, sino en las fuerzas, la necesidad vital,  la vocación y en la preparación que tengas.

En el siglo XIX prevalecía la escritura por encargo, Fiodor Dostoievski es un buen paradigma,  dictó El jugador para pagar sus deudas de urgencia a una joven taquígrafa que después sería su esposa; Alejandro Dumas, Balzac, Víctor Hugo, Maupasant, en Francia, vivieron en un ambiente de folletines por entrega para revistas; el médico Antón Chejov publicaba sus cuentos mensuales o semanales por encargo.

Varias veces me han propuesto escribir cuentos por encargo; la Editorial Capitán San Luis me ha encargado cuentos, uno aparece en el libro que denuncia el terrorismo contra nuestro país, Cicatrices en la memoria,  y otro en favor de la libertad de los cinco cubanos presos en los Estados Unidos, en el libro Desde la soledad y la esperanza. Ambos cuentos los construí con todas mis fuerzas de escritor de ficciones, eludiendo el panfleto y las vías fáciles con que te puede atrapar este tipo de encargos. Para mi regocijo los lectores me han dicho que no me quedaron mal.

Una vez escribí un cuento por encargo para una antología sobre el tabaco, Cuentos con aroma, y una editorial alemana me encargó un cuento de mil palabras donde debía aparecer una Habana sin prostitutas ni lenguaje violento. 

 
Participé en el 2006 en el Proyecto Entresures, que consistía en que seis escritores latinoamericanos viviéramos en las capitales de otros países por un mes, para luego escribir un cuento por encargo; acepté ese bien pagado reto y escribí Bos Taurus, cuento sobre vacas sueltas en la bella Buenos Aires.

 
Un buen escritor de ficciones, pienso, es un artista listo para asumir retos y el encargo no es el peor de ellos, siempre que no vendas el alma y aflore el demonio literario en cada palabra.

(A.O): Recientemente usted escribió un artículo con bastante resonancia, llamado Sobre la obra maestra, ¿podría referirnos cuáles fueron las causas que lo motivaron?

(A:G): Resulta que me enteré de un panel sobre Literatura Joven que se realizaría en el Centro Dulce María Loynaz y me pareció bien que se hiciera, siempre es bueno remover un poco nuestra apagada Cuidad de Letras, pero luego comenzaron a llegar a mi buzón de correo electrónico una serie de artículos interpretando lo ocurrido en el evento (incluso uno con audio de todas las intervenciones), donde se notaba cierta puja, cierta lucha de contrarios, entre escritores mayores y algunos jóvenes poetas y narradores, hasta que leí uno que me pareció excesivamente provocador, y como acababa de terminar, Lincon la Voz, el cuento en el que me consumía los sesos intentando una obra maestra, consideré que había llegado el tiempo de intervenir en la diatriba de marras. 

En esencia recomiendo a todos detenerse en las palabras de Ciril Connolly cuando dijo que “cuanto más libros leemos, mejor advertimos que la función más genuina de un escritor es producir una obra maestra y ninguna otra finalidad tiene la menor importancia" y enfatizo en que estamos muy mal si solo consideramos y promovemos a los escritores por los premios que obtienen y no por la calidad de los textos que publican.

(A.O): ¿A su juicio, cuándo una obra literaria llega a ser maestra?

(A:G): En el propio artículo que escribí recomendaba a todos enfrascarse en escribir un cuento “publicable, antologable, traducible, inolvidable”, o una “novela insidiosa, provocadora y bien escrita”.

Por ese orden creo que deben andar las cosas en cuanto a la escritura de “obras maestras”. Yo acabo de releerme El general en su laberinto, escrita por García Márquez a finales de los ochenta y tal parece que fue escrita anoche. Esa es una obra maestra.

(A.O):¿Cree usted que ya ha aportado a la literatura sus propias obras maestras?

(A:G): Por supuesto. Si me ajusto a la definición anterior puedo decirte sin falsa modestia que algo de eso he logrado.

(A.O):¿Podría explicarse un poco más, poner algún ejemplo que ilustre?
 
(A:G): No te voy a negar que al responderte esta pregunta corro el riesgo de parecer pedante, pero esas cosas no las digo yo, la confirman lectores, escritores,  estudiosos, críticos.

 
La doctora Esther Gimbernat indica, desde la universidad de Colorado, que el cuento Los heraldos negros, premio de La Gaceta de Cuba en 1997, es un exponente ideal de un nuevo término posmoderno: Glocalidad.

Corazón partido bajo otras circunstancias, premio de La gaceta en 1999, es mi cuento más traducido a otros idiomas.

Un texto como Disparos en el aula aparece en una antología, Cuentos históricos de la piedra al átomo (editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2003)  acompañado por textos escritos por los más grandes narradores hispanoamericanos de todos los tiempos. Cuando vi mi cuento en el índice de ese libro  entre Tema del traidor y del héroe de Jorge Luis Borges y Nos han dado la tierra de Juan Rulfo, se me salieron las lágrimas, aquello era el mejor premio por haber logrado una obra maestra, ya podía morir tranquilo.

(A.O): Blasfemia del escriba es un libro desordenado, ya que según sus propias palabras, no le asiste esa gracia de darle orden  a un libro de cuentos.  ¿Lo ve como un defecto, ha cambiado de opinión o ahora sólo se encarga de la novela donde al parecer cierto orden no es vital?

(A:G): Esta pregunta me ha hecho reír, Blasfemia del escriba no es un libro desordenado en el sentido exacto de la palabra, sino que es un libro donde advierto al comienzo que nunca sabré lo que es ordenar un libro de cuentos escritos según las circunstancias, y eso se debe a que me burlo de algunos colegas contemporáneos que cuando eran jurados de concursos o  comentaban sobre un libro recién impreso, explicaban conmovidos que ese libro de cuentos no estaba bien armado, o era desordenado, desorganizado, palabras que a mi juicio son banales. En un libro de cuentos todos los cuentos, escritos según las circunstancias, deben estar primero bien escritos y después bien escritos, lo del orden no interesa mucho, me parece.

(A.O): Personalmente, me gustaría comentara el cuento Corazón partido bajo otra circunstancia, ¿cómo nació esa historia, qué dolores de cabeza le llevó escribirla, qué satisfacciones...?
(A:G): Acababa de regresar de México, de la feria del libro de Guadalajara por haberme ganado el premio de La Gaceta de Cuba de 1997 con Los heraldos negros y un buen poeta y hombre de la radio, mi compadre Estanislao Cordero, me invitó a una fiesta en su casa. Allí unas muchachas estaban comentando sobre un violador que había abusado de una colega suya y yo comencé a hacer preguntas; fue como si alguien me dijera, corre y escribe eso, Alberto, mañana mismo, pero corre. Entonces comencé a ir en bicicletas todos los días durante un mes exacto desde mi apartamento en El Reparto Flores hasta la casa de mi madre en Marianao, donde estaba la computadora 486 familiar, unos seis o siete kilómetros, y fluyó la historia.
 
Por supuesto, quería escribir la mejor historia que se hubiera escrito jamás, de lo contrario no escribo, así que intenté una estructura formal que se apartara del lugar común, porque el cuento trataba el lugar común, una penosa situación dramática con personajes comunes. Traté de escribir una historia con novedad en la estructura, con un tipo de narrador que navegara suelto entre personajes mundanos e inmediatos, que fuera capaz de detener la historia a conveniencia e irse por otras variantes; intenté un texto donde se mencionaran artefactos como “camello”, palabras como “sancocho” y no molestaran al lector más exigente, porque debía quedar atrapado por los atajos formales, ni al lector corriente por estar atrapado en la tensión de lo que se cuenta.
 
Me dio satisfacción escribirlo, y muchísima alegría en todos estos años, fue uno de los cuentos que primero se adaptaron a la televisión en este milenio, está traducido al inglés, francés, italiano, alemán, danés, ha sido muy antologado, se estudia en varias universidades y no me vas a creer si te digo que no me rompí tanto la cabeza para escribirlo como pudieras pensar, por lo menos no en el proceso de escritura. Creo que padecí más con el pedaleo que escribiéndolo. Era el año 1998, recuerda aquellos pesares, y al año siguiente con él obtuve el importante premio de La Gaceta de Cuba por segunda vez, y, para mayor placer de un pobre escritor vanidoso como el que te habla, hasta ahora he sido el único en lograrlo.

(A.O): ¿No teme arribar a la incomunicación con el lector, toda vez que muchas de sus historias, muestran rupturas temporales y espaciales inusitadas en la Literatura Nacional?
(A:G): Antes no temía a esos riesgos porque los lectores asumían la gracia que tiene la profundidad artística, pero ahora con este nuevo tipo de lector, inmerso en la revolución tecnológica, he tenido que adaptarme y suavizo un poco las historias, ofrezco menos retruécanos, trato de ser más explícito, les preparo las cucharadas formales con más precauciones, utilizo el humor como salida airosa, pero sin abandonar mis intentos de parecer profundo. O sea, me adapto a la nueva situación o perezco como comunicador de ideas, no olvido que necesito resonancia, intercambio.
 
Hace poco escribí un cuento asumiendo los modos actuales de concebir historias, empleé frases cortas, separadas, que dieran apariencia de muchas cuartillas, cuando se sabe que si se juntan no llegan ni a la mitad de las páginas. Esas maneras son utilizadas por varios escritores, no solo en Cuba, y  escribí El pianista de cine mudo desde esa perspectiva, para ver si lograba sostenerme con esta otra forma medio suave, y te confieso que he recibido resonancias.

(A.O):¿Qué privilegia a la hora de escribir, la anécdota o la estructura?

(A:G): Soy un discípulo rotundo de esta frase de Walter Benjamín: “no es el contenido ni la forma lo que importa, es la sustancia, solo la sustancia” Desde que pienso la historia que quiero escribir, anécdota y estructura vienen juntas y con el mismo propósito de que parezcan originales, irrepetibles, recordables, inolvidables. Es lo que he intentado en cada una de las historias que he escrito, para ello trato de encontrar las maneras menos trilladas de contar algo, sin privilegiar ninguna de las dos vertientes.

(A.O): ¿Qué criterio le merecen las versiones televisivas a sus historias?
(A:G):Solo son versiones televisivas, y la mejor es la dirigida por Charlie Medina, Los heraldos negros, donde soy guionista y con la que obtuvimos el Premio Board Casting Caribe al mejor audiovisual del 2011.

(A.O): ¿Estaremos en la isla, urgidos actualmente, del detector de que hablaba Hemingway, o todo va bien?

(A:G):En la isla como en el mundo entero las cosas marchan, cada día que amanecemos y despertamos vivos es un día para agradecerlo, vivir es lo más difícil del mundo y la muerte un contrario advirtiéndolo en cada minuto.

 
Por supuesto, el detector hemingwayano debe estar engrasado y cerca para vivir mejor, pero sin que nos convirtamos en seres negativos, retorcidos y rencorosos.

(A.O): Si tuviera la oportunidad de crear su propia editorial, ¿cómo sería?

(A:G): Nunca he pensado en crear mi propia editorial, preferiría crear un Café al que pondría Café Naranjo y en el que arribarían amigos escritores de todas partes a conversar sobre libros y escrituras aunque no me paguen.

(A.O): ¿A qué hora escribe, tiene algún rito?
(A:G): Solo cuando no puedo evitarlo, cuando tengo la necesidad de sacarme una historia, entonces escribo a cualquier hora hasta que termino la primera versión,  después la leo a todo el que ande cerca o la envío a cualquier amigo que tenga correo electrónico. El proceso de escritura me da un placer tremendo.

(A.O): Su labor como jurado en Cuba, en no pocos concursos literarios  de relevancia,  seguramente le ha traído alegrías y amarguras. ¿Podría comentarnos al respecto?

(A:G): Uno de los peores momentos ha sido cuando participé en el Casa de las Américas 2013 como jurado y, en contra de mi voluntad,  el premio resultó desierto.

(A.O):El tema del racismo en la isla pareciera el de nunca acabar. Usted es un escritor negro. ¿Se ha sentido marginado en algún momento, cuál es su punto de vista sobre el tema?

(A:G):Debo advertirte que solo intento ser un escritor a secas, de hecho creo que he logrado ser un escritor cubano, sin otra distinción para probarlo que un manojo de cuentos y una novela. El color no salva a nadie de la mediocridad y no puede ser patente o carta de presentación. Yo soy un escritor cubano, un ciudadano del mundo y tengo color negro en la piel, pero lo importante es que los lectores sientan que soy buen escritor.

(A.O): Su novela, La soledad del tiempo, es una especie de radiografía a ciertas zonas del mundo literario nacional contemporáneo. Háblenos de su proceso y de las repercusiones una vez publicada.

(A:G): Esa novela cuenta con más de quince reseñas críticas que agradezco mucho porque hablan de su limpia repercusión entre lectores nacionales y de otras regiones. Algunos la consideran entre las diez mejores publicadas en la primera década del nuevo milenio y todavía los lectores me detiene en la calle para comentarla. Si tuviéramos mejores estrategias de reedición la editorial que me la publicó debería haberla publicado en varias ediciones, según se agotara, porque no duró mucho en las librerías. No hay satisfacción mayor para un escritor de ficciones que ofrecer resonancias con sus lectores y ese es mi caso con La soledad del tiempo. 

(A.O):¿Ha escrito poesía,  sigue yendo al mercado por frutas y verduras, cómo le miran en el barrio, qué le llena de felicidad y qué le pone triste, le ha apoyado su familia en su labor?
 
(A:G): En el barrio me miran como un tipo raro, me dicen “profe” o “el escritor”. A veces camino a la bodega y saludo a quienes juegan dominó con la sospecha de que alguno de ellos piensa que mi oficio es extraño; pasan mis cuentos adaptados por la televisión, publico libros, ofrezco entrevistas en periódicos, pero visto y calzo como ellos, sin carro de lujo ni cadenas de oro. Un vecino  cierta tarde se acercó a decirme, Profe, hay un debate tremendo entre nosotros, unos dicen que usted es grande y otros que no tanto. Aquello me dio una gracia tremenda, un escritor no debe esperar otra cosa que la limpia resonancia.
 
(A.O):¿Qué opinión le merecen los funcionarios culturales de este minuto?

(A:G): Un funcionario de cultura, a mi juicio, ocupa un puesto público para servir a otros; un escritor que asume un puesto como funcionario de cultura debe conocer que está allí, detrás de la mesa de oficina, para servir al resto de los escritores. Yo no le veo otra misión.

Será por eso que detesto con todas mis fuerzas (y se los hago saber siempre que puedo)  a esos jefes de algo que levantan la nariz aristocráticamente y comienzan a levitar como hadas madrinas cuando llegan a las actividades, o utilizan el cargo para traficar influencias.

Conozco buenos escritores en cargos de funcionarios de cultura y conozco a personas  equivocadas y detestables ocupando esos puestos.
 
(A.O): ¿Cuál será la próxima entrega literaria de Alberto Guerra?

(A:G): Acabo de terminar un nuevo libro de cuentos, desordenados, caprichosos, escritos según las circunstancias, pero con todas las herramientas, motivaciones, amplitudes temáticas y provocaciones posibles.
 
Intento advertir que con nuestros nombres propios y sin complejos de aldea se puede alcanzar el universo. Soy feliz.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Fidel Castro comía, bebía y fumaba con nosotros en Maffo


Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu 

La primera vez que fui a Maffo tuve que recorrer varios kilómetros por el camino real de la isla, tenía 10 años y me aterraba pasar frente al cementerio, pues según las fabulaciones que había escuchado contar a Abuelo, era un lugar donde ocurrían cosas increíbles, desde apariciones fantasmagóricas,  hasta  luces memorables.

Pasé corriendo, evité mirar hacia dentro. Llegué y lo primero que atrajo mi atención fue su parque, un lugar encantado, con una mágica estrella donde pueden leerse motivos fundacionales asociados al devenir de un pueblo que ya tiene casi dos siglos de vida. 

Luego fui al Caney y probé helados magníficos. Al levantar mi vista, una vieja tienda se erguía ante el parque; muchos caballos estaban atados a los postes del corredor, eran gente de Las Lajitas, Ceiba, Paso Seco, de paso en el pueblo.

No pude evitar el Liceo –actual casa de cultura- donde mi madre, adolescente aún, bailaba ritmos que ya  hoy no se escuchan; creía verla en aquellos salones girando de un lado a otro, bebiendo coñac, abanicándose ante el espeso calor, y degustando dulces surgidos tras ventorrillos, donde los pregoneros invitaban con palabras melodiosas.

Narraciones escuchadas en citas familiares me obligaron a visitar el BANFAIC.   Allí se erguían imponentes naves de café. En aquel escenario se libró una de las grandes batallas contra la tiranía de Fulgencio Batista. Mis ojos se detuvieron ante la huella de los disparos en las paredes, la tarja que recuerda el nombre de los caídos. A mi mente acudieron recuerdos, imágenes  y no pude evitar asociarlos con mi pueblo natal: Cruce de Anacahuita, pues el hombre que dirigió a los rebeldes no era otro que Fidel Castro, el mismo que había visto en fotos de la casa de una tía, el mismo que durmiera cinco noches con mi familia, el mismo que comiera nuestra comida, el mismo que quiso saber por qué a un tío mío le pusieron Fidel; el que hablara a mi gente subido en el muro del corredor de la vieja casona de Ana –tía también-, el que gustaba de nuestro café y luego de saborearlo prendía un tabaco sembrado en tierra familiar, el que dejó mensajes de prosperidad para todos en 1959 y  dijo que la Revolución no olvidaría a nadie.

Hoy regresé a Maffo, hice el mismo recorrido, sentí las mismas cosas, pero el tiempo ha pasado;  mi vieja está en aquel cementerio que tanto temía y hoy es una casa que visito con frecuencia. El pueblo es otro, diría que viste sus mejores galas para celebrar el 30 de diciembre –rendición de las tropas del BANFAIC- y vive el renacimiento de un entorno,  en el que las bombas casi lo acabaron todo, menos los sueños de la gente. 

Fidel Castro en aquellos memorables días de diciembre.
 
En la casa de mi tio Hildo, Fidel Castro fumó tabacos consechados en nuestras fincas.
Mi vieja está en aquel cementerio que tanto temía y hoy es una casa que visito con frecuencia.
Fidel Castro visitó Contramaestre por vez primera con trece años, el 10 de octubre de 1939. Venía a la casa de Aquilino Fernández.
Ana es una de mis tías que dio comida, cama y casa a Fidel Castro durante la toma del BANFAIC.

BANFAIC hoy viste sus mejores galas.
La gente de Maffo vive su vida cotidiana sin olvidar el BANFAI.
Este hombre es el historiador de la Batalla de Mafo, nadie como él sabe explicarla en toda su complejidad.
Viejas casas de aquellos memorables años, junto a otras nuevas, se alzan en la carretera de Maffo.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Decir en Cuba lo que los medios tradicionales niegan al sujeto


Por Eduard Encina

Eduard Encina (E.E): Escribir un libro es crear una relación entre un soporte y un receptor: ¿Cómo se articula desde un blog la idea del “yo” y la del  “otro”?

Arnoldo Fernández Verdecia (A.F.V): Desde un blog el yo tiene un peso esencial, pues funciona como una especie de bitácora de buen navegante, permite decir lo que medios tradicionales niegan al sujeto, y eso tiene un valor tremendo en las complejidades del mundo actual; pero tiene otra dimensión esencial: el otro también participa y lo hace en condición de igual; al extremo de democratizar la posibilidad de interactuar sin estar supeditado a las mediaciones que un censor impone cómodamente instalado en una silla destinal, desde la cual toma las decisiones menos felices. 

E.E: Gracias al ciberespacio la visibilidad del mundo cambió: ¿Hasta dónde existen o no los macondo?

A.F.V: Los macondo siempre existirán para bien o para mal, porque forman parte de la periferia de la Revolución digital que vive el mundo; son algo así como aldeas desfasadas donde reinan mitos y leyendas que nada tienen que ver con los tiempos reinantes; pero en esos lugares siempre surgen behíques untados con el aceite de los cambios y se convierten en los hechiceros de la memoria colectiva, por eso resulta a veces increíble imaginar un aborigen de la Amazonía editando un blog con un perfil netamente ecológico en defensa de identidades ancestrales, o un negro diciendo las verdades reprimidas de su gente, o un escritor dando señales de humo en medio de la selva autoritaria que lo anula. Tarde o temprano los macondos producirán los cambios liberadores y serán parte de esa Revolución digital, pero creo que tardará bastante en lograrse.

E.E: Todos conocemos las limitaciones de los cubanos para acceder a Internet, sin embargo se habla de una Blogosfera cubana: ¿En realidad existe? ¿Qué importancia les atribuyes a los jóvenes dentro de ella?

A.F.V: Existe una Blogosfera cubana potencialmente hablando, no olvides que la misma no solo integra a los de la isla, sino a aquellos que viven en la diáspora y siguen sintiéndose cubanos, incluso los que no piensan como nosotros, que para bien o para mal son mayoría en el ciberespacio y eso está demostrado en tesis de periodismo discutidas recientemente en la universidad de La Habana.

Creo que la participación de los jóvenes es estratégica, sobre todo los intelectuales que tienen una conciencia crítica para direccionar los cambios que necesita este país y visualizar los estados de opinión de más intensidad presentes en lo social, cultural y político. Lamentablemente la prensa no está a la altura del debate de ideas que reclaman los nuevos tiempos, le falta integralidad y conocimientos, por eso los blogueros jóvenes en revolución y desde la revolución, tienen una responsabilidad tremenda en la definición del nuevo proyecto de país que se articula.

Fuente: Cimarronzuelo oriental.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Celebrando mi cumpleaños con amigos y familiares en Cuba

No quedó nada en la olla, ni siquiera la nata que alarma, principalmente a las mujeres, por el esfuerzo que hay que hacer para fregarla.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Celebré mi cumpleaños con buenos amigas y amigos que llegaron hasta mi casa, aquí en Cuba, cargados de libros, frascos de ron cubano, guitarras soneras y sobre todas las cosas, un enorme cariño.

Ayer comprendí que la amistad es un campo que debe cultivarse para que de frutos eternos. Allí estaba Osmani Rosabal, amigo a prueba de años, más de tres décadas, sobrellevándonos en las buenas y en las malas.

El escritor Eduard Encina, hermano, por encima de las diferencias, tan normales en los seres humanos que piensan con cabeza propia; logró encontrar para mí, Órbita de Virgilio Piñera, libro deseado y que en acto de alquimia poderosa, puso en mis manos con una hermosa dedicatoria.

Mi tío Israel, junto a su adorable nieto, estuvieron conmigo, ellos fueron los responsables de hacer el ajiaco milagroso que todos degustaron hasta saciar los deseos. No quedó nada en la olla, ni siquiera la nata que alarma, principalmente a las mujeres, por el esfuerzo que hay que hacer para fregarla.

No puedo dejar de mencionar a mi esposa, y, por supuesto, a mi padre, embajadores principales del amor sembrado en todos los que acudieron a mi casa, para felicitarme y desearme salud. Brindo en la copa de la amistad, con amigos y enemigos, ignorando barreras que anulan y dividen a los hombres. ¡Viva la amistad!  
Eduard Encina, hermano, por encima de las diferencias, tan normales en los seres humanos que piensan con cabeza propia.
 
Junto a mi sobrino y mi tío.
Junto a mi padre y mi esposa.
Junto a una joven que me regaló dos interesantes libros del Che Guevara.
Junto a buenos amigos que acudieron a felicitarme a pesar de su trabajo.
 
Junto a mi adorable esposa.
Junto a mi sobrino.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Llego a la edad de los apóstoles desde Cuba

Ojalá y aprehenda a ser ciudadano universal, sin las falsas vanidades de aquel aldeano tan criticado por José Martí.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Reza un viejo adagio que la vida de un hombre no está completa si no ha escrito un libro, ha plantado un árbol y tiene hijos. Llego a la edad en que murió José Martí, el apóstol de las libertades de Cuba, 42, sin haber logrado la suma de esa trinidad que hace al hombre profeta en su tierra.

Cuando quise tener mis hijos, el Periodo Especial rugía arrollando todo lo profundamente humano; perdí a la mujer amada, pues un caballo alado, procedente de la lejana Europa cargó con ella y la llevó al reino donde tenía todo lo que mi menguado bolsillo no podía darle. Recuerdo con tristeza la despedida, estábamos a 21 de marzo de 1994, ese día se maquilló como nunca lo había hecho, calzó los mejores zapatos, de los dos pares que tenía, puso su mejor vestido y salió a la calle, recordé un estribillo que de niño me gustaba cantar: “te miraste en el espejo y te viste juvenil...”, no quise seguirlo hasta el final, no podía quitarme de arriba ese destino. El amor  se iba en vuelo chárter. No me quedó otra cosa que agarrarme a la poesía. Desde ese tiempo doloroso fui romántico, bebedor hasta morirme; las personas que me conocían de antes no daban crédito al cambio, no era posible esa metamorfosis, pues antes fui humanista, yo diría que profundamente humanista, al extremo de creerme el hombre nuevo que imaginara el Che Guevara; ahora me sentía otro ser, atento a la señal de las brújulas.  

No llegaron los hijos, pues mi casa la habitaban varias familias y cada una se las arreglaba para salvarse mezquinamente; la última vez que la cigüeña tocó a mi puerta, busqué auxilio en los atardeceres y sólo llegaban a mis argumentos sombras negadas a la posibilidad de abrigar aquella vida que Dios me enviaba. Todo se apagó a partir de entonces, pues de tanto escapar de lo más natural que todo ser humano quiere, la vida se encargó de recordarme mis errores, mis miedos y todo quedó congelado. He salido muchas veces a asomarme a las ventanas, pero las cigüeñas nunca más regresaron.

Árboles he plantado muchos, no recuerdo cuántos, pero no se qué sucedió con ellos, pues nunca lo hice atado a un territorio, sino en aventuras quijotescas por muchos lugares de la isla. No sé si dieron frutos, si aún permanecen en pie, o algún huracán los tiró al suelo y nadie los recuerda. Lo cierto es que ahora tengo tres pequeños mangos en el patio y dos de papaya, tardarán mucho en llegar a adultos, pero es la primera vez que lo hago anclado a un pedazo de tierra. Dios permita y a la sombra de los mangos florezcan los sueños no logrados en tiempos pasados. Dios permita y el espíritu de Paulo Freire imante desde sus raíces a los jóvenes rebeldes con causas que montarán los rocinantes del futuro.

De mis libros, qué decir, me han dado alegrías compartidas por amigos, soñadores al igual que yo; todos escritores, muy pocos tribunos, escasos soldados de fortuna, a nuestro lado, en esta cruzada; siempre en minoría en los trajines del espíritu, enfrentando malas interpretaciones, narraciones mezquinas de los que se complacen en sembrar sombras para nivelar a los hombres y hacerlos dóciles a los hilos del poder. Traiciones sobraron en este tiempo de enemigos por todos lados, siempre el “enemigo”, los “enemigos”, un lenguaje bélico que desarma razones y encadena las energías vibrantes de la individualidad. El enemigo siempre estará apostado, nos esperará en una emboscada donde seremos blancos de sus armas; no quedará otra opción que escribir libros que armen de sueños a la gente, para seguir creyendo que los sueños son posibles, aunque otros digan tenerlos secuestrados.

Llego a la edad de los apóstoles y no quiero ser mártir de una fe aprendida  a fuerza de golpes, quiero ser yo, al menos al sentarme a la mesa junto a mi mujer y no tener que fingir una felicidad que no tengo; vestir una máscara para cada momento y saber decir no, cuando mis razones lo manden, ojalá y aprehenda a ser ciudadano universal, sin las falsas vanidades de aquel aldeano tan criticado por José Martí.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Ha muerto gallo padre en Cuba

 
Ha muerto mi Gallo, aquí en Cuba, el padrazo que compré con dinero fuerte para asegurar buena descendencia.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Ha muerto mi Gallo aquí en Cuba, el padrazo que compré con dinero fuerte para hacer un patio con buena descendencia. Previamente había soñado que algo malo iba a suceder, un escalofrío estaba instalado en mi estómago, en clara señal de oscuros augurios.

Una noche antes había visto Atila, la muerte bárbara que tuvo en plena expansión de su liderazgo. Me sucedió lo mismo con La fiesta del chivo, pues en la madrugada de hoy supe cómo fue asesinado (el chivo es el alias del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina).

La sensación de vacío no se iba; cuando echaba comida a los pekineses, mi mujer me llamó alarmada, mi Gallo, el padrazo, yacía de espaldas sobre el suelo. Las gallinas cacareaban asustadas. Corrí  a su reino, pero ya no había nada que hacer; un infarto masivo terminaba su vida. Cargué su cuerpo, y al compás del canto fúnebre  de las aves, lo llevé hasta la mesa donde haríamos la necropsia, para saber definitivamente las causas de su deceso.

Curiosamente, dos días antes, había visto Che, cuerpo y leyenda. Extraño, me dije, en todos los casos, gallos de estirpe gloriosa con muertes violentas.

Ha muerto mi Gallo, el padrazo que compré con dinero fuerte para asegurar buena descendencia. Llenaba su buche de granos de maíz, cantaba bonito y estaba en plena expansión de su reino; pero la muerte no creé en líderes, ni guerreros.
La muerte no creé en líderes, ni guerreros.
Mi gallo, el padrazo se ha ido. Hades lo llevó a sus dominios; compartió la misma suerte de otros gallos gloriosos de la historia, que una vez cantaron e hicieron soñar a las gallinas.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Locas sexuales no pagan en carnavales de Cuba

En el área de los niños puede leerse esta brutalidad: “Las locas sexuales no pagan”.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu 

Mi pueblo está en carnaval; desde el 13 y hasta el 15 llegan gente de toda Cuba, pero no voy a contarles sucesos que se repiten en casi todos los lugares, sino llamar la atención sobre símbolos y eslóganes, propios del consumismo capitalista, ya instalados en la mente de muchos cubanos, lo peor, niños y niñas disfrutan de ellos ingenuamente.

Por ejemplo, en el área de los niños puede leerse esta brutalidad: “Las locas sexuales no pagan”, es la forma de promover la mercancía, que acudan al vendedor para tatuarse el cuerpo y paguen por ello; lo peor es la cantidad de infantes desesperados por marcarse con algún ícono, sin saber el contenido y alcance del mismo. Los padres pagan y no se preocupan por esas cosas, en su tiempo no era así, pero hay que aceptar los cambios, se imponen, me dijo una madre muy sonriente.

En mi recorrido, personajes de Walt Disney florecían en todas las mesas de los vendedores a precios inalcanzables para bolsillos obreros, o sencillamente, a los hijos de personas humildes no les quedaba otra opción que preguntar el precio y seguir adelante. Un Mater vale $125. Ante este ícono de Hollywood, vi a un niño llorarles a sus padres para que se lo compraran.  No podían complacerlo, así que siguieron camino.

Cursilerías baratas del consumismo nacen en todos los lugares del carnaval. Lo mismo puedes encontrar un corazoncito que vale desde $15 hasta $70, o un celular de juguete a $60 y $80. Todo vale, alguien dijo, pero nadie se pregunta qué es lo que se vende, cuál cultura están metiendo en la cabeza de niños y niñas; yo diría que poco a poco somos recolonizados culturalmente hablando, no hace falta una invasión militar.

Intento imaginar formas de resistencia ante la podredumbre que nos ilusiona y no encuentro cómo ayudar a modificarla. El imperialismo y su industria cultural lo tenemos dentro, y mucho peor aún, nuestras instituciones no tienen estrategias creíbles para enfrentarlos con arte y sentidos relacionados con el ahora de la gente.

Un parque temático viaja de pueblo en pueblo durante los carnavales. Desde el 13 ha llegado a mi pueblo. Los padres sacan de sus salarios cantidades destinadas a ese ocio que tanto reclaman sus hijos. Lo duro es que los chicos construyen ilusiones fabricadas por esa industria cultural frívola, que no le interesan las identidades y las fronteras simbólicas de las naciones. En un futuro no muy lejano, seremos una isla habitada por ciudadanos y ciudadanas colonizadas por la pseudocultura.

Para finalizar, no puedo ignorar el precio de las manzanas que se venden por estos turistas de la mediocridad, $30 cada una, quién puede comprarlas, dijo una madre con dolor a su niña, que pedía a gritos, probar una de aquellas frutas exóticas en su vida cotidiana. 

El capitalismo cultural viaja la isla, sus rieles no necesitan el Carril 2 para desmantelar una Revolución que puso el libro en la puerta de cada casa, y enseñó a las familias a quitarse de arriba el consumismo que idiotiza al ser humano y lo hace esclavo del mercado. ¿Qué hacer ante un  compañero así de los nuevos tiempos? Las locas sexuales no pagan, el eslogan revolotea una y otra vez en mi cabeza.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Vivir mi vida en Cuba lalalalá

 
Vivir mi vida puede ser el referente que el cubano encuentra más cómodo para desentenderse de las fantasías oníricas que otros pensaron para ellos.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

En casi todas las casas de Cuba suena una canción por estos días de Marc Anthony; no hay automóvil que no la reproduzca y fiesta que no la ponga. El estribillo es todo un himno que sintetiza, en tiempo de salsa, las visiones más pragmáticas de los seres humanos en su corta estancia en la tierra.

Alguien muy cercano dijo que no le gustaba; por eso discursó sobre canciones de Serrat, Sabina, Fito Páez, Caetano Veloso, Silvio Rodríguez; aunque sus oídos lo traicionaron al corear el filosófico estribillo que salía de una casetera al venir de Santiago de Cuba, rumbo a la ciudad donde vive.

Vivir mi vida puede ser el referente que el cubano encuentra más cómodo para desentenderse de las fantasías oníricas que otros pensaron para ellos, y ahora se lanza al ruedo de las posibilidades individuales, ya instaladas en las puertas de muchas familias.

Con toda honestidad reconozco mi ignorancia al pasar por alto los sentidos profundos encontrados a la letra de la canción por un niño, un joven, un viejo y hasta los locos del pueblo que me acoge hace unos cuantos años.

“Voy a reír, voy a bailar, / Vivir mi vida, lalalalá / Voy a reír, voy a gozar, /Vivir mi vida, lalalalá”; hasta aquí es, sobre todo las cosas, un culto al goce pleno de la individualidad; yo diría que es una especie de  Bacanal al estilo griego, pues coloca la existencia física en el centro de todo. No hay otra vida, parece decirnos, sólo interesa el presente, la búsqueda de la felicidad inmediata, los placeres, el amor; todo lo que signifique realización espiritual y material en la contemporaneidad. ¿Qué mejor filosofía para el cubano, luego de tantos años de Periodo Especial?

Si entendemos la canción como liberación de contenidos culturales reprimidos que no han podido aflorar para ser, en el concierto del existir, entonces comprendemos porque el cubano ha hecho suya esa letra, al extremo de convertirla en compañera de viaje, por esa ruta de esperanza surgida con la actualización del modelo económico. Vivir mi vida es el canto generalizado de un pueblo que no ha perdido los sueños, porque los tiene todavía y nadie puede robárselos.  
                                 
LETRA 'VIVIR MI VIDA'

Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá

Voy a reír (eeso!), voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá

A veces llega la lluvia
Para limpiar las heridas
A veces solo una gota
Puede vencer la sequía

Y para qué llorar, pa' qué
Si duele una pena, se olvida
Y para qué sufrir, pa' qué
Si así es la vida, hay que vivirla
Lalalé

Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá

Eeeso!

Voy ha vivir el momento
Para entender el destino
Voy a escuchar en silencio
Para encontrar el camino

Y para qué llorar, pa' qué
Si duele una pena, se olvida
Y para qué sufrír, pa' qué
Si duele una pena, se olvida
Lalalé

Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá

Mi gente!
Toooma!

Voy a reír, voy a bailar
Pa' qué llorar, pa' que sufrir
Empieza a soñar, a reír
Voy a reír (ohoo!), voy a bailar
Siente y baila y goza
Que la vida es una sola
Voy a reír, voy a bailar
Vive, sigue
Siempre pa'lante
No mires pa'trás
Eeeso!
Mi gente
La vida es una haha

Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá    
Fuente: musica.com

+Video en el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=0emPZYCtriM


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Aviso a los lectores de Caracol de agua

Este blog admite juicios diferentes, discrepancias, pero no insultos y ofensas personales, ni comentarios anónimos. Revise su comentario antes de ponerlo, comparta su identidad y debatiremos eternamente sobre lo que usted desee. Los comentarios son propiedad de quien los envió. No somos responsables éticos por su contenido.